¿Qué es ser mujer trabajadora hoy en Chile?
La historia no se repite, ni retrocede. A veces, hay repliegues y siempre la caracola da la vuelta en un estadio superior. Los desafíos de hoy distan mucho de los de la época de la Independencia, cuando el Presidente de la Junta Representativa de la Soberanía de Chile, José Miguel Carrera, dictó un decreto para fundar escuelas para mujeres, el 21 de agosto de 1812.
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De la mano del acceso a la educación y de la organización, las mujeres en este país han construido su historia junto a los hombres y, demasiadas veces, a pesar de ellos.
Más allá de las creencias no basadas en datos, las demandas por igualdad de derechos crecieron con el país y también con el mundo, siempre desde la organización, pues como expuso un haz de luz como Federico Engels en El origen de la familia, de la propiedad privada y del Estado, “…la emancipación desde que la gran industria ha arrancado del hogar a la mujer para arrojarla al mercado de trabajo y a la fábrica, convirtiéndola bastante a menudo en el sostén de la casa, han quedado desprovistos de toda base los últimos restos de la supremacía masculina en el hogar del proletario, excepto, quizás, cierta brutalidad para con sus esposas, muy arraigada desde el establecimiento de la monogamia (…) La mujer ha reconquistado en la práctica el derecho de divorcio.(…) el matrimonio proletario es monógamo en el sentido etimológico de la palabra, pero en absoluto lo es en su sentido histórico”.
El Censo realizado en 1854 mostró que el 30,7% de ellas declaró tener un oficio. Los hombres eran el 50,8% de la fuerza laboral. Los datos impresionan. De cada 100 mujeres, 71,3 trabajaban en la industria: 38,7 en textiles y 29,6 en vestuario y tocado; mientras que un 26,4 se desempeñaban en servicio doméstico. Para los hombres el gran rubro era la agricultura (65,8 de cada cien). La innovación tecnológica y la depresión económica tuvo como primeras víctimas a las mujeres, y en el contexto del desempleo masivo y la explotación, las demandas por derechos laborales fueron unitarias entre ellas y, a poco andar, se ampliaron a los derechos civiles y sexuales.
En 1860 se promulgó la Ley Orgánica de Enseñanza Primaria Normal, que determinó la igualdad de condiciones para ambos sexos en la educación y el 6 de febrero de 1877 se dictó el Decreto Amunátegui, del entonces Ministro de Instrucción Pública, Miguel Luis Amunátegui, el cual otorgó a la mujer el derecho de ingresar a la Universidad.
En esa ebullición, la conquista del derecho a voto era casi obvia, pero se demoró hasta 1949 en ser un hecho.
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Mujer y seguridad social
Este año se cumplen cien años del reconocimiento del derecho a seguridad social en Chile. Camino cuyos artífices han sido las y los trabajadores, especialmente en temas de pensiones, seguridad y salud. El 8 de septiembre de 1924 se creó la "Caja de seguro obligatorio", el primer sistema de previsiones dirigido a trabajadores, el cual incluía un seguro de vejez y servicios a la medicina de tipo organizada.
A los avances alcanzados en la década del 60 hasta el 73 le siguió la persecución y represión en dictadura, con la negación de derechos, incluido el derecho a la vida para quienes pensábamos diferente.
El plebiscito del 88 y su posterior democracia trajo recuperación institucional, nuevos reconocimientos como la Ley de las tres causales y el bono por hijo, hasta la creación del Ministerio de la Mujer y Equidad de Género, en 2016. Sin embargo, falta mucho. Los femicidios en este año ya suman siete consumados y 33 frustrados.
Las trabajadoras en Chile, además, siguen afectadas por pensiones que no le hacen justicia, sufren aún por el doble trabajo (en sus casas y en sus faenas remuneradas) y si bien las tasas de sindicalización de ellas, entre 2002 y 2022, crecieron de un 8,2% a un 16,7%, no ocurrió lo mismo respecto de la participación en cargos dirigenciales. Además, la desigualdad entre ganancias y salarios en vez de disminuir, aumentó. En 2002, por cada 8 horas de trabajo, 4,5 se destinaban a pagar salarios y 3,5 era ganancia de capital. En 2018 la proporción fue de 3 y 5.
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Es la sociedad en su conjunto la que debe revisar esto y los gobiernos procurar la equidad y el resguardo a quienes siguen siendo percibidas como débiles y obligadas. El mundo mira y Francia, con el ejemplo de lo que se vislumbró en el intento de una nueva Constitución en Chile hace dos años, consagró este 5 de marzo el derecho al aborto en su Constitución. Algo, y no poco, pero aún lejos de ser lo suficiente.
Avanzamos en esta faja de tierra al sur de todo, y en el contexto de un recién conmemorado 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, solo cabe fortalecer la unidad en el compromiso por ejercer los derechos que nos corresponden.