El futuro de la salud de niñas, niños y adolescentes: Un escenario dramático
Respecto al Mapa Nutricional 2023 publicado la semana pasada por la JUNAEB, los resultados no llaman la atención. La obesidad fue declarada pandemia por la Organización Mundial de la Salud hace más de una década (OMS, 2010).
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En Chile, tres de cada cuatro chilenos (74,2%) presentaban algún grado de malnutrición por exceso, según la Encuesta Nacional de Salud 2016-2017, cifra que aumentó en más de 10 puntos desde la misma encuesta del 2010.
La prevalencia de sobrepeso u obesidad es similar entre las embarazadas chilenas, siendo esta última una de las principales causas de macrosomía en recién nacidos (peso mayor a 4Kg), es decir, que nacen con exceso de peso, lo cual incrementa el riesgo de desarrollar problemas de salud, como diabetes mellitus tipo 2, obesidad y enfermedades cardiovasculares durante la niñez y la etapa adulta de esos bebés.
En general, las embarazadas en Chile no realizan actividad física, y las que lo hacen tienden a reducir dicha práctica a medida que avanza el embarazo. Desde el personal médico especializado, la generalidad es que no se promociona la práctica de actividad física durante el embarazo.
Contados son los ginecólogos, ginecólogas y matronas que recomiendan la práctica de actividad física a embarazadas, aun cuando es ampliamente sabido que se asocia a una menor incidencia de diabetes gestacional en las madres y de macrosomía en los recién nacidos, sobre todo entre embarazadas con sobrepeso u obesidad.
La obesidad infantil es el resultado de diversas causas. He mencionado el estado nutricional de las madres producto, probablemente, de sus hábitos de vida poco saludables, que incluyen escasa o nula actividad física, exceso de tiempo en comportamiento sedentario, dietas altas en grasas, azúcares refinadas y alimentos ultraprocesados, exceso de calorías, bajo consumo de frutas y verduras, etc., los cuales son adoptados por los niños y niñas.
Como educadores y educadoras observamos las conductas habituales de los y las escolares, caracterizadas hoy en día por un exceso de tiempo ininterrumpido en comportamiento sedentario, definido por las actividades que tienen un bajo gasto energético en posición sentada o reclinada mientras estamos despiertos (SBRN, 2014).
Esto ha sido habitualmente impuesto durante la jornada escolar, por una preponderancia de clases teóricas extensas e inactivas, pero también se han hecho costumbre durante el tiempo de ocio de niños, niñas y adolescentes de todas las edades, por el excesivo y masivo uso de pantallas (ver televisión, uso de teléfonos celulares, tablets, videojuegos, etc.).
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Es muy importante aclarar que la evidencia científica ha demostrado que el exceso de tiempo en comportamiento sedentario aumenta el riesgo de desarrollar enfermedades crónicas, entre otros efectos adversos para la salud, incluso en personas activas.
Pero si a ese tiempo excesivo le sumamos la inactividad física y la obesidad, el escenario que se proyecta sobre la salud futura de nuestros y nuestras escolares no es muy prometedor, por no decir dramático.
Es cierto que las autoridades han implementado medidas para mejorar los hábitos de vida de la población como, por ejemplo, incorporando sellos negros en los alimentos menos saludables, promoviendo dietas saludables a quienes reciben ayudas de alimentación, instalando más máquinas de ejercicios en plazas y espacios públicos, entre otras medidas que no han tenido los resultados esperados, lo cual se confirma con el ya mencionado Mapa Nutricional 2023.
Debemos reconocer que los altos niveles de delincuencia no colaboran en que niños, niñas y adolescentes incrementen sus niveles de actividad física, sumado a que las viviendas son cada vez más pequeñas, limitando el espacio que potencialmente podría destinarse o utilizarse para realizar actividad física.
Pero el desconocimiento de profesores, profesoras, padres y madres sobre el efecto adverso que tiene para la salud pasar exceso de tiempo en comportamiento sedentario no aporta. En ese sentido es importante que la autoridad pertinente tome medidas que busquen educar e informar al respecto, para crear conciencia sobre el tiempo que dedicamos al comportamiento sedentario y sus efectos en la salud.
Me refiero específicamente a este punto porque se supone que el conocimiento sobre los beneficios de la práctica regular de actividad física y de las dietas saludables son más conocidos, pero la realidad parece demostrarnos que la mayor parte de la población, ya sea por desconocimiento o por voluntad, no está dispuesta a cambiar sus hábitos de vida ni los de sus hijos e hijas.
Por ello, las autoridades responsables, profesores y profesoras y toda la sociedad de forma colectiva debemos promocionar la salud de todos y todas, enfatizando en los beneficios de la vida activa, reforzando sobre los riesgos asociados a los estilos de vida poco saludables (inactividad física, malnutrición y el exceso de tiempo en actividades sedentarias de forma ininterrumpida) para mejorar la salud física, mental y la calidad de vida de los chilenos y chilenas.
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Mientras no nos comprometamos como sociedad a cambiar nuestros estilos de vida, difícilmente observaremos cambios significativos en cuanto a la situación nutricional de nuestros escolares en el futuro.