Sociólogo Atilio Borón y la izquierda en América Latina: “Los veo como proyectos sumamente tibios”
Hablar sobre Latinoamérica y los escenarios que golpean al continente es una materia que a Atilio Borón le apasiona. Sobre todo la relación del continente con el nuevo orden mundial, un espacio donde gravitan variadas fuerzas y donde la región ha asumido hasta ahora un rol más bien pasivo.
Para este académico de la Universidad de Buenos Aires y doctorado en Ciencia Política de la Universidad de Harvard, estaríamos en presencia de una tormenta perfecta. “Una modificación muy significativa de las placas tectónicas del sistema internacional”, asegura.
-¿Cuáles serían los elementos que están en juego en esta crisis en Latinoamérica?
Esta crisis tiene un componente básico que es la declinante gravitación de Estados Unidos en los asuntos mundiales. No quiere decir que haya desaparecido, pero sí que ya no tiene la eficacia rotunda del pasado. El hecho de que países como Brasil y China hayan resuelto avanzar en el intercambio comercial apelando a monedas locales, es algo que era inimaginable hasta hace apenas cinco años atrás. Hoy en día ni Lula ni Xi Jinping van a obedecer lo que Estados Unidos ha venido planteando con mucha fuerza: la necesidad de mantener el dólar como reserva mundial para el comercio y ahorro. Lo otro es que pese a las enormes restricciones y problemas que origina el bloqueo en países como Cuba, no ha logrado ponerla de rodillas y producir su cambio de régimen. Y, por último, no han podido contener lo que Putin está haciendo en Ucrania, que en el pasado hubiera originado una respuesta militar muy fuerte de la OTAN en territorio ruso y ahora no se atreven a hacerlo. Por eso algunos autores hablan que ya hemos iniciado la era de la desglobalización.
-“Estamos en una suerte de tormenta perfecta”, dijo usted hace poco en una radio. A eso se refería.
Tormenta perfecta en el sentido de que tienes una guerra en progreso, que puede expandirse y adquirir niveles de peligrosidad que la pueden llevar a un conflicto termonuclear. Hay algunos locos, sobre todo en Estados Unidos y algunos menos en Rusia, que están planteando que llegado a cierto punto, si es necesario, van a utilizar algo que eufemísticamente llaman armas nucleares tácticas. Pero que son armas nucleares, que tienen un efecto devastador y cuya consecuencia es tremenda. Además hay un sistema bancario que está crujiendo, donde se ha ido a pique nada menos que el Credit Suisse, uno de los dos grandes bancos de Suiza. Hay varios otros bancos en Estados Unidos que están al borde de la quiebra. Y todo en un escenario generalizado de inflación mundial.
-¿Cree que esta situación ha sido morigerada por los medios?
Los medios están al servicio de este orden mundial absolutamente injusto, predatorio, que dan a conocer noticias que, de alguna manera, alimentan una actitud complaciente frente a este orden de cosas. Esto es lo que el maestro Noam Chomsky viene diciendo hace 40 años, en su famoso libro sobre la manufactura del consenso. Hoy en día tenemos que entender que solo una pequeña parte de los medios hace periodismo. Los grandes medios hegemónicos en Chile, Argentina o Brasil, hacen operaciones políticas, propaganda. O sea, no tienen como misión informar ecuánimemente sobre la realidad, sino simplemente promover una agenda, una cierta concepción del mundo, una visión ideológica de las cosas y nada más. Y por eso estamos con problemas.
-En su anterior visita a Chile usted habló sobre los espacios mediáticos y dijo que si no existía democracia en ellos, era poco probable sostener un proyecto genuino.
Claro, si el sistema mediático es profundamente antidemocrático y simplemente beneficia con sus noticias -y sus no noticias- a un determinado sector de la sociedad, que suelen ser los más ricos, los más acaudalados, los más poderosos; la democracia que tenemos no es democrática. O sea, Argentina no es una democracia. Chile no es una democracia. Brasil no es una democracia. Y así podemos seguir. Porque la democracia se supone que hace algo que es fundamental: construir una sociedad mejor a partir de la participación activa de la población. Hoy en día lo que tenemos son plutocracias, es decir, gobiernos de los ricos para los ricos. Y en algunos países, como Argentina con Macri y Chile con Piñera, viviendo una plutocracia atendida por sus dueños. Esto no tiene nada que ver con la democracia.
-¿Cómo se organiza el espacio público en la época de fake news y monopolización de la información? ¿Dónde está la verdad, en el fondo?
La verdad está en muchos lugares. Existe, pero hay que buscarla, está oculta, no te dejan llegar a ella. Un ejemplo: ayer llegué a Chile y me encuentro con un país con una histeria colectiva donde andan poco menos que a balazos y que los robos y asesinatos están a la orden del día. Respiro un minuto, empiezo a mirar estadísticas comparativas, y encuentro que Chile y Argentina son países que tienen tasas de homicidios por 100.000 habitantes más bajas del mundo, comparables a las de Estados Unidos. Si uno ve el New York Times no tiene en primera plana que el crimen campea por todos lados, pero acá es como si tuviéramos un nivel de homicidio fenomenal.
-En Chile se habla hoy de restauración conservadora, intentando explicar la arremetida de la derecha en temas de seguridad post estallido social. ¿Cómo ves este fenómeno de rearticulación de las fuerzas conservadoras en Latinoamérica?
Con mucha preocupación, como una desgracia, porque las fuerzas conservadoras son las que nos han condenado a este atraso político, económico y cultural en América Latina. Atraso de pertenecer al continente más desigual y más injusto sobre la faz de la Tierra. Estas fuerzas conservadoras realmente han cumplido un papel nefasto y vuelven con mucha fuerza porque los gobiernos progresistas se han quedado a mitad del camino en su proyecto de construir una sociedad más justa y que garantizara ciertos derechos básicos que no pueden ser considerados, salvo en un acto de barbarie, como mercancías. No se puede considerar la salud como una mercancía, la educación, la seguridad social como una fuente de negocios. Y esto es lo que las fuerzas conservadoras han hecho en estos países; en todos.
-¿Qué piensas de la retórica de algunos partidos muy críticos al funcionamiento de la democracia y a esa extendida crisis de confianza?
El desencanto democrático me preocupa mucho. Porque cuando la gente se desengaña con la democracia, va a buscar un demagogo al estilo de Bolsonaro, Milei o Kast. El desencanto democrático es algo muy serio y hay que endosárselo a la derecha, que ha impedido que la democracia haga lo que tiene que hacer. En los países desarrollados, más de la mitad de la población está muy insatisfecha o insatisfecha con la democracia. Esto es una tendencia que revierte lo que había sido algo indiscutido desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. ¿Por qué ahora se han vuelto todos antidemocráticos? La democracia les ha fallado.
-¿Crees que esta crisis ha influido en la polarización de América Latina?
Ha influido porque ha demostrado que la democracia ha beneficiado a unos pocos y dejado al resto a la vera del camino. Hay un dato que es estremecedor. Cuando comparas el inicio de la transición democrática, te das cuenta que Chile es un país más desigual que lo que era al inicio. Brasil es más desigual, Argentina y Uruguay también. Hablo con los números en la mano. Cuando hay una insatisfacción con la democracia, crecen los partidos de derecha, porque la izquierda no sólo ha renunciado a hacer la revolución, sino a interpretar el mundo. La izquierda está desarmada teóricamente, no ve que la destrucción de la trama social, la proliferación del narcotráfico y las nuevas formas de crecimiento del crimen organizado, tienen que ver con el funcionamiento del capitalismo.
"Jugando con fuego"
-¿Qué diferencia observas en la actual oleada de gobiernos progresistas respecto a la generación anterior?
Hay tres figuras de aquella época que fueron fundamentales. Fidel, quien tuvo la gran visión estratégica de organizar la batalla contra el Alca, el gran proyecto geopolítico de Estados Unidos para todo el siglo XXI. Chávez, que fue el mariscal de campo de Fidel en esta batalla. Néstor Kirchner que tuvo que decirle, nada menos que a George Bush, que acá no nos iban a patotear. Y Lula, que al principio no estaba muy convencido, pero que luego decidió dar la batalla. De esas cuatro figuras, hay tres que ya han muerto.
-¿Qué espera del regreso de Lula en Brasil, el único sobreviviente de este grupo?
Espero que mejore la condición de los sectores sociales castigados por el gobierno de Bolsonaro, que el Banco Central le dé los recursos para poder financiar programas al estilo de Hambre Cero o Bolsa Familia. Espero que siga creando nuevas universidades, otorgue becas para sectores sin acceso a las universidades. Espero también que pueda poner fin al narcotráfico en las favelas, que fue potenciado por la colusión entre la policía de Bolsonaro y los narcos. Y espero que la prédica reaccionaria de las iglesias evangélicas, que han cumplido un papel nefasto, pueda ser neutralizada con una campaña de educación popular que permita destruir los argumentos de estos sectores que perpetúan la condición de inferioridad y sometimiento de la mujer.
-En este panorama, ¿cómo evalúa los actuales proyectos de la nueva izquierda en Latinoamérica?
Los veo como proyectos sumamente tibios. Es cierto que la sociedad ha sido muy tomada por estas ideas conservadoras y poder blando de Estados Unidos que transmite su ideología a través de Hollywood, Netflix y Star Plus. Y por otro lado tenemos gobiernos progresistas más tibios que los de la primera etapa, sin las figuras significativas de ese tiempo -sin menospreciar a los de hoy-, pero que no tienen la misma gravitación.
-Además con una influencia cada vez mayor de populismos de derecha en la región, al estilo Bolsonaro.
Es un problema muy grave y que no es transitorio. Me atrevería a decir que es un problema que vino para quedarse, salvo que los gobiernos progresistas avancen en una agenda más profunda de reformas sociales. Nadie les pide que hagan la revolución y que tomen por asalto el Palacio de Invierno de los zares. Pero sí les podemos pedir que hagan algunas cosas como desmercantilizar algunos aspectos de la vida social que no pueden ser objeto de especulación.
-¿Le preocupa la aparición de Javier Milei en Argentina?
Milei está ganando un espacio enorme, a favor de la tibieza y las vacilaciones del gobierno del Frente de Todos. Ahí donde no hace lo que tiene que hacer, la protesta se canaliza por aquel que grita más, que hace gestos más rotundos, que amenaza con cargarse a toda la dirigencia política, lo que él llama la casta política. Y lo dice el político que tuvo más segundos de televisión en los últimos dos años. O sea, los dueños de los grandes medios de comunicación dijeron necesitamos a este personaje para remover el ambiente, para tensionar a los sectores de derecha que no lo eran tanto. Me parece que ahí se les escapó de las manos un fenómeno que ha adquirido una autonomía muy grande. Están jugando con fuego.
-En América Latina se vienen dos renovaciones de gobierno, Argentina en octubre y México el próximo año. ¿Qué piensas de este escenario que se abre en estos países de Latinoamérica?
En México creo que el proceso de derrumbe de las fuerzas políticas tradicionales es irreversible, por lo menos en el mediano plazo. El PRI y el PAN se mueven a nivel de un dígito en intención de voto. Estamos hablando de los partidos que fue gobierno durante 80 años. Entonces me parece que en México va a haber continuidad del gobierno del Morena (Movimiento Regeneración Nacional), con variantes como la alcaldesa de la Ciudad de México o el canciller Ebrard. La sucesión de AMLO va a ser con gente de AMLO. En Argentina, en cambio, estamos viendo de qué lado caen los dados. Hay un problema muy grave al interior de la coalición dominante, divergencias muy de fondo, y una subestimación suicida del potencial de los enemigos, del afán de revancha y de infringirnos un escarmiento ejemplarizador a todos aquellos que pensamos que se podía construir una Argentina más justa…Ese es mi gran temor, que podamos tener una regresión social, económica, política e ideológica muy fuerte en la Argentina.