Repensar la educación por un futuro sin violencia de género
Termina este increíble 2021. Un año convulso con una pandemia que parece no querer irse, pero en el que han ocurrido cosas maravillosas como grandes movilizaciones a favor de las libertades individuales, el respeto por la diversidad o la defensa de las niñas, jóvenes y mujeres en todos los espacios. Un año en el que ciudadanas y ciudadanos se unieron, poco a poco, para luchar por lo que sienten injusto e inequitativo, y en el que, de manera contundente, más de 4 millones 600 mil chilenos decidieron elegir a un Presidente que promete trabajar por mantener los avances en materia de paridad, promover un sistema nacional de cuidados, garantizar los derechos humanos y fortalecer instancias como el ministerio de la mujer.
Desde la Fundación Instituto de la Mujer, creemos que en este contexto vale la pena volver a mirar las recomendaciones que entrega el estudio inédito en nuestro país (Amores tempranos: Violencia en los pololeos en adolescentes y jóvenes en Chile), precisamente pensando en las medidas que como país debemos implementar para un futuro sin violencia de género en las relaciones de nuestros actuales adolescentes y jóvenes. En 2019 presentamos los resultados de esta investigación, que evidenció datos contundentes, como por ejemplo que para la mitad de los jóvenes encuestados el lugar de una mujer es en su casa, con su familia, o que 3 de cada 4 cree que las mujeres son insustituibles en el hogar; que 3 de cada 10 jóvenes les dicen a sus parejas con quién salir y con quién juntarse, y el mismo número considera poco grave que la pareja les exija las claves o revisar el email personal. Luego de analizar y de escuchar a quienes participaron en el estudio, decidimos que valía la pena dedicar un capítulo completo para sugerir algunas recomendaciones que, por cierto, aún están en el papel y sin duda vale la pena tratar de materializar, porque como sociedad debemos ser capaces de garantizar, a la adolescencia y juventud chilena, un futuro libre de violencia en sus relaciones de pareja.
Estas recomendaciones pueden sumar en la construcción de una nueva política pública integral que aborde la violencia en el pololeo en parejas heterosexuales y de la diversidad sexual, y que ponga el foco en las primeras relaciones y en la población adolescente: una política pública que nos permita prevenir y sancionar. Además que, de manera urgente, se deben realizar varias acciones: elaborar y ejecutar un plan nacional que tenga alcance intersectorial; articular y armonizar una respuesta activa, coordinada, consistente y efectiva, que prevenga, sancione y proteja; así como de diseñar y proponer un marco normativo de protección jurídica que incorpore la violencia vivida por los adolescentes en sus relaciones de pololeo, que sea capaz de estimular su visibilización, la denuncia y la activación de las redes de protección.
Finalmente, en nuestra lista de sugerencias, está la tarea de repensar la educación de niños, niñas, adolescentes y jóvenes, para develar lo pernicioso de un sistema de género binario y heteronormativo desigual y violento. Debemos llegar a espacios formales como escuelas, colegios y liceos, universidades y oficinas de la juventud de los municipios, con una educación libre de estereotipos y con perspectiva de género, interseccional y feminista. Tenemos que promover en ellos el empoderamiento y la organización entre pares, y motivarlos a ser agentes multiplicadores. La tarea es ardua, pero no imposible. Requiere del aporte y compromiso de todos y todas. Requiere de la misma voluntad que nos ha acompañado este año y nos ha permitido alcanzar triunfos que se veían imposibles.