Enero de 2024 fue el enero más cálido en la historia de Santiago desde 1950 y las temperaturas altas han sido persistentes: la capital vivió por primera vez desde que hay registros 33 días seguidos con su temperatura máxima sobre los 30°.

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La seguidilla se dio desde el 14 de enero hasta el 15 de febrero, quebrándose la racha el 16 de febrero con una máxima de 29,9°. El fenómeno de El Niño, que se asocia a un aumento de las temperaturas superficiales, se desarrolla desde 2023 en un contexto de calentamiento global de más largo plazo generando récords de temperatura en distintos ámbitos.

Esto se puede registrar a escala global, en que por primera vez el planeta cumplió un año entero con temperaturas de 1,5° por sobre el promedio en el período pre industrial. Se trata de la temperatura límite establecida por el Acuerdo de París, aunque para superarlo se necesitarían varias décadas consecutivas con ese promedio de temperatura.

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Sin embargo, para la comunidad científica y ambientalista se trata de una señal de alerta, de cómo el mundo está en un camino directo a superar umbrales y vivir escenarios climáticos que han sido descritos como catastróficos para la vida humana.

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¿Qué se puede hacer?

El calor extremo afecta directamente la calidad de vida y salud de las personas, por lo que adaptarse a este escenario se ha convertido en una preocupación de las políticas públicas en el país.

Así se puede ver en iniciativas desarrolladas en comunas de la capital como Santiago o Las Condes, donde se instalan puntos de sombra, descanso e hidratación en distintos lugares de la ciudad para que la gente pueda resguardarse y evitar padecer un shock de calor.

El Gobierno Regional Metropolitano también está implementando un programa para plantar 30 mil nuevos árboles urbanos y 33 boques de bolsillo en la capital, específicamente para combatir el calor extremo. Los árboles entregan sombra y logran reducir la temperatura local.

El Ministerio de Salud, por su parte, está trabajando con las productoras de eventos masivos del país para establecer protocolos y medidas que eviten situaciones de riesgo de salud debido al calor extremo en conciertos, partidos de fútbol y otros eventos durante el verano.

Desde la academia se ha levantado un llamado para generar una política pública que incentive la infraestructura verde en la ciudad, y sobre todo los techos verdes, por su capacidad de enfriar la temperatura local y reducir las islas de calor.