El aprendizaje de las elecciones españolas para Chile
Las elecciones generales en España terminaron con resultados, a primera vista, sorpresivos. El Partido Popular -la derecha tradicional española- no alcanzó la mayoría que se le había pronosticado para formar gobierno debido a un retroceso importante de la ultraderecha representada por VOX (el símil al Partido Republicano chileno), que bajó su nivel de representación perdiendo 19 diputados. La estrategia de Pedro Sánchez de adelantar las elecciones hace unas semanas, después de las autonómicas y municipales, surgió efecto debido a que, entre otras cosas, dejó sin margen a la ultraderecha y la obligó exponer sus ideas frente a la ciudadanía.
En nuestro país, la semana pasada se presentaron en el Consejo Constitucional las indicaciones que las distintas bancadas proponen al anteproyecto de los expertos. En este contexto, las indicaciones del Partido Republicano sorprendieron por el importante retroceso que suponen en temas como derechos sociales, aborto en tres causales, paridad, reconocimiento constitucional de los tratados de derechos humanos ratificados por Chile, derechos colectivos de los pueblos indígenas e impunidad para los condenados por delitos de lesa humanidad.
Hasta el momento la ultraderecha, tanto en España como en nuestro país, había disfrutado de una posición emergente que conectó con el malestar de estas sociedades a través de la impugnación tanto a su propio sector político como a las izquierdas, lo que les permitió crecer electoralmente sin necesariamente presentar ante la ciudadanía cuáles son sus propuestas para mejorar las condiciones de vida de las mismas personas.
Por el contrario, tanto el enfrentamiento electoral abierto por conformar gobierno en España como la presentación de indicaciones en el Consejo Constitucional en Chile, los obliga a transparentar sus ideas, que no son otras que la mantención del statu quo, la defensa de las élites y la precarización de la vida de la gran mayoría de la población.
Dos ejemplos. Hace más de 10 años que se da cuenta de que el actual sistema de pensiones chileno fracasó como modelo de seguridad social para otorgar prestaciones dignas. La complejidad para superarlo ha sido muy alta y es una deuda que actualmente todo el sistema político mantiene con la población. Sin embargo, existe el consenso respecto a que tal como está planteado al día de hoy es imposible que continúe. Sin embargo, en el sentido contrario, la propuesta republicana constitucionaliza las AFP y hace imposible un cambio de sistema.
Lo mismo en cuanto al sistema de salud, donde la enmienda republicana constitucionaliza el modelo de Isapres de tal manera de hacer imposible la adopción de otras opciones de política pública, como podría ser un modelo universal de salud (ejemplo australiano) o basado sólo en seguros privados sociales (modelo alemán). El sistema de Isapre, que ha demostrado ser ineficiente y cuya reforma es actualmente tramitada en el Congreso ante la premura de un colapso del sistema, en la propuesta de la ultraderecha, es imposible de modificar.
Resulta difícil pensar en una campaña exitosa, en términos de convocar mayorías, apelando al fortalecimiento de las AFP o de las Ispres en nuestro país. Lo mismo con la derogación del aborto en tres causales y demás asuntos sentidos por la población. Sin embargo, en el contexto actual, este sector no necesita referirse a sus propias propuestas para acumular capital político, y de hecho no lo hace.
Eso revela, por ejemplo, la baja intervención de sus consejeros constitucionales y principales figuras en el debate público. En este momento les basta con continuar acumulando el malestar producido por la imposibilidad práctica del sistema político que, ante su fragmentación y falta de conducción eficaz, es incapaz de ofrecer soluciones a los problemas urgentes de la ciudadanía.
De aquí el principal aprendizaje de la apuesta electoral española. Ante un momento de alta polarización política, fuente de ganancia para la ultraderecha, sacar al pizarrón a este sector político implica someterla al examen de sus propias ideas, una cancha en la que ya no les resulta tan cómodo jugar.
Siempre es la ciudadanía la que decide en última instancia a través del voto qué es lo que quiere y como quiere que se conduzcan sus sociedades. Y, a pesar de que en otras democracias han logrado conformar gobierno -como Meloni en Italia-, lo que revela el resultado de la elección española y la reacción ante la presentación de indicaciones en el Consejo Constitucional aquí en Chile es que, puestos ante el pizarrón, la realidad de las ideas de la ultraderecha se revelan como un evidente retroceso para nuestras sociedades.