Inclusión y accesibilidad, los retos de Chile a los que los Parapanamericanos ponen lupa
Sebastián Lucero se traslada en una silla de ruedas automática por las calles del centro de Santiago. Tiene 36 años y se desplaza de forma autónoma, pero se queja porque las veredas están “medio malas” y que le “cuesta” utilizar el transporte público.
“A veces los ascensores del metro no funcionan y entonces tengo que pasar de largo varias estaciones y luego volver a hacer transbordo. Es complicado”, reconoce a EFE.
Según el Estudio Nacional de Discapacidad de 2022, en Chile el 17,6% de los adultos conviven con alguna discapacidad leve, moderada o severa; mientras que el porcentaje en niños y adolescentes es de 14,7%.
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Hablar de accesibilidad, sin embargo, implica un concepto más “amplio”, según los expertos, que incluye mucho más que una silla de ruedas: “También puede ser una persona ciega, sorda o con autismo, puede ser una mamá con un coche de bebé, una persona mayor o una que se ha lesionado”, sostiene a EFE el arquitecto de la Universidad de Santiago, Pedro Chana.
El padre de Alejandro Arenas se cayó, con 76 años, en una calle del casco histórico al tropezar con uno de los muchos hoyos que estropean el pavimento capitalino. “No hay preocupación por la gente con discapacidad o poca movilidad, falta mucha cultura hacia esas personas, son invisibles”, lamenta.
El deterioro de las calles es una crítica recurrente entre los vecinos afectados. Héctor, de 70 años y “con algunos problemas” para caminar, también se queja de los agujeros que se le cruzan en el camino; y lo mismo opina a EFE Luisa, de 69 y con esclerosis múltiple diagnosticada: “(Faltan) mejoras, por ejemplo, en los adoquines, de repente hay unos sueltos o desnivelados, y una los pasa con dificultad”.
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“Nada está pensado con accesibilidad universal”
“La accesibilidad en Chile todavía es un poco inmadura”, señala Chana. Aunque las primeras leyes de inclusión se instauraron en 2010, faltan recursos y su “mala distribución” –apunta el académico– provoca que las zonas más acomodadas estén mucho mejor preparadas que las más empobrecidas.
En opinión de la directora de la Academia Latinoamericana de Inclusión, Carolina Pérez, “tener una vereda bien hecha no necesariamente habla de accesibilidad”. Según ella, “la cadena se tiene que mantener por completo: si la vereda está bien, pero luego llegan dos escalones, no sirve de nada”.
Pedro Chana pone otro ejemplo: “El transporte público (bus urbano y metro) funciona con torniquetes que no dejan pasar una persona embarazada, mucho menos una persona en muletas o en silla de ruedas”.
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Además, en el metro –recalcan los especialistas– hay paradas sin ascensor, otras con ascensor solo de un lado de la calle y, cuando los hay en ambos lados, muchas veces no funcionan.
Tampoco el transporte privado que funciona por aplicación es una opción válida la mayoría de veces, dice Pérez: “Las app de coches privados no tienen obligación de recoger a personas en situación de discapacidad, no existe ninguna regulación para ellos”.
“Nada está pensado con accesibilidad universal: ni el transporte, ni la educación, ni las calles, ni los edificios públicos, ni las universidades, absolutamente nada”, resume.
“Cumplir la ley y los compromisos”
Los expertos coinciden en que es necesario un cambio social y cultural a favor de la inclusión: “Basta con soltarse un poco, no tener miedo, ser respetuoso y preguntar cuando no sabes”, señala el arquitecto.
En su opinión, los Juegos Parapanamericanos fueron un “buen puntapié” para fomentar la “cultura accesible, inclusiva y que muestre a las personas con discapacidad activas, no pasivas o dignas de caridad”, añade.
Carolina Pérez, en cambio, critica que el macroevento deportivo haya servido para mejorar la accesibilidad solo en lugares “muy puntuales”, como el centro de alto rendimiento deportivo o la villa olímpica, donde se alojan los paratletas: “¿Qué pasa si los deportistas se hospedan en otro sistema de hotelería? ¿Cómo se suben a la micro (bus urbano) o al metro?”, se pregunta.
Varios de los participantes del certamen comentaron a EFE que, en general, se han sentido “cómodos” en las instalaciones.
Para Pérez, los desafíos pendientes se sintetizan en uno: “Chile tiene que cumplir la ley y sus compromisos en la materia. Desde el palacio de La Moneda hasta el colegio más humilde están al debe”.