“Rechazo para reformar” es un cheque sin fondos (y la derecha lo sabe)
La derecha nunca quiso un cambio de Constitución: son los autores (en dictadura) de la actual, rechazaron el proyecto de nueva Constitución de Michelle Bachelet, hicieron campaña por el Rechazo en el plebiscito de entrada y se dedicaron a boicotear el proceso constituyente desde el primer día.
Al firmar el acuerdo del 15 de noviembre del 2019, apostaron por mantener su veto histórico en materias esenciales, como señalo Pablo Longueira en el Consejo Directivo Ampliado de la UDI en septiembre del 2020: “Pero basta que nosotros tengamos un Convencional más del tercio y partimos de la Constitución actual (…) Y quiero ir a defender esta Constitución [de 1980]. Y quiero ir a rescatar de ella lo más posible (…) Tenemos el veto y lo primero que tenemos que hacer es muy simple. (…) Nosotros en el reglamento tenemos que pedir una sola cosa, una simple: que al final haya una votación general de la Constitución entre los 155 constituyentes, y se aprueba por un tercio o por 66. Si no incorporan eso, no va a haber reglamento y no va a haber propuesta”.
Ahí recae lo fundamental de las declaraciones del presidente Boric el 15 de julio: pone la pelota a piso en el debate de fondo. El 78% de los chilenos votó por una nueva Constitución escrita por un órgano democráticamente electo para este fin. No el Congreso o alguna comisión de expertos designada a dedo por los mismos de siempre. Ya no es aceptable que una minoría siga vetando los cambios.
Si la derecha y los sectores más conservadores de la ex Concertación cambiaron de opinión, lo cual es legítimo, y ahora sí están a favor de una nueva Constitución, es su obligación dar garantías. Si no, las promesas de cambios profundos en materia constitucional son un cheque sin fondos.
Para dar garantías de que se va a derogar la Constitución de Pinochet y que se va a redactar una nueva Carta Magna en democracia, la reforma para iniciar un nuevo proceso, en el caso de que gane el Rechazo, se debe aprobar antes (y no después) del plebiscito del 4 de septiembre.
Lamentablemente, las señales de la derecha posterior a las declaraciones del Presidente apuntan en la dirección opuesta: no están disponibles para dicha reforma; si gana el Rechazo las reformas serán maquillaje y seguirá rigiendo la Constitución de Pinochet.
En el escenario actual, el 4 de septiembre nos enfrentamos a la disyuntiva entre aprobar o rechazar. No hay “tercera vía”. Si gana el Rechazo, los cambios a la Constitución serán cosméticos y se consagrará el veto que tiene la derecha para cualquier transformación profunda. En caso de aprobarse la propuesta de nueva Constitución tendremos un texto moderno, democrático, paritario, que garantiza derechos sociales universales y con más facilidades para ser corregido y mejorado. La elección es nuestra, no la posterguemos.