El retorno de los "políticos" y el rol del Congreso: Las nuevas reglas del juego tras el lapidario triunfo del Rechazo
'- “Este momento histórico seguramente quedará guardado en nuestras memorias por mucho tiempo”, dijo Gabriel Boric.
El Presidente fue la primera autoridad del gobierno en votar. Llegó el pasado viernes a Punta Arenas, un día después que un grupo golpeara a su hermano, Simón, en plena Alameda. “La violencia es inaceptable en cualquier circunstancia (…) ya sea en el caso de mi hermano o en el tremendo y desgarrador atentado en Contulmo”, comentó después de votar.
Además de la agresión en contra de su hermano y los hechos perpetrados por la Resistencia Mapuche Lafquenche, donde además de quemar un molino, hirieron con munición de guerra a un adulto mayor que terminó con la pierna amputada, la última semana fue particularmente violenta. Polarizada, dirían algunos, como el pasado fin de semana con huasos repartiendo huascazos en la Alameda y un carretón intentando atropellar a varios ciclistas.
De ahí que la señal durante la mañana de ayer no fuera otra que invocar a la “unidad nacional”. “Independiente de cuál sea el resultado, el rol que voy a jugar como Presidente de la República, y al cual nos vamos a empeñar en conjunto con todos ustedes, es el de encontrarnos como país”, dijo Boric mientras un niño disfrazado de Superman jugaba a su alrededor. Un superhéroe en miniatura montado en una bicicleta que daba vueltas en torno al mandatario, como dibujando un círculo imaginario de protección.
En Santiago, a más de 2.000 kilómetros de Punta Arenas, también comenzaban a votar otros personajes. En medio de una batahola de periodistas, llegó a sufragar el expresidente Ricardo Lagos, acusando un “estado de odiosidad” que no era “viable en una sociedad civilizada”.
“Me temo que lo que debía haber sido una fiesta de reencuentro de los chilenos, ha terminado siendo un proceso donde Apruebo y Rechazo son muy equivalentes”, fustigó en medio de los gritos de algunos detractores. Luego, emplazó a Boric a “afrontar las definiciones” necesarias “por el bien de Chile”.
Las horas pasaron sin mayores sobresaltos, marcadas por la lentitud en algunas sedes y la asistencia masiva a los locales de votación. Los primeros resultados llegaron desde el extranjero, donde se consolidó la opción Apruebo con un 70% de las preferencias. A medida que la tarde avanzaba, comenzaron a llegar partidarios a los comandos del Apruebo en la sede del Partido Radical, en el barrio Paris-Londres, y a las sedes del Rechazo ubicadas en tres puntos distintos de la capital.
Pasadas las 5 de la tarde, con un plazo de cierre anterior al resto del país por la zona horaria, los canales de televisión se concentraron en los recuentos a viva voz en Magallanes, mostrando cómo el Rechazo acumulaba preferencias. Todavía, sin embargo, quedaba mucho en juego. Mientras los timoneles del Apruebo se encerraron a seguir los cómputos en una sala sin acceso a la prensa, en los centros del Rechazo se comenzaron a corear los primeros “ceacheí”.
El primer informativo del Servel permitió conocer menos del 1% de las mesas escrutadas, sacando aplausos en el comando del Apruebo, cuya opción sumó poco más del 50% de los votos. El guarismo sirvió para descomprimir el ambiente y sembrar algo de esperanza en un sector más bien cauteloso.
En el gobierno, al parecer, tenían las cosas un poco más claras. Poco después del primer cómputo, los técnicos comenzaron a desmontar los parlantes del balcón del Presidente Boric, los mismos que habían sido instalados a la espera de un discurso de cara a la Plaza de la Constitución.
El segundo cómputo inclinó definitivamente la balanza hacia el Rechazo. Luego vino el tercero y el cuarto, sumando una tendencia bastante clara. Al final, con el 99,95% de las mesas escrutadas, el Rechazo se impuso con un 61,86% frente al Apruebo que llegó al restante 38,14%. Fueron 3 millones de votos de diferencia. Una paliza.
En los comandos del Rechazo se entonó el himno nacional. Ximena Rincón abrazó a Fuad Chahin, Cristián Warnken celebró junto a los amarillos y hasta José Antonio Kast, quien había permanecido hasta ahora en las sombras, reapareció para subrayar que el triunfo del Rechazo era un “tremendo fracaso del Presidente Boric y de todo su gobierno”.
En la sede del Partido Radical, en tanto, una pantalla gigante iluminaba un escenario con imágenes de las miles de personas que repletaron la Alameda en el cierre de campaña. Al frente, las sillas vacías evidenciaban la más cruda postal del fracaso. Tuvieron que pasar algunas horas para que alguien del sector asumiera la derrota. “Reconocemos este resultado y escuchamos con humildad lo que el pueblo de Chile ha manifestado”, dijo Vlado Mirosevic.
Al caer la noche, en cadena nacional, el presidente Boric reivindicó el derecho a escribir nuestra propia historia y recordó un punto que hasta entonces pocos habían reparado. “No olvidemos por qué llegamos aquí, ese malestar sigue latente y no podemos ignorarlo”, dijo.
La historia, para bien o para mal, había comenzado mucho antes.
Dos años, 10 meses y 14 días
Toda historia tiene un comienzo y un fin. Y en medio, un tiempo incierto de definiciones. Y es que entre el comienzo del estallido social, el 18 de octubre de 2019, y el Plebiscito de salida para una nueva Constitución pasaron dos años, 10 meses, y 14 días. Un tiempo más bien corto, aunque repleto de sucesos importantes.
No hay que olvidar que todo partió por un ingenuo meme publicado en redes sociales donde un puñado de escolares llamaban a evadir el Metro. El alza de 30 pesos en el transporte público, desató una ola de estudiantes saltando torniquetes. Al igual que en la revolución pingüina de 2006, los secundarios fueron quienes llevaron la batuta.
Las autoridades tampoco ayudaron a aplacar los ánimos. Un ministro sugirió levantarse más temprano para pagar menos, otro recomendó comprar flores porque habían bajado de precio y el más despistado dijo en televisión “esto no prendió cabros”. La desconexión entre la clase política y los ciudadanos de a pie fue total. Incluso Piñera fue fotografiado, al comienzo de los primeros incendios en el Metro, celebrando el cumpleaños de uno de sus nietos en un restorán en la comuna de Vitacura. “No lo vimos venir”, fue la frase que resumió el proceso, pronunciada por la entonces intendenta Karla Rubilar.
La ceguera fue brutal, considerando las numerosas alertas previas. Los movimientos sociales venían hacía rato mostrando las grietas de un país desigual y los informes del PNUD (Programa de la ONU para el Desarrollo) advertían que si no se hacían ajustes se incrementaría la conflictividad social. Los números eran (son) elocuentes: el 1% más rico de Chile concentra el 49% de la riqueza, el 50% de los trabajadores gana menos de 380 mil pesos y el 94% de las mujeres jubila con la mitad del sueldo mínimo.
Piñera, entre medio, anuncia una guerra contra “un enemigo poderoso, implacable, que no respeta a nada ni a nadie”. El gobierno finalmente decreta estado de excepción y los militares son convocados a resguardar el orden público. Una semana después de las primeras manifestaciones, se realiza la “marcha más grande Chile”, convocando a más de un millón de personas en Plaza Italia, rebautizada desde entonces como Plaza Dignidad, escenario de rudos enfrentamientos entre la policía y los manifestantes durante los primeros meses post estallido social.
A casi un mes del inicio de la revuelta, el INDH reportó a 217 personas con traumas oculares y 345 querellas en contra de agentes del Estado, 245 de ellas por delito de tortura y 58 como episodios de connotación sexual. El estado de inestabilidad política y social derivó en un gran acuerdo para una nueva Constitución, firmado el 15 de noviembre del 2019, tras 15 horas de conversaciones entre parlamentarios oficialistas y representantes de partidos de la oposición, a excepción del PC.
En la instancia donde participó Gabriel Boric se establecieron los puntos principales para un “Acuerdo por la Paz Social y nueva Constitución”, entre ellos la convocatoria a un plebiscito para definir qué tipo de Convención redactaría una nueva carta magna. Un mes después, un grupo de manifestantes bañaría de cerveza a Boric, acusándolo de traidor por haber "salvado" a Piñera del cadalso.
El 25 de octubre de 2020, finalmente, la propuesta de reemplazar la Constitución de Pinochet fue aprobada con un 78% de adhesión. Poco después se elegirían los 155 convencionales y se daría inicio a la propuesta para instaurar la primera Constitución paritaria del mundo.
La sorpresa de la jornada fue el inesperado triunfo de la Lista del Pueblo, un grupo de independientes de izquierda, sin militancia política, que obtuvieron 884 mil votos y terminaron eligiendo a 27 convencionales, uno menos que el pacto del Frente Amplio y el PC. En total, las fuerzas favorables a transformar el modelo representaban al menos dos tercios de la Convención.
El constitucional más votado del país, Daniel Stingo, fue el primero en salir a rayar a la cancha: “Aquí no ganó la derecha…ahora tienen una minoría. Nosotros vamos a poner los grandes temas porque nosotros representamos a la gente. Los que ganamos”, comentó en el programa Estado Nacional.
La derecha, el otro tercio, acostumbrada a inflar su presencia producto del binominal, comenzó a quejarse de su aislamiento y escasa influencia. Las posiciones se fueron atrincherando y la polarización comenzó a ganarle terreno al diálogo. De ahí en más la historia es conocida: Rodrigo Rojas Vade nunca tuvo cáncer, la Lista del Pueblo terminó por desaparecer, el PC y Frente Amplio jamás cuajaron como coalición y la derecha comenzó a decantarse por el Rechazo. Todo en medio de una campaña del terror plagada de fake news.
La propuesta Constitucional fue finalmente presentada al país el 4 de julio, destacando un nuevo sistema político, el reconocimiento de los Pueblos Originarios, el principio de paridad, el derecho humano al agua y la consagración de un Estado ecológico y social de derechos, entre otras prerrogativas. Dos meses más tarde la iniciativa sería rechazada.
El futuro según los analistas
Pocos minutos antes de las 21 horas, el Presidente Boric apareció en cadena nacional. “El pueblo chileno no quedó satisfecho con la propuesta de Constitución que la Convención le presentó a Chile y por ende ha decidido rechazarla de manera clara en las urnas”, reconoció.
“Esta decisión exige a nuestras instituciones y actores políticos que trabajemos con más empeño, con más diálogo, (...) hasta arribar a una propuesta que nos interprete a todos, que nos una como país y allí el maximalismo, la violencia y la intolerancia con quien piensa distinto deben quedar definitivamente a un lado”, comentó rescatando los mismos tópicos que la derecha enarboló minutos antes en su discurso.
Dejar atrás cualquier atisbo de aspiración refundacional pareciera ser la novedad de un proceso que devuelve a la política tradicional el monopolio de los acuerdos y, a los partidos políticos, la llave del manejo institucional. Para Jorge Navarrete, analista y abogado, no hay que perder de vista los resultados que obtuvo la derecha en el Congreso. “Controlan la mitad del Senado y por lo tanto no va a ser una discusión fácil, los términos van a estar puestos justamente por quienes no tienen ninguna obligación ni apuro en negociar”, precisa.
Para Mario Álvarez, investigador del doctorado en comunicación de la Universidad de la Frontera y la Universidad Austral, repartirse el triunfo en Chile Vamos no será una tarea tan sencilla. “Van a querer repartirse la torta, lo que es natural, y como no están claros quién es quién, Ximena Rincón perfectamente puede presentarse como la líder que salvó a Chile”.
A juicio de Susana Riquelme, académica de la Universidad de Concepción y parte de la Red de Politólogas, ese será el principal escollo de la derecha: la ausencia de claridad respecto a si quieren reformar, iniciar un nuevo proceso, instalar una mesa de expertos o consultarlo con la ciudadanía. “No tienen una visión única, hay muchas incertezas”, agrega.
La oposición, pese a no tener el panorama muy claro aún, salió a buscar cabezas en el gobierno. “Es la derrota de la refundación de Chile y en eso no se puede disociar al gobierno. Evidentemente este tiene que ser un llamado a la reflexión”, dijo el presidente de la UDI, Javier Macaya, tras la victoria.
Para Navarrete, “la derrota electoral es una pasada de cuenta al interior del oficialismo en su versión más amplia, entre los sectores que representan el Frente Amplio, el PC, con los sectores que representan la exConcertación o la ex Nueva Mayoría”. “Ha habido una convivencia tensa, que me parece que estaba a la espera de este resultado electoral, y con buenas o malas razones, por unas y otras, va a ser una noche de cuchillos largos”, agrega.
Riquelme, por su parte, asegura que si la gente decidió votar Rechazo, “habrá que generar las acciones necesarias para poder hacer las transformaciones, porque con la actual Constitución habrá que hacer adecuaciones”, considera. El mismo presidente Boric, sin ahondar en controversias, aseguró que “hacer frente a estos importantes y urgentes desafíos requerirá prontos ajustes en nuestros equipos de gobierno”.
Cambios más, cambios menos, para Mario Álvarez la mayor debilidad del gobierno ha estado en la producción de sentido. “El gobierno va a tener que generar las condiciones de legitimación comunicacional para el discurso de las negociaciones que van a ser necesarias. No puede ser que se considere ‘cocina’ cualquier cosa que acuerde un político”, sostiene y recuerda que parte del diseño neoliberal fue precisamente “envilecer la política”.
Los problemas para el gobierno, sin embargo, no solo se encapsulan en el ámbito constitucional. Navarrete cree que se abrirán otros flancos. “Vamos a asistir a mayores episodios de violencia, no solamente vinculados a la manifestación política, sino también a otro tipo de fenómenos que hemos tenido que lidiar en las últimas décadas: lo que ocurre en la Macrozona Sur, el crimen organizado, el narcotráfico, lo que ocurre en las poblaciones”.
A diferencia del estallido social, agrega Navarrete, donde existía una legitimación respecto de la violencia como método para conseguir fines políticos, hoy existe “un cierto hastío, cansancio y temor en un sector importante de la población que, probablemente, forme parte de esa clásica aversión al riesgo que tenemos en Chile”, explica. De ahí que el presidente Boric hiciera un llamado a todas las fuerzas políticas a poner al país delante de cualquier legítima diferencia, intentando acotar los plazos para “un nuevo proceso constitucional”. Una instancia que vuelve todo el proceso a fojas cero y donde la derecha tiene mucho paño que cortar.