“La dama de la ciencia ficción” y de los derechos humanos
Mientras más conocemos nuestro pasado como nación más develamos un glorioso quehacer intelectual donde las mujeres han dejado un legado que, al ser alumbrado en el presente, evidencia que ellas configuraron y desearon un futuro socialmente diferente para Chile. Tal es el caso de Elena Aldunate, mejor conocida como “La dama de la ciencia ficción”, quien a hace casi seis décadas a través de la literatura fantástica comenzó a mostrar realidades que aún nos pesan.
Nacida como María Elena Aldunate Bezanilla (1925-2005), esta santiaguina hija de un Premio Nacional de Literatura empieza a escribir en la década del 50 sobre emociones de mujeres en un medio tradicionalmente restrictivo para después dedicarse a la narrativa de relaciones entre seres humanos (y también entre alienígenas) con una tecnología avanzada pero inexistente en aquel entonces; siendo así catalogada como una de las primeras que en esta parte del mundo se dedicó profesionalmente a la ciencia ficción. Peso al gusto universal de sus cuentos, marcados por una sorprendente originalidad, en varios de ellos se percibe un aire de chilenidad que enorgullese e identifica a las lectoras por el protagonismo que ahí tienen las mujeres.
Así Elena Aldunate destaca en la ciencia ficción no sólo por ser una mujer que abraza ese género literario mundialmente liderado por hombres, sino por el mérito propio de sus creaciones. En efecto, esta escritora combina armónicamente las fantasías tecnológicas con las legítimas fantasías de mujeres. A través de títulos tan sugerentes como Del cosmos las quieren vírgenes (1977), ella relata la historia de amor y entrega donde una mujer gesta miles de hijos para poblar el planeta Tierra. Pero también tiene obras que pueden ser aprovechadas con fines didácticos para desarrollar la imaginación particularmente en la juventud, como por ejemplo Ur y Macarena (1961), donde un extraterrestre ayuda a conocer el mundo interior y exterior de una niña.
Sin embargo, la obra más pertubadora es Juana y la cibernética (1963), que relata la vivencia de una cuarentona desvalida económica y afectivamente, quien queda accidentalmente atrapada en la fábrica donde trabaja como obrera.
En este libro, durante la víspera de Año Nuevo, cuando sufre su encierro, la protagonista reflexiona sobre la disposición de los servicios higiénicos estratégicamente localizados para mantener el control sobre las operarias. También recuerda la humillante broma que sufrió por parte de un señor en una fallida cita. Nota el abuso entre las mismas mujeres al acordarse cómo su tía la sobrecargara con tareas domésticas. Repara sobre la injusticia por el despido del nochero al negarse a trabajar en aquel día feriado. Se cuestiona sobre la cantidad de desempleadas que quedarán ante el progreso de las máquinas. Le es imposible olvidar esa eterna pregunta que le formulan en todos los lugares: “casada o soltera”. Pero mantiene una esperanza al imaginar que ahora saldrá en los diarios: “La mujer que pasó tres días encerrada en una sala de máquinas”. Juana piensa que probablemente esta noticia sirva de propaganda a la empresa y así logre el aumento salarial que reiteradamente le han negado, evento que no ocurre porque al final en la soledad de su involuntario encierro ella termina de manera fatal entregándose sexualmente a una máquina.
En este y otros relatos Elena Aldunate ocupa a la ciencia ficción como un campo de prueba para examinar el comportamiento de los seres humanos y cuánto se respetan sus derechos como tales. “La dama de la ciencia ficción” posee una rica obra mayoritariamente desconocida donde aborda asuntos feministas, indigenistas, clasistas y otros de frecuente preocupación actual.
Probablemente los cuentos y novelas de esta genial escritora fueron eclipsados circunstancialmente por la literatura de origen masculino que inundaba la ciencia ficción en el siglo pasado y tal vez por el Apagón Cultural que afectó a nuestro país en dictadura. Puesto que ahora el escenario ha cambiado, Elena Aldunate puede ocupar el lugar que merecidamente se merece en la diversa sociedad chilena.