Las débiles opiniones de Sebastián Edwards

Las débiles opiniones de Sebastián Edwards

Por: Alex Ibarra | 22.06.2024
Si Edwards abandona este ataque ideológico, con carácter populista, que busca formar una universidad para una élite privilegiada, tal vez sea capaz de retractarse de lo dicho o quedarse en el silencio para que se olvide esta muestra de sin razón.

“La Universidad, señores, no sería digna de ocupar un lugar

en nuestras instituciones sociales, si

(como murmuran algunos ecos oscuros de declamaciones antiguas)

el cultivo de las ciencias y de las letras pudiese mirarse como peligroso,

bajo un punto de vista moral, o bajo un punto de vista político”.

(Andrés Bello)

Defender a la universidad pública es un asunto social, éstas tienen la misión de ser las forjadoras de una cultura universal desde el contexto del que son parte y desde las identidades que conviven en ellas.

La Universidad de Chile, tal vez el mejor modelo de universidad pública y nacional que tenemos en nuestro país, es un bien común, aunque el acceso a ésta sea limitado y excluyente, esto último no es virtud, sin embargo no se puede negar que tiene vocación pública e incluso podemos recordar que en la década de los sesenta tuvo una identidad popular.

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Desde su fundación como ya lo decía el venezolano Andrés Belloespíritus oscuros” aparecerán como detractores motivados por un punto de vista moral o por un punto de vista político.

El economista Sebastián Edwards ha hecho una insinuación sobre la posibilidad de desprender la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Chile. No creo que sus dichos pretendan situarse en la posición de gurú o de profeta, ya que no veo pretensiones de hablarle al pueblo, sino que sólo pretende repercutir en las élites privilegiadas a las que pertenece por herencia.

Sin embargo, sus opiniones pretenden tener esa peligrosa convicción de “la última palabra” expresión que uso aludiendo a Thomás Nagel para quien dicha pretensión sólo se ampara en lo racional. Tanto lo moral y lo político, en su sentido profundo, requieren del aspecto racional, ambas son parte de la filosofía práctica. En el caso del economista de nacionalidad chilena que hemos mencionado, entiendo que no razona desde estos puntos de vistas.

El criterio que busca imponer desde su intención ideológica pretende “razonar” desde una perspectiva económica. Ahora, no le puedo restar a la economía su carácter “racional”, sería eso atentar contra los fundamentos de esta disciplina del saber que es protagónica en la organización del fracasado mundo que habitamos.

La economía hoy nos parece esencial en la administración de la vida y de la sociedad, y a pesar de no lograr convencernos por su eficiencia, estamos convencidos que necesitamos de los economistas y poco hemos razonado sobre sus fracasos.

Volviendo al planteamiento de Edwards, quien además de economista ha destacado como escritor, en torno a la separación de la Facultad de Ingeniería de su “alma mater” que es la Universidad de Chile, creo que centrar la argumentación en el criterio económico es una razón muy débil, apenas sostenible.

Por lo tanto, difícilmente se acerca a algo que pueda tener legitimidad como “última palabra”, de hecho se acerca más a eso que coloquialmente llamamos como balbuceo.

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En este sentido, podría sospechar de que esta opinión que ha expresado es meramente ideológica, lo cual adquiere sentido si escarbamos elementos de su formación en la Escuela de Chicago, institución que amparó al neoliberalismo como pensamiento y como aliada de los “delfines” de la nefasta dictadura cívico-militar que atentó contra la universidad popular y nacional, y desamparó a la universidad pública.

Por otra parte, recurre un pobre argumento mencionando que en otras universidades en el mundo anglosajón habría experiencias ya realizadas a favor de la separación que propone. Imitar experiencias de otras partes, sin tener en consideración la realidad local suele ser un seguro fracaso, además de ser una acción que evidencia escaso pensamiento y menos reflexión.

Las grandes propuestas no obedecen a los automatismos sino que a la meditación, de ahí que se pueda afirmar que los criterios propios del pragmatismo funcionan bien en algunas culturas y en otras definitivamente no funcionan.

Por otra parte, el ataque que hace a las humanidades escapa a todo sentido que entiende los centros universitarios como instituciones complejas. Además, al referirlas a dicha Facultad es una falta de respeto y ninguneo al destacado Centro de Estudios Humanísticos.

Esta Institución ha tenido una importante formación para miles de estudiantes, con un trabajo intelectual sólido de destacada producción realizada por grandes escritores, entre ellos Nicanor Parra, además de ser el lugar desde el cual varios filósofos chilenos pudieron desarrollar su actividad filosófica, menciono a tres que conocí y que además son Premios Nacionales de Humanidades, estos son Roberto Torretti, Carla Cordua y Marcos García de la Huerta.

Si Edwards abandona este ataque ideológico, con carácter populista, que busca formar una universidad para una élite privilegiada, tal vez sea capaz de retractarse de lo dicho o quedarse en el silencio para que se olvide esta muestra de sin razón. Ahora, en caso de que persista y siga considerando aquello como una “buena” idea, le aconsejaría una extensión de los puntos de vista considerando la historia y la identidad de nuestras universidades chilenas.

Tal vez sus ideas estén más cercanas a otros espacios universitarios como podrían ser la Universidad Adolfo Ibáñez y la Universidad Federico Santa María, visiones de proyectos más cercanos a los negocios propios de la economía y de las élites, aunque debería advertir que en dichos centros educativos la formación de los estudiantes y el cultivo del conocimiento de las “ciencias humanas” ha ido en crecimiento.

Por cierto que la falta de meditación, o esta ideologizada propuesta, ya encontraron ecos en otros “espíritus oscuros”, que la defienden con su escritura retórica comprometida con la apología de los privilegios de una élite inmoral que no pretende acercarse a mayores cánones de justicia social.

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La escritura en nuestros días requiere de exigencias éticas, dada la falsedad en opiniones con juicios que pretenden ser categóricos, pero sin estar atentos a lo racional, ni estar atentos igualmente al daño que pueden provocar. No comprender esto sólo encuentra amparo en lo iluso, y en la ignorancia, que también puede ser muy peligrosa.

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