La Zanja de Kast: alerta de ecomagnicidio en el Altiplano
A poco más de una semana de celebrarse la primera vuelta de la próxima elección presidencial, el candidato del Partido Republicano José Antonio Kast ha sido reiterativo en todos los medios informativos, incluyendo su propia franja electoral, con la pretensión (en el supuesto de salir electo) de construir una zanja en el Altiplano chileno con el objetivo de frenar la crisis migratoria en la zona, convirtiendo ya la idea en un verdadero bastión comunicacional de su campaña a la Presidencia del país.
La poca información que entrega su proyecto supone la habilitación de una zanja continua (o al menos por los lugares de tránsito) de 3 metros de ancho por 3 metros de profundidad, incluyendo la instalación de una cerca. Si bien el candidato ha dicho que su costo alcanzaría los 10 millones de dólares, no indica su extensión total (teniendo presente la existencia de una frontera con Bolivia de 861 kilómetros), dejando en duda el cómo estimó esta cifra al no contar con un dato elemental para su cálculo. Es más, incluso no acompaña presupuesto alguno con estimación de costos en materiales, maquinaria, equipamiento o mano de obra para su construcción. Por otro lado, no agrega cuánto saldrá su mantención, no indica sistema de monitoreo asociado que -se supone- debiera tener para no ser destruida, el que de darse en vehículos motorizados debiera incluir además la habilitación de un camino paralelo a la zanja lo cual dispararía las cifras. Peor aún, no incluye algún sistema de mitigación que debería tener la zanja para enfrentar la época de lluvias, las que, cada cierta cantidad de años, se concentran en gran cantidad en un corto lapso, lo que en forma natural provoca aludes y derrumbes, fenómenos que podrían verse agravados con la construcción de esta verdadera trinchera con consecuencias insospechadas en la zona incluyendo, eventualmente, a localidades pobladas.
Compartido por Perú, Bolivia, Argentina y Chile, el Altiplano es junto al Tíbet una de las mesetas más elevadas del mundo, alcanzando un promedio de casi 4.000 metros sobre el nivel del mar. La baja presión de oxígeno a esta altura y sus condiciones climáticas extremas no impidió el desarrollo de una flora y fauna únicas en el mundo por su grado de adaptación a este medio hostil. Es así que podemos encontrar una gran cantidad de especies de aves, reptiles y mamíferos, endémicos de este territorio, en donde la presencia de camélidos sudamericanos domésticos, como la llama y alpaca, y silvestres, como el guanaco y vicuña, permitió el desarrollo de los pueblos prehispánicos aymará y quechua asociados a la actividad productiva de estos rumiantes.
La alimentación para dicho ganado es dada por especies vegetales que se desarrollan en humedales igualmente únicos a nivel planetario denominados bofedales, que son complejas asociaciones de una gran cantidad de hierbas de baja altura, desarrolladas gracias al escurrimiento superficial y subterráneo de agua proveniente desde las altas cumbres de los Andes, además de precipitaciones directas. Estos están protegidos por convenciones internacionales que ha suscrito Chile por su incalculable valor ecológico y alta fragilidad. También podemos encontrar a la paja brava, forraje natural que se agrupa en pajonales; y la llareta, arbusto densamente compacto antiguamente utilizado como combustible y con propiedades medicinales, que posee una tasa de crecimiento muy lenta, tardando cientos de años en desarrollarse y que se encuentra en estado vulnerable.
La Zanja de Kast dividiría en forma artificial a la gran planicie de altura, colocándole una barrera infranqueable al libre paso de la fauna autóctona terrestre aislando sus poblaciones, comprometiendo su reproducción y variabilidad genética futura. Especies como la taruca o huemul del norte, quirquincho, suri o ñandú del norte y la vizcacha, entre otras, podrían verse seriamente amenazadas. La extracción y movimiento de miles de toneladas de material dejaría descubierto de vegetación al suelo exponiéndolo a la erosión. La profundidad de la zanja podría alterar los cursos de agua dañando a los bofedales –muchos de ellos compartidos entre Chile y Bolivia– y con ello afectando los importantes servicios ecosistémicos que entregan como son la captación de carbono, la protección de procesos de degradación del suelo, la purificación y almacenaje de agua y la regulación del clima local, agregando su alto valor paisajístico, cultural y turístico. Además, pondría en serio peligro la actividad ganadera de los camélidos de la zona, ya que estos dependen de la trashumancia de sus rebaños, los cuales se arrean buscando las mejores zonas de alimentación. Si bien se plantea la habilitación de pasos o puertas para estos efectos, no indica a qué distancia se dispondrían, dato que es fundamental para analizar su potencial impacto en el movimiento de estos animales. Lo más contradictorio de este megaproyecto, es que sería financiado por el propio Estado, quien es el que debe velar por la protección del medioambiente salvaguardando los recursos naturales del país para las generaciones futuras.
En resumen, la idea constituye una alta amenaza para el delicado bioma altiplánico, cuestión que de materializarse tal como se plantea, es decir, incompleto e impreciso, de seguro tendría consecuencias sociales, económicas y ambientales extremadamente negativas, pudiendo llegar a provocar un ecomagnicidio nunca antes visto en el país.
Resulta poco comprensible, por otra parte, que una idea tan descabellada no haya sido criticada por ningún movimiento ambiental, ni por grupos de defensa de la flora y fauna; tampoco la comunidad científica ligada a las investigaciones sobre ecología ha dado su postura al respecto. Igualmente, la institucionalidad ambiental representada por el Ministerio del Medio Ambiente y su ministra no han emitido opinión alguna. Al director nacional de la Conaf, por su mutismo, parece no afectarle la propuesta, cosa extraña, considerando que esta institución es la responsable de la conservación de los parques nacionales Lauca e Isluga y de las reservas nacionales Las Vicuñas y Los Flamencos, que están en el Altiplano y potencialmente podrían verse afectados.
Es de esperar que el candidato presidencial José Antonio Kast, quien afirma tener inspiración socialcristiana y basa su campaña en “frenar la destrucción del país”, no insista en plantear una propuesta paradojalmente destructiva o, a lo menos, condicione su viabilidad técnica al resultado positivo de estudios previos de impacto ambiental sobre asentamientos humanos, flora, fauna y cuencas, ya que, por sus características difundidas hasta ahora, su proyecto constituye una seria amenaza para el desarrollo sustentable del país.