Reactivación educativa para reimaginar la educación
Este tiempo posterior al confinamiento educativo motivado por la pandemia Covid-19 ha motivado muchas preguntas y ha instalado también urgencias. La convivencia escolar se ha visto tensionada por razones múltiples, reflejando también el ambiente de crisis política que como país hemos tratado de enfrentar desde octubre de 2019. Además, en muchos niveles, estamos preocupados de la asistencia de las y los estudiantes a clases, y de lo que algunas personas llaman "brechas de aprendizaje".
En las escuelas pareciera haber diversos ánimos. Por un lado, se ven comunidades escolares esperanzadas, que buscan atender la urgencia innovando, apoyándose en las familias de sus estudiantes y en las oportunidades que han ofrecido herramientas como la priorización curricular o la recuperación del sentido original con que se inició la Jornada Escolar Completa.
Por otro lado, hay comunidades agitadas por situaciones que escapan al accionar pedagógico, que mezclan problemas de seguridad pública con una creciente percepción de sinsentido de la educación. Se suma a todo esto una crisis ambiental y climática cada vez más evidente para las nuevas generaciones, una crisis de la democracia que debilita sus posibilidades de orientar el incierto futuro con esperanza, y una crisis de salud mental que afecta profundamente a niños, niñas y jóvenes.
El gobierno ha canalizado una preocupación por este momento mediante el Plan de Reactivación Educativa. El presidente Gabriel Boric ha convocado a un Consejo para la Reactivación Educativa para acoger sugerencias a este plan, un paso importante que reafirma el sentido de urgencia y una señal potente de que el Ministerio de Educación puede convocar a actores diversos para abordar una compleja misión. Acudir a este llamado a abordar la crisis educativa es necesario.
Gran parte de las discusiones que permean la sociedad chilena reflejan un deseo por hacer las cosas de manera distinta, y la política puede y debe reflejar ese deseo y conducirlo. En educación, eso significa -como lo señala la UNESCO- reimaginar juntos nuestro futuro, que entendemos incierto. Reimaginar la experiencia escolar, las condiciones en las que ocurre, el currículo, la convivencia democrática y la participación. El Plan de Reactivación Educativa, si lo consideramos de manera estratégica y aprovechamos su impulso, es una oportunidad no solo para abordar la urgencia de la crisis, sino también para experimentar con una escuela distinta. Reactivar debe ser reimaginar, no solo volver a “lo de antes”. Reimaginar es también recuperar el sentido de la educación.
Sin embargo, hay obstáculos que evidencian contradicciones. Uno de ellos es la insistencia en continuar presionando a las escuelas por puntajes SIMCE. El plan de evaluaciones nacionales para 2021-2026 mantiene la aplicación de 11 pruebas SIMCE en seis niveles educativos distintos, partiendo por segundo básico. Aún con la pandemia, no han existido cambios relevantes en la legislación que usa el SIMCE para cerrar escuelas, distribuir incentivos y poner condiciones de subvención preferencial a las escuelas.
Esta presión es claramente un distractor de la tarea de reactivación educativa en las claves que se está dando: mejorar la convivencia, desarrollar aprendizajes y promover la asistencia a la escuela. Además, esta presión desincentiva las iniciativas innovadoras que pueden desarrollar equipos directivos, docentes y comunidades escolares para atender justamente a estos elementos de la reactivación y a las necesidades situadas de sus escuelas y liceos. El SIMCE es un distractor en el camino de recuperar aprendizajes.
Una oportunidad de abordar esta contradicción es la anunciada reforma -en el Programa de Gobierno de Gabriel Boric- al Sistema de Aseguramiento de la Calidad. Es necesario que esta reforma modernice el foco de la Agencia de la Calidad y del sistema completo, y lo ponga al servicio de una reactivación que contribuya a recuperar el sentido de la educación y el cuidado de las comunidades.
La fórmula convocante que anima la tarea urgente de la reactivación educativa puede también canalizar una discusión amplia sobre un sistema que promueva la evaluación formativa, la responsabilización por las políticas educativas, y las condiciones que revincularían a los estudiantes y comunidades con los establecimientos escolares. Aprovechemos, entonces, la reactivación educativa más allá de la urgencia, y usémosla también para reimaginar -en parte- la educación.