China y las pasiones desatadas
Un grupo de parlamentarios de derecha quieren decirle al presidente chileno con quién puede viajar a China y con quién no. En una acción de máxima imprudencia política, sin precedentes, han cuestionado a una ministra mujer, parte del comité político, por ser militante comunista y demandan que no se suba al avión. Dicen que “como vocera ella debe estar en Chile mientras el presidente viaja…”. China en la política chilena (como en otros países) es gravitante y genera pasiones desatadas. Vamos por parte.
China es el principal socio comercial de Chile. Al país asiático enviamos durante 2022 el 39,4% de los productos chilenos por un monto de 38 mil 477 millones de dólares. Las industrias más favorecidas son la minería (cobre y litio, principalmente) y la poderosa industria de la tierra, la agropecuaria, con toneladas de vinos, frutas (sobre todo rojas como cerezas) y carne de cerdo. Al revés, lo que importamos de China son automóviles, teléfonos celulares, buses de turismo y generadores fotovoltaicos, capaces de transformar los rayos de sol en electricidad. Durante la pandemia, fuimos parte de una alianza con SINOVAC y compramos millones de dosis de vacunas, junto con anunciar la construcción en el país de un laboratorio (único en América Latina) para fabricar vacunas y distribuirlas a otros países del continente.
Todos los gobiernos de los últimos 30 años en Chile han comprendido la importancia de ese mercado, incluso ignorando solapadamente los temas de derechos humanos que suelen no ser parte de la agenda. Han viajado presidentes socialistas, demócratas cristianos y de derecha. Y todos se han hecho acompañar de sus ministros, parlamentarios y empresarios que participan de este intercambio comercial, político y cultural.
El presidente de derecha, Sebastián Piñera, con su característico entusiasmo subió al avión presidencial a sus dos hijos empresarios, Sebastián y Cristóbal, para sostener reuniones y crear redes en China. Ellos tenían una empresa dedicada a soluciones tecnológicas. Como la polémica escaló, Piñera dijo que lo hacía porque era padre, abuelo y presidente, y en el viaje aprovechaba de verlos. Señaló que se habían costeado el viaje. Finalmente, no se costearon el viaje, no se devolvieron y si estuvieron en reuniones. La derecha entonces no dijo nada. Y el propio presidente Piñera anunció que se haría un protocolo para giras presidenciales que, obviamente, nunca se concretó.
El presidente Gabriel Boric, apoyado por una coalición política donde participa el Partido Comunista junto al Partido Socialista y otros partidos de izquierda, viaja en los próximos días a China. Lo hace con empresarios, parlamentarios de todos los signos políticos, y ministros. Primero será una visita de Estado y luego participarán en el III Foro de la Franja y Ruta para la Cooperación Internacional (iniciativa lanzada por el presidente Xi Jinping hace 10 años) que cuenta con 90 países confirmados. Los ministros y ministras se desplegarán en una nueva versión de la “Chile Week”, donde se intercambian bienes y servicios nacionales en Beijing, Shenzhen, Chengdu y Shanghai. Es una ronda de negocios que atrae inversión China cuantiosa para proyectos mineros, de infraestructura y servicios.
Sin embargo, a un grupo de derecha les irrita la presencia de la ministra Secretaria General de Gobierno, Camila Vallejo, ex diputada por el Partido Comunista. Mujer joven, ex dirigenta estudiantil, dos veces diputada con altas mayorías, e integrante del Partido Comunista desde los 14 años. Ha sido autora de leyes claves para la dignidad de las y los trabajadores de Chile. En resumen, es percibida como una amenaza para algunos sectores políticos, además de su sintonía con el presidente, que siempre será un problema para ella: la cercanía al poder es castigada por la envidia que provoca.
Cuando se trata de disputar el poder, para las mujeres, la política es un lugar rudo de habitar. La pregunta es si la ministra no fuera mujer, ni comunista, sino un hombre de otro partido ¿habría tal escándalo? La respuesta es obvia. En fin, China desata pasiones difíciles de entender en algunos sectores políticos.