¿Se puede restaurar ecológicamente el Mapocho? Expertos explican cómo hacerlo
Un coipo nadando por el Mapocho en los tramos más urbanizados del río se convirtió en noticia rápidamente la pasada semana. Y a raíz de ella, muchos se preguntaron si alguna vez el río Mapocho podría verse realmente como un espacio natural en la mitad de Santiago. Aunque hay campañas recalcando que el agua del río está limpia y que el color marrón es solo sedimento, es verdad que más allá del agua, el río parece más bien un canal de regadío sin vegetación, que no invita a sentarse en su ladera a pasar la tarde, excepto por algunos fragmentos en los extremos oriente y poniente. Pero según algunos expertos, el Mapocho podría ser un corredor biológico y no es tan difícil hacerlo realidad.
“La presencia de un coipo en el río muestra que, a pesar de todos los impactos a que hemos sometido al Mapocho, estos ecosistemas son súmamente resilientes, y con un poquito de esfuerzo y de conocimiento que podemos aportar desde la academia y la ciencia, se pueden restaurar estas riberas y constituir un hábitat para flora y fauna y un corredor biológico que mejore la calidad de vida de la ciudad, de la naturaleza y de las personas que habitan en ella”, comenta Juan Luis Celis, investigador del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB).
Y ya existen algunos proyectos que van en esa dirección. Es el caso de la fundación Mapocho Vivo, que está trabajando con la fundación Corredores Ecológicos Chile (CECH), rediseñando el río con pequeños diques para que el agua vaya menguando y tomando un recorrido y una velocidad más naturales que permitan que la flora se asiente y atraiga más fauna al río. “Estamos diseñando el proyecto piloto y vamos a comenzar con Vitacura, ya que trabajamos con el Departamento de Sustentabilidad del municipio. Esto iría de la mano de iniciativas de educación ambiental para que la ciudadanía sepa cómo acercarse al río. La idea es ir aprendiendo de las experiencias pilotos e ir avanzando de arriba hacia abajo por el río”, explica Joaquín Moure, fundador de Mapocho Vivo.
Para Juan Luis Celis, es importante pensar con mirada ecosistémica y considerar una restauración ecológica del río, mirando otros ecosistemas de referencia como ríos en buen estado y de ahí restaurar las especies nativas, empezando por arbustos y herbáceas que vayan recuperando las condiciones del suelo para luego plantar árboles y que estos puedan resistir allí atrayendo más fauna nativa al río.
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¿Por qué restaurar el Mapocho?
La restauración del Mapocho también iría en beneficio de su rol como abastecedor de agua potable. “Cuando restauramos la vegetación propia de estos ríos, ayuda a limpiar de sedimentos, a mantener la calidad del agua, a oxigenar, a controlar la temperatura y todo eso favorece si vamos a tomar agua de los ríos. Llega con menos sedimentos y hay que invertir menos en decantación. Para cumplir los estándares, siempre es más barato restaurar los ecosistemas que invertir en infraestructura”, afirma Juan Luis.
El investigador pone como ejemplo el caso de Nueva York, una ciudad que obtiene gran parte de su agua potable de los ríos que caen de las montañas Catskill ubicadas al norte. En los 90 se estaba planificando invertir en un caro sistema de filtración de agua, debido al desarrollo productivo que se estaba dando en las montañas. En vez de la planta, eligieron invertir en la restauración de la parte alta de los ríos, pagando a los propietarios de terrenos para que utilizaran técnicas agrícolas y forestales que no dañaran el ecosistema. Así la ciudad logró ahorrarse millones de dólares.
Este tipo de inversión además conlleva otros beneficios complementarios, como el rol ecológico que puede cumplir el río Mapocho, y los beneficios que estar en contacto con la naturaleza tiene para la psicología de las personas. “Tener vegetación en la ciudad ayuda a regular la temperatura, a mejorar la calidad del aire, de los suelos, y también tiene beneficios psicológicos para las personas”, comenta el ecólogo.
Así, recuperando el río, se podría ver en otros tramos el tipo de flora y fauna que se puede ver en zonas como Talagante o Peñaflor. “El problema es que vemos al río como un canal de regadío cementado, que no constituye ningún hábitat para la biodiversidad. Pero restaurándolo pasa lo que pasa en la parte más poniente y más oriente del río, donde se ven garzas, patos cormoranes que se meten desde la costa buscando alimentarse. Que haya patos y garzas también implica que hay algún tipo de anfibios y peces. Se pueden encontrar especies como los triles, y otras aves. Podría ser un interesante corredor biológico, permitiendo la movilidad de especies y también de nutrientes y sedimentos de la cordillera que se mueven río abajo”, concluye Celis.