El infierno que vive la niñez palestina a 34 años de la Convención sobre los Derechos del Niño y la Niña
El día de ayer, 20 de noviembre, se conmemoró la Declaración de los Derechos del Niño, proclamada por las Naciones Unidas en 1959, y la posterior aprobación de la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN) en 1989.
La CDN fue aprobada y ratificada por todos los países del mundo, a excepción de Estados Unidos. Esta, en su artículo 4, obliga a los Estados Partes a "adoptar todas las medidas administrativas, legislativas y de otra índole para dar efectividad a los derechos reconocidos en la citada Convención" (CDN, 1989, Art. 4°).
Israel firmó el documento el 3 de julio de 1990, comprometiéndose así, como Estado parte, a ser garante principal de los derechos de la niñez y adolescencia, lo que significa no solamente respetarlos, sino protegerlos, defenderlos y promoverlos dentro de sus programas legislativos.
Frente a los ojos de toda la comunidad internacional, desde el 7 de octubre del presente año se ha desplegado a una cruda masacre al pueblo palestino, incluidos principalmente niños y niñas (sin mencionar todo el genocidio que ha precedido a esta fecha). Las últimas cifras, según la Comunidad Palestina de Chile, confirman que 11.517 palestinos han sido asesinados por Israel, entre ellos más de 4.710 son niños y niñas. (al 16 de noviembre 2023).
Sin duda, estas cifras estremecen, pero desde hace años niños, niñas y adolescentes palestinos son procesados y apresados sin ajustarse a normas internacionales. La infancia Palestina está viviendo realmente un infierno. Los daños no son solo físicos, sino que además y esencialmente emocionales, por el trauma que han vivido. Existe un daño irremediable gatillado por el horror, la pérdida, el terror y el dolor. “Si hubiera muerto con mi madre hubiera sido mejor”, expresa en llanto una niña que sobrevivió al bombardeo israelí.
Es urgente preguntarse entonces por la validez de la CDN y el nivel de incidencia de los organismos internacionales frente a esta vulneración sostenida y creciente por parte de un Estado que se comprometió a ser garante de los derechos de las infancias, ante los ojos del mundo. ¿Tiene el Comité de los Derechos del Niño y de la Niña algún poder resolutivo ante vulneraciones cometidas por un estado? ¿Cuál es la señal que se está dando a la comunidad internacional?
Al parecer, la respuesta a la última pregunta comprueba que el poder político y económico se impone por sobre los derechos humanos. Prueba de ello, es lo que está ocurriendo actualmente por parte del Estado de Israel. Una potencia mundial tiene la potestad de asesinar, secuestrar y desterrar a un pueblo entero sin que los organismos internacionales como ONU y Unicef puedan hacer algo. Menos poder de impacto tenemos las y los ciudadanos del mundo, que impotentes observamos la barbaridad y catástrofe humana.
En la conmemoración de la Convención de los Derechos del Niño y de la Niña, celebramos el hito que este acuerdo mundial ha tenido en la representación social de las niñeces como sujetos del presente. Sin embargo, es un periodo gris como las calles de Gaza teñidas de pólvora, pues no estamos siendo capaces de asegurar los derechos de niños y niñas, sino más bien estamos presenciando el exterminio racista de una comunidad entera, por medio de la aniquilación de su población más joven: lactantes, niños, niñas y adolescentes.
Docentes e investigadores que trabajamos con y para las infancias, no podemos ser pasivos frente al exterminio de derechos de la niñez de cualquier parte del mundo, como tampoco de la provocación de un profundo estado de vulnerabilidad de niños y niñas palestinas. Es urgente posicionarse como defensores de derechos de las niñeces del mundo y como activistas por infancias libres y felices.