Carta abierta a un votante indeciso
Estimado votante indeciso:
No debe ser fácil ser un indeciso en tiempos como estos. Los que ya tienen una opción decidida, buscarán convencerte de votar de una u otra manera. Quienes se ubican en los extremos intentarán convencerte apelando a tus temores, mediante visiones sesgadas de expertos y no tan expertos. Encuestas, columnas de opinión vociferantes, noticias descontextualizadas, o versiones falsas del texto constitucional y sus artículos.
Los más moderados buscarán informarte acerca de las consecuencias concretas de implementar una nueva Constitución, mediante comparaciones respecto a lo que efectivamente está dentro del borrador y de lo que está dentro de la actual Constitución. Te mostrarán experiencias de otros países, contrastando opiniones diversas y aterrizando cada tema por medio de estudios serios basados en la evidencia.
Este último camino es el más difícil y largo. Requiere que la gente profundice y vea el panorama desde una óptica más amplia. Lo sé porque yo lo he intentado. Pero, descuida, hoy no te hablaré de datos, análisis de derecho comparado ni nada parecido.
Hoy quiero empatizar contigo. Porque, a diferencia de aquellos ubicados en los extremos, no te cuestiono por la posición que has mantenido hasta ahora, ni te miro en menos. Sin embargo, creo firmemente que, en tiempos como estos, uno no puede ser neutral: uno debe tener una posición.
No te culpo por estar indeciso. Es una elección compleja, hay mucho en juego y muchas variables que considerar. Y en tiempos de polarización, incertidumbre y desinformación es aún más difícil poder formarse una opinión propia y objetiva. De verdad no te culpo, la culpa es de ellos. Los que te prometen que de un día para otro todo va a mejorar si se aprueba el nuevo texto constitucional, o los que te dicen que el mundo se vendrá a bajo a si se aprueba. De estos últimos debes cuidarte: sus constantes mensajes de odio y miedo, muchas veces infundados, impiden que tomes una decisión con claridad.
No confíes en informaciones que infundan miedo. Si lees alguna, pregúntate si la información es verdad. Si el contenido de alguna de las campañas te produce temor, pregúntate si ese temor es justificado, si representa una amenaza para ti. No está mal sentir miedo. Sin embargo, no debes dejar que el miedo te impida ver el camino que hay delante.
El miedo, al contrario de la esperanza, no resiste análisis alguno. El miedo no se cuestiona, y quienes lo difunden lo saben. El miedo es un gran movilizador, y cuando no se cree en la esperanza se recurre al miedo para movilizar. Ya que imponer una idea es más fácil si se hace a través del miedo que de otra forma. No dejes que la campaña del miedo gane.
Por otro lado, sí, es verdad. Una Constitución no resuelve todos los problemas de un día para otro. Porque una Constitución, más allá de establecer derechos y obligaciones, más allá de designar el número y nombre de instituciones de un país, representa una hoja de ruta que nos invita a pensar en el país que queremos a largo plazo. Nos invita a reflexionar sobre las grandes prioridades y los grandes desafíos a los que nos enfrentaremos en el futuro. Descentralización, cambio climático, resolución de conflictos sociales y ambientales, y muchos otros que nos afectan a todos por igual.
Y con esto, votante indeciso, no digo que haya que despreocuparse de los problemas de hoy. Por el contrario: sin duda que la delincuencia, la inmigración y la salud son problemas que deben ser resueltos. Sin embargo, una Constitución no entrega soluciones por sí misma. Pero sí nos entrega las herramientas para priorizar y abordar las causas que los producen y, sobre todo, los enfoques y miradas para enfrentar dichos problemas. ¿Cómo te gustaría abordar dichos problemas?
Es razonable estar indeciso cuando existe desconfianza. Cuando uno se siente abandonado y para nada representado. Puedo entender que –quizás– estés descontento. Yo también lo estoy. No es posible que, tras años de luchas, haya todavía habitantes que tengan que vivir en zonas saturadas de contaminación. No es posible que todavía haya gente que no pueda costear medicamentos o intervenciones médicas y tenga que hacer rifas o bingos para resolver sus necesidades de salud.
No es posible que nuestros adultos mayores reciban una pensión miserable. No es posible que aún haya personas a quienes se le vulneren sus derechos cada día. Y es inconcebible que todavía no haya justicia, apoyo ni reparación a quienes perdieron sus ojos por salir a manifestarse contra el cruel desamparo e indiferencia que la clase política ha tenido frente a las legítimas demandas, ciudadanas. La misma clase política que hoy quiere que rechaces o apruebes ha mantenido por años esta situación: ellos han permitido que suceda todo esto que te menciono. El sacrificio de aquellos que salieron a la calle para ser escuchados, aquellos que fueron capaces de hablar por los sin voz, no es posible que los hayamos olvidado. Gracias a ellos y a los que los antecedieron es que hoy se discute y vota una nueva Constitución.
Es aún más inconcebible, que entre quienes hoy rechazan la oportunidad de cambios haya personas que defendieron un régimen que lanzó personas al mar. Gente que avala la tortura y asesinato de hombres y mujeres. Personas que santifican la figura de un dictador que mandó a matar a su propio pueblo sólo por pensar distinto, y cuyo régimen impuso una Constitución que muchos hoy quieren conservar. Personas que hasta el día de hoy no quieren revelar dónde están los cuerpos de nuestros desaparecidos. Personas que impiden que madres, padres, hijos y hermanos puedan tener un lugar donde depositar una flor, una vela. Cómplices pasivos que niegan la memoria y extienden la impunidad.
Esta elección no representa una disputa entre dos bandos irreconciliables. No hay ganadores ni perdedores. Quienes quieren que pienses así son los que nos quieren ver enfrentados. Los que usan algo tan genuino y personal como el amor como propaganda de campaña. Los que les es útil que estemos divididos.
Esta elección es en un punto de inflexión, que inicia un proceso aún más largo y complejo, en el que debemos seguir trabajando unidos y organizados para construir juntos el país que merecemos, no el país que ellos quieren. Estimado indeciso, y con esto termino: este domingo debes reflexionar sobre los caminos quieres abrir y transitar en este punto de inflexión. Reflexionar sobre de qué lado de la historia quieres estar.
Si estar con quienes quieren mantener sus privilegios a toda cosa. Aquellos que consideran que el crecimiento económico a toda costa es el único norte, la única solución de todos los males, a la vez avalan que unos pocos se enriquezcan a costa de la mayoría. Aquellos que celebran los avances económicos, pero desconocen la realidad y precariedad que miles de familias viven día a día en distintos rincones del país. Los que solo buscan el beneficio en el corto plazo, los que toleran la colusión y la corrupción. Aquellos que se oponen a los grandes cambios, los que se niegan a distribuir el poder en los territorios.
O quieres ser parte de quienes entienden que la desigualdad frena el real desarrollo del país. Aquellos que buscan que todos, sin importar su condición, tengan las mismas oportunidades y herramientas para enfrentar un mundo cada vez más complejo. Aquellos que buscan resolver los grandes problemas del país con una mirada de largo plazo y si excluir a nadie.
Reformulo la pregunta de más arriba: ¿con qué mirada quieres abordar los grandes desafíos que se vienen? ¿Con solidaridad y colaboración con el que piensa diferente, relacionándonos en la convivencia con una mirada en que nadie está por encima del otro? ¿O con una mirada que ve con desconfianza al otro, una mirada segregadora que busca el interés propio por sobre el colectivo, una mirada que quiere mantener la forma de relacionarnos que tanto nos ha dividido? La decisión es suya estimado o estimada indeciso o indecisa.