OPINIÓN | La única casa de todos y todas es la naturaleza
Durante esta década y las que vienen, Chile experimentará el mayor desafío que le tocará enfrentar como país: la crisis climática y ecológica. Según los criterios de la convención marco de las Naciones Unidas para el cambio climático, nuestro país sería incapaz de hacer frente a los efectos del aumento de temperatura si no actualiza las limitadas herramientas legales para proteger los ecosistemas y su biodiversidad.
La actual constitución no es suficiente para superar la crisis climática y ecológica. Por otro lado, el proyecto de nueva constitución ofrece un abanico más amplio de potenciales soluciones, y que, de aprobarse el próximo 4 de septiembre, deberán ser rápidamente implementadas para mejorar nuestras chances de resiliencia. Pese a la urgencia de proteger nuestra casa común, las últimas semanas han estado marcadas por hechos que nos recuerdan que somos un país que ha cimentado su desarrollo deteriorando la naturaleza.
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El anuncio del cierre de la fundición de Ventanas por parte del directorio de Codelco y el presidente Gabriel Boric, una decisión política valiente, no exenta de problemas, pero correcta e informada, va en la línea adecuada de justicia ambiental que requiere las zonas saturadas por la contaminación atmosférica y que es parte de los criterios de vulnerabilidad al cambio climático. Otros territorios llevan décadas esperando las mismas medidas adoptadas con Ventanas. Por ello, la transición del extractivismo hacia un modelo más amigable con las personas y el medio ambiente es imperioso, pero también dificultoso en su fondo y forma.
Pero ¿solo basta con cancelar las zonas de sacrificio ambiental? Claramente, la respuesta es no.
La vulnerabilidad de los ecosistemas como bosques, humedales y pomponales –claves para enfrentar el cambio climático y la provisión de agua– también son parte de los criterios de vulnerabilidad de la convención marco de Naciones Unidas. Los bosques dependen de polinizadores nativos para la producción de semillas y frutos, y de dispersores (zorros, pudúes o aves) para regenerarse naturalmente. Los loteos y parcelaciones en el sur de Chile se han intensificado a tal escala, que generan tala de bosque, carreteras y caminos que atropellan pudúes y zorros, y mascotas no supervisadas que impactan en la fauna dispersora. Los animales que sobreviven se enfrentan a crueles destinos como el que protagonizó un zorro chilla a manos de un funcionario de SAG de Villarrica y un ciudadano austríaco o aves baleadas por ‘deportitas’ como Mauricio Pinilla, el cual considera a estos animales plagas, cuando en realidad el reglamento de la ley de caza contiene muchas especies nativas. Sin polinizadores y dispersores, no hay bosque y sin bosque, no hay agua. Poner un atajo a las parcelaciones es perpetuar la casa común de todos y todas. Por el contrario, no hacer un freno a esta actividad es profundizar los impactos de la crisis climática y ecológica.
Pese a contar con una ley de humedales urbanos (ley 21.202), tan solo el 0,91% (4,900 de 533,000 hectáreas) están protegidos según fuentes del Ministerio del Medio Ambiente. Pero para el senador por la región de Los Lagos, Fidel Espinoza (PS), el abuso de esta ley por parte de movimientos socioambientales ‘radicalizados’ –que en realidad son personas de territorios vulnerables al cambio climático– impiden ‘el progreso’ de las inmobiliarias y el deseo legitimo del ciudadano de clase media por vivir fuera de la capital. El espíritu ‘ambientalista’ del senador se enaltece aún más con su apoyo a salmoneras y su oposición al cierre de Ventanas, en ambos casos, porque dan empleo. Por supuesto, la RRSS no le perdonaron tamaña indolencia con un tema sensible para la ciudadanía. La pregunta es ¿la protección del 0,91% de los humedales, ecosistemas claves contra el calentamiento global, es un abuso por parte de los movimientos sociales en contra de las inmobiliarias? En este sentido, creo que el senador Espinoza ha sobregirado su línea de credibilidad.
Querámoslo o no, vivimos en un territorio degradado por actividades extractivistas que no están dispuestas a transitar a una era más amigable con la naturaleza y han mermado nuestra capacidad real de enfrentarnos a la crisis climática y ecológica. Las herramientas legales para enfrentarnos han llegado con cuentagotas, con extensos años de debate en algunos casos como la ley marco de cambio climático, recientemente promulgada por el ejecutivo. El proyecto de nueva constitución en su artículo 1, consagra la relación interdependiente de la sociedad con la naturaleza, invitándonos a un nuevo contrato con una casa común golpeada por unos pocos en desmedro de muchos. Además, nos entrega mejores herramientas en el cuidado de ecosistemas, agua, mar, suelo, biodiversidad y atmósfera, todos elementos que son contemplados de alguna forma en los criterios de la convención marco de la Naciones Unidas para el cambio climático.
Cuidar la naturaleza, la casa común de todos y todas, es una tarea que ya no puede esperar que los mismos de siempre vengan pregonando reformar lo que no hicieron en 30 años.