¿Estamos dispuestos a pagar con nuestras vidas el costo de la inacción en delincuencia?
Para nadie es novedad la ola de violencia que ha sacudido los últimos meses a todo nuestro país. La escala de agresividad en la comisión de los crímenes pone de manifiesto una realidad alarmante que afecta no solo a algunos, sino a todo Chile. Los titulares recientes de noticias sobre tiroteos, homicidios y robos en distintas zonas del país dan testimonio de la gravedad de la situación.
El 21 de febrero, una adulta mayor resultó gravemente herida por una bala perdida durante un enfrentamiento armado en las calles de La Granja. Este lamentable incidente no solo pone en peligro la vida de una inocente vecina, sino que también refleja la brutalidad y la falta de respeto por la vida humana que caracterizan a los crímenes a los que debemos habituarnos hoy en día.
Pocos días después, el 27 de febrero, otro incidente conmocionó a la comunidad de la misma comuna: un adolescente de apenas 15 años fue detenido por su presunta participación en el homicidio de un conductor. Este suceso revela la escalada de la violencia, así como la participación de jóvenes en actividades criminales cada vez más peligrosas y violentas a muy temprana edad.
A esto se suma lo ocurrido el pasado lunes 11 de marzo, cuando un hombre murió luego de recibir un balazo en la cabeza en el sector de calle Santa Ana de la misma comuna. Otro hecho lamentable que nos da cuenta de la gravedad de las situaciones que estamos enfrentando. Ante ello, es necesario fortalecer el trabajo de las policías, por ejemplo, descargando de ellos la tareas administrativas en las comisarías y cuarteles. Lo sucedido en La Granja es de extrema gravedad, los vecinos están altamente impactados, con una sensación de temor e inseguridad que ya no da para más.
A pesar de estos hechos desalentadores, también es importante destacar los esfuerzos de las autoridades para combatir la delincuencia. Sabemos que existe un compromiso por parte del gobierno por invertir y abordar la temática en todos sus aspectos, no obstante es muy difícil quedarnos de brazos cruzados viendo cómo nuestros vecinos y vecinas son afectados por estas situaciones.
La crisis de seguridad en Chile no es un problema que pueda ser ignorado o subestimado. Detrás de cada estadística de delitos hay vidas humanas en riesgo, familias afectadas y comunidades enteras que sufren las consecuencias de la violencia. Es fundamental que tanto las autoridades como la sociedad en su conjunto trabajen juntas para implementar medidas efectivas que garanticen la seguridad y el bienestar de todos los ciudadanos.
El Estado, los distintos ministerios, subsecretarías y por supuesto los municipios, deben vincularse de forma directa con las comunidades y entregarles soluciones que permitan vivir en un ambiente sano y seguro para que nuestros niños y niñas puedan crecer en paz.
La violencia en La Granja, mi comuna de origen, es solo un síntoma de un problema más amplio que requiere una respuesta urgente y coordinada. Es hora de dejar de lado las diferencias políticas y unirnos en un esfuerzo común para construir un Chile más seguro y pacífico para todos. Como muchos, yo aún tengo esperanza.