Jaime Bassa: Si gana Boric “podría ser el abuenamiento entre sectores progresistas”
A pocas horas de la que parece ser la elección más importante del último tiempo en Chile, y en plena semana territorial de los redactores de la nueva Constitución, Jaime Bassa, vicepresidente de la Convención Constitucional, reflexiona sobre el proceso eleccionario en entrevista con Cristian Zúñiga y Daniela Astudillo, en el programa radial En la Medida de lo Posible de Radio Ritoque de Valparaíso.
Sobre el pulso de la calle, asegura que “ese 80% que quería un cambio, ya no es tan homogéneo en la forma cómo se materializa ese cambio”, y manifiesta, en relación a su posición respecto a la duración del próximo Parlamento y Ejecutivo, que “sin perjuicio de los cambios profundos que pueda haber en materia de régimen político, es razonable pensar que tengamos un periodo de cuatro años para implementar la primera parte de las reformas que va a significar la nueva Constitución”.
Esboza optimismo, en el caso de ganar Boric, respecto al futuro del progresismo chileno. “Si logramos unificar detrás de lo que Gabriel Boric representa hoy, agendas políticas complementarias y podemos entenderlas por fin, después de 30 años, como agendas complementarias, a lo mejor vamos a poder generar las condiciones para avanzar juntos de aquí en adelante”, asegura Bassa.
-Esta semana previa a la segunda vuelta fue territorial para ustedes los convencionales. En este trabajo en la calle ¿cómo percibiste a la ciudadanía? ¿se están o no uniendo las ideas que comienzan a discutirse en la convención constitucional con las del futuro mandato presidencial?
Estamos en tiempos bien intensos. Es difícil sacar conclusiones de los movimientos electorales. Es difícil tener claridad de cuantas de las personas que votaron X, después votaron para el otro lado y es difícil saber con certeza el cómo se mueven esos electores. Por ejemplo, para las pasadas elecciones votaron algo así como 500 mil personas menos de las que votaron para el plebiscito y, al mismo tiempo, 300 mil personas más de las que votaron por el Rechazo, ahora lo hicieron por Kast.
Y claro, los números del Apruebo, eventualmente, no solo podrían perder esos 500 mil votos, sino que también pierden una votación que se puede ir con Kast, y en primera vuelta, además, se diluyeron votos entre otras candidaturas que sí estaban identificadas con el Apruebo. Lo que sí yo creo que uno podría decir y que son cosas que hemos estado conversando en distintos espacios políticos y académicos, es que hubo una cierta inclinación a leer los resultados de las elecciones de manera incompleta, no necesariamente apresurada, sino que incompleta, como si cada elección fuera una foto de la cual se pueden sacar conclusiones permanentes y definitivas.
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Y la verdad, es que eso no es cierto respecto al plebiscito, no es cierto a las elecciones de mayo y tampoco es cierto respecto a las elecciones de noviembre, sino que se trata de procesos políticos, de flujos electorales más lentos y de más largo aliento donde probablemente hay más claridad en la ciudadanía respecto de lo que no se quiere, que respecto de lo que sí se quiere o incluso de cómo se quiere conseguir aquello que no se quiere.
Hay una demanda muy clara y transversal, por ejemplo, en contra del abuso, de la mercantilización de la vida, que es algo que uno percibe en las salidas territoriales, en contra del centralismo que tiene ahogadas a las regiones, pero también a las ciudades, pero cuando uno trata de plasmar eso en concreto, en positivo y en propositivo, los caminos se comienzan a bifurcar y ese 80% que quería un cambio, ya no es tan homogéneo en la forma en cómo se materializa ese cambio. Creo que eso es lo que, de alguna manera, explica que hayamos tenido un cambio en el comportamiento electoral tan marcado, con seis meses de diferencia entre las elecciones de mayo y las de noviembre.
-Conocidos los resultados de la primera vuelta y proyectando que esta segunda vuelta será con un resultado muy estrecho, uno podría sacar algunas conclusiones para explicar el buen rendimiento de un candidato como Kast, como suponer que una parte de la ciudadanía está castigando a una izquierda que no salió a condenar de manera tajante los saqueos, incendios y hechos de vandalismo, sino que, por el contrario, apareció caricaturizando la violencia como una partera del proceso constituyente.
Creo que ha habido mucha indefinición, ha faltado claridad respecto de que lo que significa esa violencia como parte de los procesos políticos y sociales que estamos viviendo. Nosotros no estamos en este proceso constituyente gracias a la violencia que se desplegó a partir de octubre del 2019, estamos en este proceso constituyente, porque el país lleva arrastrando durante años una forma de vida resistida por muchas y muchos en materias que son claves para nuestra vida cotidiana, en temas como la educación, salud, vivienda, transporte, medioambiente, agua. Esto de alguna manera, no lo habíamos visto, “no lo vimos venir” ¿y que hizo que eso se viera? bueno, todo el conflicto que se desplegó a partir de octubre del 2019.
Entonces, en realidad, nosotros estamos en medio de un proceso constituyente no porque hubo un estallido de violencia como algunos dicen de manera un poco irreflexiva, sino que, estamos como estamos, porque estamos atravesando una crisis importante que tiene varias dimensiones, entre ellas, la falta de confianza y de credibilidad en las instituciones que están llamadas a representar la voluntad popular y que por décadas han dejado estas grandes transformaciones, en el cajón de algún escritorio del Congreso nacional, como ha pasado con la ley de Isapres, que lleva esperando desde el año 2007 un artículo respectivo sobre la actualización de las tablas con los factores de riesgo y que fue declarada inconstitucional por el Tribunal Constitucional. Desde entonces han pasado 14 años.
Entonces, ese tipo de cuestiones adquirieron una visualidad muy notoria en octubre del 2019, pero son temas que vienen desde hace mucho tiempo y que no habíamos visto y de los cuales la institucionalidad no se había hecho cargo. Y también hay que tener presente, para que pongamos toda la violencia sobre la mesa, que la primera semana después del 18-O, tuvimos Estado de Excepción Constitucional, con las Fuerzas Armadas desplegadas por todo el país, reprimiendo a la población y vimos varias veces videos de militares arrastrando cuerpos ensangrentados por las calles.
Esa violencia desplegada por el Estado también generó una respuesta por parte del pueblo y eso tampoco lo podemos dejar de ver, de hecho, existen cinco o seis informes internacionales que dan cuenta de las violaciones masivas a los derechos humanos que hubo y hay un ministro del Interior que fue destituido por esto. Pero claro, es fácil condenar moralmente el despliegue de la violencia que surge desde la ciudadanía en esta situación de crisis, primero, para invisivilizar la potencia de la movilización social, por ejemplo, la de la convocatoria de 25 de octubre del 2019 que fue muy masiva y segundo, para invisibilizar también la responsabilidad que el Estado tiene en el despliegue del uso ilegitimo de la fuerza, eso también es violencia y de eso se habla poco.
-Los resultados presidenciales están recordándonos que, una cosa es la movilización en las calles y otra distinta, la movilización electoral. En esta elección post revuelta social se está dando una contienda más reñida de lo que muchos proyectaban, algo parecido le ocurrió a la Nueva Mayoría con su proceso de cambios estructurales encabezados por Bachelet, que se suponía contaban con el apoyo mayoritario de la ciudadanía, pero, sin embargo, terminó con el triunfo de Piñera el año 2017. ¿Por qué no se está reflejando la movilización de las calles en el resultado presidencial?
Efectivamente, son formas de acción política distintas, que tienen distintos objetivos y formas de manifestación. Yo diría que, en esta campaña, lo que hemos visto en el uso de las redes sociales, de la manipulación de los sentires colectivos, las fake news y todas esas dimensiones, alteran la percepción de lo que ocurre en la sociedad y en los procesos sociales y, de alguna manera, generan condiciones para que, esa expresión de voluntad soberana, se manifieste de una manera distinta. También hay que tener en cuenta que, por muy masiva que sea la movilización, ahí hay una parte del pueblo pequeña y no electoralmente homogénea.
Por eso decía que una de las lecturas de este ciclo electoral del último año, del plebiscito, las elecciones de mayo y las de noviembre, es que puede haber cierta claridad respecto de que el pueblo quiere cambios y quiere eventualmente dejar de vivir agobiado por las deudas y con esta sensación de abuso permanente, pero cuando se trata de poner aquello sobre el papel y diseñar propuestas concretas, esa unidad se diluye legítimamente en caminos y alternativas distintas. Y también hay que tener presente que la extrema derecha ha replicado de manera muy exitosa el folleto que hemos visto en otros procesos electorales de otros países del mundo como en Estados Unidos, en Brasil, España, Francia con Le Pen, es un libreto que se replica y se repite.
Hemos escuchado durante esta semana que el candidato de extrema derecha estaría dispuesto a recurrir a la justicia electoral para cuestionar los resultados de las elecciones de este domingo y eso es de libreto, lo hizo Trump en su momento, lo hizo Bolsonaro, es lo que hace la extrema derecha y con ese tipo de artimañas, efectivamente, la manifestación de la voluntad popular se va distorsionando, se va complicando, y ya no es tan fácil leer o tratar de interpretar como ocurren las cosas, como se van configurando los grupos que tienen intereses, porque cualquiera de esos artilugios puede cambiar la disposición anímica de 200 mil electores a quienes de repente les llegó un WhatsApp que les escandalizó y les lleva a decir “por aquí yo no voy” o al revés, pero no siempre con razones, sino que más bien, desde la manipulación de las emociones y eso marca la diferencia tan importante entre una movilización y otra.
-Justamente, eso es lo que hoy nos tiene con una incertidumbre todavía mayor, porque estas nuevas formas de comunicar llevan a que, por ejemplo, los dos candidatos hagan parte de su relato conceptos como libertad y democracia.
Es importante señalar que estamos en un contexto donde los criterios que una sociedad tiene para determinar que es verdad y que cosa no es verdad, se perdieron, se diluyeron. Ya no tenemos criterios que podamos compartir a partir de los cuales podamos decir que cierta afirmación es verdad o no, y eso genera una condición para la deliberación democrática bien compleja, porque ya no reconoces a tu adversario, a tu contraparte, como un sujeto que esté en condiciones de sostener un discurso de verdad.
Ya no solo hay una distancia respecto del contenido de lo que dice, con lo cual uno puede no estar de acuerdo, sino que hay también una distancia respecto de la veracidad de lo que dice y eso rompe cualquier pretensión “moderna” de democracia, porque ya no concurrimos al espacio público en condiciones de igualdad, ya no nos reconocemos recíprocamente como iguales, no porque no tengamos el derecho a hablar, sino porque no le reconocemos al otro, en su habla, algo de verdad. Creo que perder esos criterios comunes es una cuestión muy difícil, muy compleja.
Yo creo que, de alguna manera, se juega esa continuidad de la comunicación política en las elecciones de este domingo, porque hay conceptos que están constantemente abiertos a disputa y no todo el mundo entiende lo mismo por libertad, pero igual el contenido de la palabra libertad tiene ciertos bordes, ciertos márgenes y en ellos hay distintos conceptos de libertad que pueden disputarse y a partir de los cuales se puede discutir. Creo que lo que se juega en esta segunda vuelta es precisamente la posibilidad de reconocer esos márgenes y saber si seguimos moviéndonos dentro de ellos o legitimar la posibilidad de que actores políticos importantes se muevan, derechamente, fuera de esos márgenes y cuestionen, como una forma de acción política, los criterios a partir de los cuales una sociedad determina que es verdad y que no es verdad. Por eso el tema de las fake news es tan importante y la campaña que ha llevado adelante la extrema derecha es tan peligrosa para la democracia.
-Tú eres parte del mundo del progresismo, de las izquierdas, sector que en esta segunda vuelta ha encauzado sus energías y uno ve a un exdirigente de las ACES como Víctor Chanfreau y al expresidente Ricardo Lagos, cuadrándose por un mismo proyecto y candidato. De ganar Boric ¿ves esto como una oportunidad para ese sector, justo cuando se va a comenzar a redactar la nueva Constitución?
Creo que es una oportunidad muy importante (y no quiero sobre interpretar los procesos históricos que estamos viviendo), este podría ser algo así como el abuenamiento entre distintos sectores progresistas, entre distintos sectores social demócratas después de lo que significaron las tensiones de la Tercera Vía en la década del noventa y del influjo neoliberal que tuvo esto de la prestación de servicios sociales a través de empresas privadas con fondos públicos que, claro, viene principalmente en la lógica de la Tercera Vía de la mano de Tony Blair, Anthony Giddens y compañía, pero que venía arrastrándose del modelo neoliberal chileno desde la década del setenta.
Me atrevería a decir que esa crítica que, en algún momento enfrentó, por ejemplo, al Frente Amplio y a la Concertación, en torno al modelo de financiamiento de derechos sociales, sobre todo en educación, salud y seguridad social, que han sido los tres más importantes, hoy puede generar una síntesis propiamente socialdemócrata, con derechos sociales universales financiados en clave solidaria, y no por empresas privadas, algo que, de alguna manera, podría marcar un tipo de proyecto político, probablemente, distinto al de la Concertación, pero también, distinto al del Frente Amplio, donde quepa gente como Ricardo Lagos y Víctor Chanfreau simultáneamente.
Creo que esto sería un triunfo, un resultado positivo de la elección de este domingo que, eventualmente, podría poner detrás de una agenda de justicia social a actores políticos tan distintos y que en su momento defendieron posturas políticas distintas. Entonces, si logramos unificar detrás de lo que Gabriel Boric representa hoy, agendas políticas complementarias y podemos entenderlas por fin, después de 30 años, como agendas complementarias, a lo mejor vamos a poder generar las condiciones para avanzar juntos de aquí en adelante.
-Esta semana el convencional Fontaine te sindicó, nuevamente, como quien estaría cuestionando la duración del próximo periodo presidencial a propósito de un posible cambio al sistema político.
La derecha más radical en la constituyente ha tenido la costumbre de generar condiciones para sacar provecho electoral de estas polémicas de poca monta que son bien artificiales. Una de mis propuestas de campaña, cuando fui candidato, era el Congreso unicameral y eso está registrado en la propia documentación que generan las propuestas de campaña y eso lo propuse durante el año 2020. Es algo que he pensado durante mucho tiempo y no tiene ninguna relación con quien ocupa hoy día el Congreso o la Cámara, ni con la forma en cómo se han distribuido los colores políticos en el parlamento.
Es una cuestión de principios, una cuestión de convicción y lo mismo respecto del próximo periodo que empieza en marzo del 2022 con el nuevo presidente, pero también con una nueva Cámara. Sin perjuicio de los cambios profundos que pueda haber en materia de régimen político, es razonable pensar que tengamos un periodo de cuatro años para implementar la primera parte de las reformas que va a significar la nueva Constitución y eso es una cuestión que hay que planificar con tiempo, hay que hacerlo con calma. Yo llamaría a la derecha más radical a no sacar provecho electoral, porque estamos pensando en el bien del país para las próximas décadas y no para las próximas semanas.
-Por último y a pocas horas de esta elección, cuál sería el mensaje para la ciudadanía
El principal mensaje que uno puede dar a horas de esta elección, es que la gente vaya a votar. Creo que durante el plebiscito del año 2020 aprendimos que el voto es un espacio importante, aprendimos que las decisiones colectivas, hay que tomarlas entre todas y todos, y que cuando uno no participa de ciertos espacios de decisión, esos espacios de decisión no desaparecen, siguen ahí, lo que pasa es que siguen ahí sin nosotros y eso significa que otras personas toman decisiones por uno y que luego afectan e impactan, radicalmente, a nuestras vidas. Entonces, claro, quizás lo más importante, es invitar a la ciudadanía a votar y a no quedarse mirando esto por la TV, ya que estamos viviendo procesos de cambios muy importantes para la historia del país.