Norte Grande II, 'Ciudad de Dios' y la escuela del Estado
Existe una producción cinematográfica que a inicio de los 2000 nos mostraba la cruda violencia de un lugar paradójicamente llamado Ciudad de Dios, en una favela de Brasil. El modelo del narco como figura se apropiaba de lugares que ni el Estado recordaba que existían.
En Chile y América Latina desde hace ya varias décadas ese modelo parece haberse extendido, y en los 80' y 90' similares sectores se iban convirtiendo en verdaderos guetos sociales, donde la pobreza era el factor denominador que le permitía al narco parasitar de las necesidades básicas de aquellas y aquellos ciudadanos.
Mientras más al sur del territorio se avanza, más distante se estaba de esa realidad. Al menos hasta hace unos 10 a 15 años. Aterrizaron en lugares que tradicionalmente eran poblaciones de trabajadores y se apropiaron de las calles, del comercio y lo más aberrante, de la niñez.
Les dan armas, los usan como soldados y recaudadores, y mantienen o manejan la población por miedo o por chorreo de sus miserables ganancias, cooptando sectores donde el Estado solo entra con programas cosméticos, sin seguimiento coordinado, con discursos duros o flexibles, pero ambos sin efectos. 15 años donde se dice que se hace, pero no sucede nada que el narco no permita.
Y así las escuelas nos vemos confrontadas a una realidad que nos golpea día a día, sin dar abasto ni tregua, protocolizando hasta lo absurdo para no convertir 'soluciones' en nuevos problemas. Y las instituciones públicas flotan en propuestas sin piso, pues desconocen códigos, rostros, vínculos y sobre todo a quienes va dirigido.
Cualquier intervención siempre adolecerá de base si no existe un ente o unidad que de rostro de Estado a la acción de resguardo, reacción y prevención, poniendo en el centro de las soluciones a los principales conocedores de los códigos, rostros y vínculos como los son las Escuelas, Liceos, Jardines, Cesfam, CESAMCO, Centro de Salud y cualquier otra organización que esté acompañando el día a día real de las personas que aquí habitan.
Un municipio o dos no lo pueden todo, es un problema de Estado con todo el sentido de la palabra, pues no es posible educar en escuelas si estamos pidiendo resguardo policial una vez a la semana, si la sensación que tenemos en colegios y centros de salud es que afrontamos solos situaciones de violencia escolar y violencia a la niñez, de las cuales además tenemos que dar cuenta de lo que hacemos. Pero si estuvieran trabajando con nosotros no sería necesario darles cuenta, pues sabrían a cabalidad de que trata lo que afrontamos.
En diversas reuniones de directores, de diferentes regiones acá en el sur del país, ya se ha venido anticipando un escenario dramático como este, hace a lo menos hace 5 años, y solo este año ya en dos oportunidades fue un tema que saltó en más de una reunión oficial con autoridades en la Región de Los Ríos, por lo que en toda intervención debe ser considerada la opinión de quienes estamos cada mañana recibiendo estudiantes y sus familias.
Esto no es algo que no se haya visto venir, pero a pesar de lo difícil de todo, se está a tiempo de tomar medidas en ambas direcciones, tanto de carácter reactiva urgente y también de la necesaria preventiva que va más allá de talleres o difusión. Se requiere un posicionamiento territorial, epistemológico y educativo que de respuesta a la seguridad territorial para que niños y niñas tengan como única preocupación el estudiar, jugar y hacer un proyecto de vida que nos llene de orgullo.
Donde habite la niñez, ni el Estado ni sus ciudadanos pueden olvidar que existen. A la cultura narco se le gana terreno habitándolo con propósito y sentido de comunidad. Por eso la calculadora política es la herramienta más brutal con que el narco golpea la necesaria acción de la política.
En este momento, en que lamentamos la muerte de un estudiante en Valdivia, situación que golpea a diferentes comunidades escolares, es tiempo que estemos todos dispuestos a revertir esta brutal contingencia y que estemos a la altura de las circunstancias, por la niñez que nos necesita.