100 años en Oñoico: educación pública y rural en la Araucanía
El 29 de septiembre del año 1921, en el territorio rural de Oñoico (que en mapudungun significa “aguas que vuelven”), perteneciente a la comuna de Puerto Saavedra, Región de la Araucanía, cuatro comunidades mapuche y el Estado chileno convergen en crear la escuela pública del sector, inicialmente denominada N° 34, y que después tomaría el nombre de Antonio Ladino, pero que es conocida por todos como “la escuela de Oñoico”. Esta escuela, que cumplió recién 100 años de existencia, es firme testimonio de esfuerzo y esperanza cultivada cotidianamente, a través de la tarea de educar en el presente para construir el futuro desde la pequeña comunidad de familias y educadores, siendo testimonio de una educación pública que llega a los más pobres entre los pobres de Chile sin hacer cálculos mercantiles.
¿Cuántos acontecimientos se han sucedido a lo largo de estos 100 años de educación rural? Las escuelas rurales públicas del país que van quedando son sobrevivientes de convulsos procesos políticos nacionales, de arremetidas de privatización, de escalas de medición de calidad ajenas a las realidades del territorio, de cambios de administración que las han dejado en situaciones de incertidumbre año a año sobre la posibilidad de su existencia y continuidad. Las escuelas rurales que subsisten son comunidades resilientes a estos y muchos otros factores adversos.
La reciente investigación Fondecyt, patrocinada por la Universidad de Santiago de Chile, que se desarrolla en diversas escuelas y regiones de Chile, ha encontrado que la escuela a escala humana, es decir, aquellas donde es posible el diálogo cara a cara, y la participación colaborativa cimentada en años de convivencia de familia, comunidad y educadores, es una de las fortalezas e identidad de las escuelas rurales. Esta característica les permite abordar adversidades como la situación de pandemia por Covid-19 y contar con conexión de internet en las alejadas y aisladas zonas rurales del sur de Chile, no ha sido impedimento para que la educación llegue a los niños y niñas que la escuela rural atiende.
En el tiempo de pandemia las escuelas y comunidades educativas del país han sido creativas en gestionar los márgenes de autonomía que les dejan las normativas de la política pública para transitar del tradicional espacio y tiempo que configura el aula hacia el diseño de procesos que promueven aprendizajes. En las escuelas rurales de la Araucanía costera esta creatividad es particularmente destacable pues, dada la realidad de aislamiento que caracteriza su condición, han generado procesos educativos significativos a través de creativos y diversos espacios y tiempos de encuentro, con pleno cumplimiento de las necesarias normas sanitarias.
El trabajo colaborativo de las comunidades mapuche que quieren y cuidan de su escuela, el compromiso de profesoras y profesores con la comunidad y una educación que trabaja con sólida fe por un futuro donde niños y niñas puedan educarse con pertinencia cultural y tener las herramientas para lograr autonomía, es algo que distingue y es clave de la histórica, necesaria y vital existencia de la escuela rural.