Latir y girar: Por más archivos, más abiertos y democráticos
Durante muchos años, los Archivos con mayúscula -las instituciones- y los archivos con minúscula -los conjuntos de documentos producidos por una persona, institución o familia en el transcurso de su quehacer cotidiano- fueron lugares solemnes, inhóspitos e inaccesibles, agobiantes laberintos, oscuros y fríos lugares de castigo, donde había que estar en silencio, portarse bien y pedir por favor.
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En ese entonces, los archivos estaban en manos de los administradores de vidas -los Estados, las iglesias, los reyes y los ricos, los portadores de las armas, siempre hombres- que guardaban y usaban a voluntad los documentos que demostraban, respaldaban y perpetuaban sus privilegios, limitando su uso y acceso a otros privilegiados -jueces, historiadores y letrados- que tomaban de los documentos oficiales las verdades oficiales que el sistema oficial requería que fuera contada.
Pero las cosas, por suerte, cambian. Desde hace ya varias décadas, y por varias razones, los usuarios y los usos de los archivos se han diversificado y con ello su acceso, que de a poco, se ha ampliado y democratizado. Custodiar los documentos -físicos y digitales- sigue siendo necesario, y los custodios de esos documentos se mantienen imprescindibles, pero ya no tienen que ser carceleros ni guardias armados, sino archivistas y comunidades vinculadas a los documentos.
Ese giro, surgido a mediados del siglo pasado, es el propuesto por el postcustodialismo, una mirada especialmente relevante este 9 de junio, Día Internacional de los Archivos.
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El poscustodialismo hace un llamado a sacar el foco de la acción de simplemente guardar los documentos, y busca ampliar la mirada a lo que viene después. Sin negar la importancia y necesidad de custodiar los documentos -acción sin la que éstos se pierden, dañan y desaparecen-, el postcustodialismo problematiza esa custodia y sus implicancias, y sobre todo presta más atención a las múltiples posibilidades de usos, usuarios, usuarias y significados de los archivos, incluyendo, por ejemplo, los que surgen en nuestra vida cotidiana.
Aunque la mayoría no lo sabe, los archivos están presentes en todo lo que hacemos: cada vez que vamos al consultorio a pedir una hora para el doctor, cuando emitimos una boleta de honorarios, compramos un pasaje de bus, o mandamos un correo electrónico.
Los archivos son testimonio administrativo, judicial, legal e histórico, y son herramientas que permiten el ejercicio de nuestros derechos. También son materia prima para la creación y el arte, a su vez que testimonio vital, emocional y sensible. La diversidad de usos, usuarios y usuarias de los archivos es de una riqueza literalmente infinita. Un mismo conjunto de documentos puede ser utilizado para distintos fines, por diferentes personas y de diversas formas al mismo tiempo.
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El postcustodialismo nos invita a ponernos las gafas archivísticas y expandir nuestra mirada, para que la presencia cotidiana de los archivos se haga visible, para que saquemos a los documentos de sus cajas y los usemos para latir y girar en el tiempo.
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*Este texto fue escrito en el contexto del proyecto Los Archivos Laten de Arde, un colectivo de mujeres que se dedica a pensar y crear archivos. Más contenidos del proyecto acá.