Filósofo Rodrigo Karmy sobre proceso constituyente: “La única política sensata es la del disenso”
Rodrigo Karmy, Doctor en Filosofía de la Universidad de Chile, asegura que no quiere llamar a votar “por algo” y que considera una suerte de prepotencia de los intelectuales hacerlo. Dice que firmó la carta de un grupo de académicos y organizaciones sociales -llamando a votar nulo y retomar las demandas populares- debido a que estaba de acuerdo básicamente en el planteamiento medular: que el actual proceso constitucional era un fraude.
Un intento por “cerrar la puerta a una verdadera Asamblea Constituyente Libre y Soberana”, como expresa el documento firmado entre otros por los historiadores Gabriel Salazar y Sergio Grez, que buscaría garantizar la impunidad frente a las violaciones a los Derechos Humanos durante el estallido y “blindar la herencia de la dictadura”.
La hipótesis de Karmy, sin embargo, va más allá. Asegura que el 4 de septiembre se consumó una serie de procedimientos que fraguaron un golpe civil y parlamentario en contra de la revuelta popular de octubre, instalando así “los cerrojos internos al dispositivo “constituyente”.
“Con la revuelta pudimos por fin preguntarnos cuestiones tan básicas como ¿por qué debemos endeudarnos toda la vida para vivir? ¿por qué soportar el “abuso institucionalizado” tanto a nivel económico, político, sexual y social? Dicho eso, el voto nulo me parece que, en esta coyuntura, es el voto mas fiel al fraude del proceso”, comenta.
-A propósito de la revuelta social, ¿cómo has decantando el fenómeno con el paso de los años?
Si hubiera que decantar el fenómeno de la revuelta popular de Octubre de 2019 te diría que éste se convirtió en una cifra histórica cuya estela de sublevación pervive fantasmáticamente. La confirmación de eso es precisamente la violencia y rapidez del proceso de Restauración Conservadora en curso. Cuando digo “cifra histórica” no me refiero, por supuesto, a un “hecho” sino como un “acontecimiento”, en cuanto interrumpió el estado de las cosas hasta desahuciar totalmente al pacto oligárquico de 1980. Prueba de ello es que esa misma Restauración Conservadora tiene la pretensión de proponer una nueva constitución, aunque ésta sea la réplica altisonante, adornada, de los pactos oligárquicos prevalentes desde 1833 cuando triunfa la usurpación del capital monopólico bajo la sombra de Portales. En otros términos, la Restauración Conservadora se dirige a conjurar a la “cifra histórica” abierta por la revuelta, esta última es el fantasma que le acecha por las noches. Entonces si advertimos bien, la pregunta políticamente decisiva para la oligarquía hoy es cómo “conjurar” a un fantasma, qué trucos, formas hipnóticas y dispositivos de control deben desplegar para que dicha amenaza desaparezca. Y diría que, precisamente porque el “Acuerdo por Chile” se hizo a espaldas de los pueblos, la irrupción del fantasma de la revuelta popular estará a la orden del día y los “conjuros” no tendrán mucho efecto. Prueba de eso es la misma propaganda que enarbola el SERVEL para votar: “Voto Obligatorio”. Se trata de una elección sin pueblo, si se quiere, una democracia sin “demos” o, una “ademocracia”, un régimen de gobierno sostenido sobre la “ademia” (la inexistencia del pueblo), tal como el propio Portales soñó con la famosa frase “el peso de la noche”. Estamos viviendo ese peso que no designa otra cosa que la transformación de la irrupción de los pueblos en masa y de la democracia en ademocracia.
-¿Tenías algún diagnóstico o pálpito de cómo iba a ser el nuevo gobierno? ¿Creías que se cumplirían los objetivos propuestos?
Sí, me parecía que si el gobierno hacía política podía hacer bastante, que para mí podría haber significado abrir un hiato posible que impidiera la restitución del partido portaliano (es decir, ese partido del orden constituido por las dos grandes coaliciones históricas de la transición). Pero, ya desde los primeros meses quedó claro que el gobierno no tenía relato y era incapaz de sostener su palabra. En otros términos, quedó claro que era un gobierno cuya coalición no había hecho el ejercicio de disputar no sólo los términos con los que se juega la política actual, sino la disputa por el pasado que, en mi perspectiva, es la única y más decisiva de las luchas. Así, la coalición gobernante demostró ser muy capaz de ganar elecciones, pero nula en hacer política, pues, al no disputar el pasado (tal como lo había hecho la revuelta), no pudo abrir otra política que no fuera la repetición tan sintomática de lo que fueron los 30 años. De ahí en adelante tenemos la despedida del Boric de Allende (con el que termina su discurso el día de su elección) y la bienvenida del Boric que se identifica y glorifica al golpista de Patricio Aylwin. En ese gesto, se sella el pacto con la ex Concertación y se obtura la disputa por el pasado. El único efecto de eso fue lo que los cristianos antiguos llamaban la “metanoia”: la conversión. Los antiguos rebeldes expiaron sus pecados de juventud y abrazaron la conversión de manera veloz y descarada. Una verdadera novela freudiana, en que el asesinato del Padre redunda en su reproducción infinita.
-Aunque en un comienzo, me parece, había una esperanza genuina depositada en Boric. ¿Compartes esta idea?
Sí, por supuesto que había esperanza. Aunque no diría en él, sino en el proceso que se había desencadenado desde Octubre de 2019 que, con discontinuidades importantes de subrayar, había abierto las condiciones para imaginar otro país. Y justamente toda la conjura que provino desde el gobierno y el parlamento –es decir, desde la cuestionada institucionalidad del partido portaliano- fue contra la imaginación popular que se levantó en la revuelta. Ahora bien, un problema grave de la nueva coalición gobernante es que, en la medida que no había disputado el pasado, nunca pudo disputar el presente y no logró forjar un relato más allá de los 30 años.
-En la carta dicen que Boric se sumó a los partidos tradicionales para reponer la “gobernabilidad neoliberal”. O sea, que terminó transformándose en lo que más detestaba: ser un administrador más del modelo.
Sí. Por las razones que te he señalado. Aunque diría que no se trata simplemente de un “administrador más del modelo” como del momento en que el propio “modelo” dará un salto cualitativo para complejizarse y profundizarse aún más. Es lo que el filósofo Gilles Deleuze denominaba “axiomatización” como característica del capitalismo: el capitalismo se reinventa a sí mismo una y otra vez. Y entonces, la interrupción abierta por la revuelta fue capturada por la axiomática capitalista que aprovecha la coyuntura para su intensificación.
-En un ensayo tuyo, llamado El Golpe Oligárquico, explicas que el Congreso terminó por devorar a la Convención Constitucional. ¿Ese apetito de la clase política fue el que terminó por desvirtuar el proceso?
Mi hipótesis es que, efectivamente, la elección del 4 de septiembre consuma un conjunto de procedimientos, mecanismos, dispositivos que se pusieron en juego desde la irrupción de la revuelta popular de Octubre y que fraguaron un golpe civil y parlamentario contra la sublevación popular. Cuando digo “golpe” no digo “golpe militar” obviamente, sino “civil y parlamentario” porque, me parece, que desde el Acuerdo del 15 de Noviembre fue el Congreso y en particular el Senado, el que se constituyó en la instancia que se la jugó a favor del fracaso del proceso constituyente. Y cuando digo “golpe” no me refiero a un “hecho” que ocurre de un día para otro, sino a un “proceso” en el que la clase dominante intensifica el conjunto de sus mecanismos de control para aplastar la sublevación e impedir su destitución. La clase dominante es una oligarquía que, justamente, fragua este “golpe” consistente en expropiar el proceso constituyente de los pueblos y restituir su control en el “Acuerdo por Chile”. Pero para eso, fue necesario hacer dos cosas clave: por un lado, desestimar la votación popular del plebiscito de entrada celebrada el 25 de Octubre de 2020, por otro, interpretar que el triunfo del Rechazo en el plebiscito de salida del 4 de septiembre significaba una autorización a la clase política para urdir la nueva propuesta constitucional.
Ahí se vino el nuevo rayado de cancha y la pelota volvió a manos de los políticos.
¿Alguien me podría explicar por qué el triunfo del voto Rechazo debía conducir a delegar en la clase política el proceso constituyente? Eso no estaba escrito en ninguna parte, es el plus hegemónico con el que se consuma el golpe civil y parlamentario que intentará restituir la consistencia del partido portaliano para que apuntale al nuevo pacto oligárquico de 2023. El golpe de Estado no necesita de Hawkers Hunters y milicos con bigotes mal peinados. Basta una intensificación del peso de la noche vía un conjunto de dispositivos jurídicos (los estados de excepción), biomédicos (la pandemia) y económicos (la inflación) para ademizar al demós y restituir lo que en mi último libro denomino el “fantasma portaliano”, es decir, esa formación imaginaria que concibe que la única política posible en Chile es la autoritaria, puesto que los pueblos no saben conducirse, y los “ciudadanos de las repúblicas latinoamericanas” decía Portales en su carta de 1822, están llenos de “vicios”.
-¿Por esto han catalogado este proceso como un fraude constitucional? ¿Cuáles serían estos elementos?
Me sumo, en este sentido, a lo que ha expresado entre otros German Correa. Es un verdadero fraude, donde el voto ciudadano vale exactamente a cero.
-¿Este golpe blanco al que aludes que implicaría en el fondo? ¿Una nueva transición? ¿El retorno de la política de los consensos?, como plantean en el documento.
El golpe de Estado de carácter civil y parlamentario implica la restitución del fantasma portaliano como una fortaleza imaginaria contra el fantasma del fantasma: la revuelta y la posibilidad siempre incierta de la sublevación popular. El “fantasma portaliano” es un dispositivo que, al anudar ley y excepción, codifica toda la política en la forma autoritaria estableciendo que ésta sólo puede ser ejercida por la oligarquía (el “modelo de virtud” dicho por Portales en sus cartas, desacreditando al pueblo como actor político y a las formas democráticas de acción). La deriva “adémica” del fantasma portaliano se expresa en la hipertrofia del discurso de seguridad, del cual, otra vez, el gobierno no puede salir. Y no puede hacerlo, como dije, porque nunca se orientó a disputar el pasado, reproduciendo así los marcos imaginarios de la Concertación, siendo la Concertación misma, en su renovación axiomática.
-En la carta hablan de la “necesidad de retomar el camino de la movilización en pos de una verdadera Asamblea Constituyente Libre y Soberana”. ¿Crees que es posible? ¿Hay posibilidades concretas de rearticulación?
Me parece que la única política sensata hoy es la del disenso. Frente al consenso, a la “conciliación” trucha y su fraude, frente a la obsesión por los “acuerdos” sin pueblo, la única alternativa es marcar la diferencia y abrir una política del disenso. Nota que toda la lengua política está homogeneizada: violencia, seguridad, economía. No salimos de ahí. Una política del disenso significaría romper esa tríada. Tener el coraje de la verdad, diría Foucault, para no calcular en esa política un rédito electoral, pero sí componer afectos que permitan que una política anticapitalista pueda ser verosímil. Pero eso significa modificar lo que entendemos por “política” y, por tanto, eso implica destruir el “fantasma portaliano” a favor de una política democrática y no “ademocrática” como la prevalente durante 200 años de historia chilena. Pienso que fue muy agudo Tomás Moulián a este respecto, cuando a días del triunfo del Rechazo escribió una columna en la que efectivamente ponía la necesidad de ir por la Asamblea Constituyente. Su argumento era muy claro: si se Rechazó esta propuesta de la Convención, quizás, una Asamblea Constituyente podría estar a la altura de la imaginación de los pueblos. Este es el punto que no debemos perder de vista: componer afectos (porque han sido devastados con el golpe oligárquico) y articular una política del disenso que proponga un horizonte anti-capitalista.
-¿Qué es lo que expresa, en el fondo, el voto nulo?
Una primera cuestión: no quisiera llamar a votar por algo. Me parece que ha sido siempre la prepotencia de los intelectuales “llamar” a algo. Si bien firmé esa carta, lo hice solo porque estaba de acuerdo con su enunciado de que el proceso era un fraude. Si queremos destruir el “fantasma portaliano” deberíamos partir quebrando la idea de que los intelectuales puedan dirigir a las “masas”, masas que, por cierto, hace demasiado tiempo que no escuchan a los intelectuales, porque hace demasiado tiempo –producto de las políticas neoliberales de investigación- que los intelectuales están cada vez más en extinción. Romper esa relación de poder para con el supuesto “saber” es justamente una de las exigencias que nos lega la revuelta popular de Octubre que no necesitó de intelectuales para pensar porque ella misma, en su misma potencia destituyente, puso en juego un pensamiento radical. Solo por la revuelta estamos aquí conversando. Porque una revuelta es uno de los modos en que los pueblos piensan. Con la revuelta pudimos por fin preguntarnos cuestiones tan básicas como ¿por qué debemos endeudarnos toda la vida para vivir? ¿por qué soportar el “abuso institucionalizado” tanto a nivel económico, político, sexual y social? Dicho eso, el voto nulo me parece que, en esta coyuntura, es el voto mas fiel a la “ademia” generalizada y al fraude del proceso: votes lo que votes, su voto será nulo. Los cerrojos internos al dispositivo “constituyente” son inexpugnables y cualquiera sea tu voto, siempre ganará el partido portaliano. En otros términos, la democracia funciona aquí como simple procedimiento, pero totalmente vaciado de vida. Por eso es una “ademocracia” y por eso el SERVEL no ha hecho más que subrayar el carácter “obligatorio” del voto: si no votas te sanciono. Que la construcción de la legitimidad se sostenga en la “sanción” muestra la ademocracia en la que vivimos, y deja expuesto que todo voto será “anulado” porque será “neutralizado” por los cerrojos el nuevo dispositivo llamado eufemísticamente “constituyente”. Por eso no llamo a votar nulo (porque me parece que cada uno sabrá qué vota) sino que digo que el voto nulo será el único voto efectivamente posible porque votes lo que votes, ello no tendrá ninguna relevancia en la redacción del nuevo texto constitucional. Será el comité de expertos designado por el Senado –es decir, por la entidad golpista de corte oligárquico- el que determinará todo. El voto nulo es mas bien la caricatura del proceso general.
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