Del escenario a la realidad: El poder político del teatro
El teatro ha sido desde sus orígenes mucho más que una forma de entretenimiento. Es un espejo de la sociedad, una herramienta de crítica y, sobre todo, un motor de reflexión y cambio. Por ello, a través de los siglos, las obras teatrales han desnudado las realidades más crudas, cuestionado las estructuras de poder y desafiado las normas establecidas.
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En tiempos de crisis, censura o agitación social, el teatro ha sido una voz potente que, bajo el velo de la ficción, ha sabido poner el dedo en las heridas.
Uno de los ejemplos más icónicos del poder político del teatro es “Cabaret” de Kander y Ebb. Estrenada en Broadway en 1966, esta obra nos presenta a Sally Bowles, una joven cantante que exhibe una apatía política en la turbulenta Berlín de los años 30, justo antes del ascenso del nazismo. Este musical no solo nos cuenta una historia de amor y decadencia, sino que también nos advierte sobre los peligros de la indiferencia política.
En su reestreno en Chile en 2024, “Cabaret” resuena con una fuerza renovada, recordándonos que los mensajes de hace seis décadas siguen siendo relevantes. La actitud de Sally Bowles es tristemente reflejada en frases que escuchamos hoy: “¿Para qué votar, si mañana tengo que trabajar igual?” o “Esto no me afecta en nada”.
El teatro y lo político están intrínsecamente conectados. Cada obra es un reflejo de la sociedad de su tiempo y un comentario sobre los eventos contemporáneos. “Un enemigo del pueblo” de Henrik Ibsen, publicada en 1882, es otro ejemplo clásico. El doctor Stockmann, enfrentándose a los medios y las autoridades, descubre que una bacteria contamina el balneario de su ciudad, una fuente vital de ingresos. Esta obra expone la corrupción y la miopía política, temas que siguen siendo perturbadoramente relevantes hoy en día.
En Chile, la relación entre teatro y política es palpable. Obras como “La pérgola de las flores” de Isidora Aguirre, estrenada en 1960, nos muestran cómo la élite criolla utiliza sus redes de contactos y su despotismo para manejar la urbanización y el destino de las clases trabajadoras, reflejando problemáticas que aún resuenan en el Chile actual.
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Más recientemente, “No tenemos que sacrificarnos por los que vendrán” del Colectivo Zoológico, estrenada en 2015, nos ofrece un guion basado en las actas desclasificadas de la junta militar chilena, revelando la crudeza de los planes laborales de los Chicago Boys. Esta obra no solo nos presenta hechos históricos, sino que nos obliga a enfrentarnos a nuestra propia historia reciente y a reflexionar sobre las consecuencias de las decisiones políticas.
Otra obra destacada es “Lucía”, una comedia negra estrenada también en 2015 por la compañía La Trompeta, donde Carmina Riego interpreta a Lucía Hiriart, esposa de Augusto Pinochet. A través del humor y la sátira, la obra expone la percepción del rol de la mujer en la época de la dictadura y nos ofrece una visión crítica de la época.
Finalmente, “El asilo contra la opresión” con dramaturgia de Alejandra Matus, estrenada en 2023, presenta una visión distópica y absurda del matrimonio Pinochet y Allende en un asilo en Miami. Esta obra nos lleva a repensar la historia y el papel del arte en la política, subrayando cómo el teatro puede ofrecer nuevas perspectivas y cuestionar narrativas establecidas.
El teatro es y siempre será una herramienta esencial para la reflexión y el cambio social. Nos muestra cómo “somos” y nos enfrenta con problemas y discusiones que han persistido durante décadas. Los mensajes que nos entrega el teatro son fundamentales para comprender y entender lo político.
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Es una relación interminable y vital. En un mundo donde la apatía política parece estar en aumento, el teatro sigue siendo un faro de crítica y esperanza, recordándonos que, aunque las circunstancias cambien, los problemas de fondo siguen vigentes y requieren nuestra atención y acción.