De lo que nos enseña la hiper-realidad de Gaza
“Asi pues, todo se transfiere al ámbito de lo virtual, y con lo que nos las tenemos que ver es con un apocalipsis real”.
Jean Baudrillard. La guerra del golfo no ha tenido lugar. 1991. P. 9
La batalla cultural, como hoy llaman la batalla por los relatos, ha sido decisivamente marcada por las redes sociales. Debemos reconocer la efectividad de la imagen instantánea, que hoy inunda las redes con innumerables muestras de violencia y brutalidad en su manifestación viva. Y eso merece una reflexión acerca del efecto y la reacción que esa hiper-realidad de las imágenes produce en nosotros, receptores pasivos y no tan pasivos.
Con hiper-realidad me refiero a un espacio virtual donde las imágenes que circulan tienen un efecto sobre la realidad y la manera que tenemos de percibirla y actuar de acuerdo a ella.
El filósofo Francés Jean Baudrilliard a comienzos de los años noventa nos decía que la (primera) guerra del golfo no ha tenido lugar, refiriéndose críticamente al efecto de espectáculo que significaba su transmisión en vivo y en directo. La virtualidad convertiría la guerra en un no-acontecimiento impactando sobre su efecto de verdad.
El consumo de imágenes de guerra se efectuaba como otra forma más de objetivación del mundo, más bien la guerra, como acontecimiento único y horroroso, desaparecería como realidad, teniendo como efecto que ella deviene en otra imagen-mercancía.
Siguiendo la crítica de Baudrillard, la imagen terminaría por reemplazar la realidad y con ello la violencia, el horror y la muerte que toda guerra significa, quedaría apaciguada y presa en la pantalla. De esa manera, nos mantenemos suspendidos en lo virtual mientras que lo que realmente enfrentamos es el horror de lo real. Esta crítica está enmarcada en el desarrollo de una filosofía del vértigo como fue la postmoderna, que lidiaba reflexivamente con la aceleración de las tecnologías aplicadas a todas las dimensiones de la vida humana y que no escondía su desconfianza hacia estos procesos.
Sin embargo, hoy, en tiempos de un proceso de genocidio de “libro de texto”, -como lo han denominado algunos investigadores -, la imagen y la transmisión en vivo y en directo de ese horror ha permitido exponer una realidad que es vergonzosamente impugnada y puesta en entredicho por aquellos medios que se auto denominan “de información”.
Pese a lo anterior, algunos medios de todas formas han hecho desesperados intentos de enmarcar su trabajo periodístico distinguiendo su labor como esencialmente basada en “hechos” (como lo ha hecho el ARD alemán), al mismo tiempo que critican a las redes sociales apuntándolas como especialmente frágiles ante la manipulación política del que los expone. Entonces, según ese discurso mediático, habría que creer en esos “medios de comunicación” oficiales (que informan “desinteresadamente”), mientras que hay que desconfiar de las redes sociales porque sus posibilidades de manipulación son prácticamente infinitas, al no existir filtro alguno entre la “verdad” y la “mentira”.
Sin duda hay mucho de eso. Pero también hay más.
En Alemania, -que es desde donde escribo- la prensa oficial ha sido particularmente insidiosa en negar, silenciar, y manipular las noticias referentes al “conflicto del medio oriente”. Mientras que una ciudadanía no-alineada ideológicamente, principalmente jóvenes, estudiantes, muchos de ellos extranjeros y racializados (no precisamente los consumidores de los medios oficiales) han protestado activamente contra el genocidio en curso, sufriendo casos de difamación (“antisemtia”, “simpatizantes de Hamás”), agresión (se prohíbe la bandera palestina en marchas anti-fascistas) y persecución legal, entre muchas otras.
La protesta solidaria con el pueblo Palestino, si no es derechamente criminalizada, es difamada en los medios de prensa, que interpretan los llamados a un “Alto al fuego” y “Palestina libre” como “violentas”, “antisemitas” y “llamados al odio”.
Tal escenario de corrupción y manipulación mediática da cuenta de un discurso concertado entre medios y gobierno, que prohíbe, persigue y reprime toda manifestación pública que se atreva a criticar la política de ocupación, apartheid y genocidio del Estado de Israel, así como también la complicidad del estado Alemán que movido por su culpa histórica por el holocausto, ha declarado que la seguridad de Israel es “razón del Estado alemán”.
¡Pues qué mejor forma de lavar la culpa por un genocidio, que siendo cómplices de otro! (¡Vaya manera de aprender de la historia!)
Es por esto que las redes sociales se han convertido en un medio necesario para todo acto de resistencia al interior y al exterior de estas sociedades. Esto no es algo nuevo y viene desarrollándose hace ya algún tiempo. Las imágenes que salen de Gaza muestran el horror de una realidad que podemos llamar “libre de interpretación”, y por ello se ha vuelto peligrosa para los que intentan acallar y perseguir la protesta y el descontento en estas sociedades que se precipitan hacia el autoritarismo.
Si la transmisión en vivo y en directo de la guerra del Golfo -según la lectura de Baudrillard -, en su momento la desproveyó de su “efecto de realidad”, hoy en cambio el genocidio en Gaza deviene Realidad (con “R” mayúscula) debido a esa hiper-realidad virtualizada que vemos proyectada cada día en nuestras pantallas. En otras palabras, la exposición de lo que ocurre en gaza en las redes sociales ha puesto totalmente en entredicho la versión manipulada de los principales medios de (des)comunicación del occidente y del Norte Global.
Hace poco un representante de la Liga Anti-Difamación (ADL siglas en inglés), reconocía que “tenemos un problema (con) Tiktok”. Llamando la atención del “problema generacional” que enfrentan las agencias de propaganda pro-zionista de controlar el discurso sobre la guerra en Gaza y re-encauzar las simpatías de una opinión pública que se solidariza cada vez más con el sufrimiento del pueblo Palestino. Esto demuestra que la brecha generacional ha influido fuertemente en el consumo y uso de las redes sociales, las que permiten el acceso a ciertas imágenes que suelen ser completamente filtradas en los medios convencionales. Esto también da cuenta de la lucha por el control de los relatos.
Claramente la destrucción de Gaza, tiene un correlato por el valor de la verdad, el uso de las palabras sin maquillaje ni eufemismos, y el derecho a defender la vida humana contra los insidiosos intentos de deshumanizar la vida palestina. De esta manera, la proyección de la realidad virtualizada a través de las redes sociales se ha convertido en el principal aliado de la lucha contra este proceso de deshumanización.
Debemos resistir el que en nosotros se inocule la indiferencia, sobre todo por los vergonzosos intentos de controlar el discurso aquí en el Norte global. Porque probablemente Gaza será solo una muestra del futuro incomodo que nos espera si es que no rehusamos acostumbrarnos a la lenta deshumanización del pueblo Palestino.
No dejemos que el silencio selle nuestra propia complicidad con un genocidio en curso. Por eso debemos enfrentar ese horror, comenzar a desentrañar su historia y genealogía, y permitir que lo que vemos proyectado virtualmente nos interpele como seres humanos al conectarnos con nuestros propios sentimientos, de indignación y rabia, por la crueldad y deshumanización que presenciamos diariamente.