Comparando peras con municipales
En cada elección distintos profesionales y/o interesados en las elecciones realizan sus estimaciones y análisis electorales, desarrollan entonces argumentaciones que intentan justificar los números y las razones del resultado obtenido, y usan para ello distintas metodologías, usualmente las más afines a sus experiencias, instintos o conocimientos previos.
Hay quienes, con vasta trayectoria en el área, logran atravesar los cercos comunicacionales según el sesgo del medio y los datos mostrados, mientras que otros, a través de nuestras cámaras de ecos digitales, se lanzan a la apuesta de quién logra una estimación más acertada esta vez. Pero no todo análisis electoral es correcto, no toda estimación basada en datos es significativa.
Sin duda, una estimación basada en datos, ya sean cualitativos o cuantitativos, posee mayor peso que aquellas que se basan en sentir un pulso político en el momento. También, no es comparable la metodología de encuestas periódicas a nivel nacional con aquellas encuestas que, como se está haciendo costumbre, aparecen solo semanas antes de la elección.
Entonces, ¿qué datos son comparables? Hay un error común en comparar elecciones que poseen distintas formas de elección y distribución de la representatividad, es decir, "peras con manzanas". Por ejemplo, no son comparables las elecciones presidenciales de segunda vuelta con las elecciones municipales de alcaldías. Una es una decisión entre una oferta binaria (dos opciones electorales), mientras que la otra se elige una opción dentro de un número X de opciones, donde el espectro político de "izquierda – derecha" es más amplio (y a veces hasta más difuso) que en una opción binaria.
En el último plebiscito de 2023 se dio la competencia electoral entre dos opciones: "A Favor" y "En Contra". Uno se acercó al espectro político de la derecha, mientras que el otro se acercó al espectro político de izquierda. En este caso, esta elección solo era comparable al plebiscito de salida de 2022, donde se enfrentaba el Apruebo (opción cercana a la izquierda) y el Rechazo (opción cercana a la derecha), no existiendo ninguna otra elección comparable hasta la fecha. Por ende, contando con poca información para estimar resultados convincentes más allá de los que pueden ser obtenidos por encuestas de opinión.
Esto se debe a que las elecciones anteriores que podrían ser comparables, que tienen opciones binarias como las segundas vueltas presidenciales o el plebiscito del año 1988 en plena dictadura, poseen tres problemas importantes. El primero es que las elecciones con voto voluntario (a partir de 2012 hasta 2021) no son comparables con las elecciones de voto obligatorio. En una se moviliza al electorado convencido, informado o con alguna razón que haya detonado su participación electoral, mientras que en el voto obligatorio el ciudadano teme más a la multa de la no participación, siendo forzado a ir a sufragar cuando "nada le interesa", "nada le importa", etc.
En el segundo problema, es muy distinto votar por una opción de constitución que por una opción presidencial (una persona). El votar por una opción u otra que poseen explícitas o implícitas marcas de un espectro político no significa necesariamente que el elector sea parte de ese espectro político. A modo de ejemplo en el último plebiscito, realizado este domingo 17 de diciembre, ganó el "En Contra", opción electoral enmarcada en el espectro de la izquierda, pero aún así los personajes políticos "presidenciables" que aparecen en los sondeos de encuestas de opinión, y que siguen marcando mejores resultados, son personas vinculadas a la derecha.
El tercer problema es que los votantes mutan. En términos simples, el votante del año 1988 es completamente distinto al electorado que ha votado en este 2023. Esos 35 años de diferencia (53 años de una persona que, a partir de los 18 años, vota) sin duda no pasan en vano. Hoy ese electorado posee otras esperanzas, experiencias y miedos distintos a diferencia, quizás, de la osadía juvenil de querer cambiarlo todo.
Estos problemas son los que los analistas electorales enfrentan al intentar estimar resultados con información adecuada. Ahora, hoy las encuestas de opinión política y periódicas son las más "útiles" a la hora de realizar estimaciones (lo que no significa que no se deban cuestionar sus metodologías, sesgos o intenciones), pero vale insistir, debido a lo ya indicado, que por lo menos debe rondar cierta sospecha ante análisis electorales que se vendrán para las municipales de 2024.
Estas elecciones municipales serán con votante obligatorio (la última elección municipal obligatoria fue en el año 2008), mientras que la última elección de 2020 fue con votante voluntario. Entonces se puede decir, que “el electorado que eligió a los últimos alcaldes y alcaldesas del país ya no existe” como lo menciona Axel Callis, y no puede ser comparado con los resultados previos en municipales o con este último plebiscito, ya que son distintos motivantes y métodos de representación electoral.
"Los análisis electorales son como el pronóstico del tiempo, a veces aciertan y a veces llueve", dice un viejo refrán. Todo lo anterior no busca desmotivar la incansable búsqueda de lograr estimar y explicar resultados electorales a futuro, sino ahondar en comparaciones estadísticamente significativas y académicamente correctas. Que tomen en cuenta historiales electorales similares y encuestas de opinión política metodológicamente correctas, que no busquen instalar ideas sesgadas en el elector.
Esta es la búsqueda incansable del “Santo Grial” de las estimaciones que investigan los aficionados y profesionales del área del análisis electoral, por eso, en palabras del cientista político Patricio Navia: "En cierto modo, el sub-campo de la ciencia política que se aboca a estudios de comportamiento electoral se asemeja a la sismología. Sabemos dónde es más probable que ocurran los sismos, somos capaces también de medir su intensidad y explicar las razones por las que se produjeron. Incluso podemos anticipar cuándo es más probable que ocurran. Pero al igual que los estudios de los terremotos, los politólogos no somos capaces de anticipar exactamente cuándo se producirá el próximo sismo electoral" (2009)