CRÓNICA| Parada Militar 2021: La diversión total del fascismo chileno
Como indica la máxima frase del espectáculo: el show debe continuar. Y así lo hicieron las Fuerzas Armadas, de Orden y Seguridad Pública este 19 de septiembre, en el llamado Día de las Glorias del Ejército, con la realización de la rimbombante Gran Parada Militar 2021. Esta especie de alfombra roja de soldados y policías, había sido suspendida por cuarta vez en su historia el 2020 por la pandemia del coronavirus, pero este año volvió en gloria y majestad para la fanaticada de la “influencia prusiana del Ejército”, característica que no demoró en recordar por altavoz el narrador de este evento de armas.
En la elipse del Parque O'Higgins, a un costado del parque de diversiones Fantasilandia, desfilaron en exclusiva para la televisión nacional 6.510 integrantes del Ejército, Armada, Fuerza Aérea, Carabineros y la PDI (30% menos personas que otros años). Es decir, instituciones en que algunos de sus miembros violaron los derechos humanos de las y los manifestantes durante el estallido social del 18 de octubre de 2019 –según cuatro informes de las organizaciones internacionales ONU, HRW, CDIH y Amnistía Internacional–, este domingo se presentaron con bombos y platillos y armas y aviones F-16 Fighting Falcon por el centro de la capital del país sin ningún problema. De hecho su conciencia solo alcanzó para las víctimas por COVID-19, con una tela negra que llevaban sobre los estandartes en señal de luto.
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Transmitidos en HD con la gentil compañía del periodista Davor Gjuranovic (TVN), quien vestido para la ocasión cual amante fascista: esperando de impecable traje negro, resplandeciente corbata roja, un pulcro pañuelo blanco al bolsillo y una mascarilla que no sirve; le dio la bienvenida al comandante en Jefe del Ejército, Ricardo Martínez, como el “dueño de casa” y le preguntó: “¿Cómo se recupera el cariño de los chilenos?”. A lo que el militar, en un extraño diálogo de telenovelas de almuerzo, le respondió: “El cariño está”, y cerró la entrevista.
Sables y medallas a algún mérito
Sin público general, pero con las invitaciones VIP de siempre, se llenaron los asientos ubicados a ambos lados del palco del presidente de la República. Entre los civiles, el senador de ultraderecha Iván Moreira (UDI) ingresó al lugar saludando desde su auto, sacando el brazo por la ventana como si estuviera llegando a la gala del Festival de Viña del Mar, pero fue recibido con la mirada fría de cuatro jóvenes militares, quienes iban con paños anaranjados en sus manos, limpiando a último minuto las sillas para sus superiores y sus parejas. El diputado y dueño de una empresa de seguridad, Jorge Alessandri (UDI), también llegó a cuadrarse frente al Ejército y/o sus futuros empleados. Así como también la presidenta del Senado, Ximena Rincón (DC), el senador Alejandro Guillier (Independiente), el diputado Diego Schalper (RN), el Arzobispo de Santiago, Celestino Aós, y la Primera Dama de la República, Cecilia Morel, que se mantuvo en un bajo perfil, entre otras autoridades.
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En tanto, la mayoría de las y los integrantes del Ejército y sus respectivas parejas, llegaron en dos buses pequeños de color verde. Lucían sus sables dorados, que se amarraban arriba del trasero con la ayuda de militares más jóvenes, sus guantes blancos de un delicado cuero y unas coloridas medallas al mérito que llevaban en su pecho, de quién sabe qué concurso de tiro al blanco o similar, porque guerras no hemos tenido hace más de cien años. A ratos parece el paseo de fin de año de un curso de kinder, como los que se hacen en las montañas rusas del lado, en que las y los estudiantes pasean con orgullo unos timbres de caritas felices, obtenidos por las tareas realizadas en clases. Los “valientes soldados”, como anunció el narrador del evento, caminaban con la frente en alto esperando algún saludo, pero salvo los gritos –“milicos culiaos”– que venían desde la atracción Fly Over, de Fantasilandia, y que se colaban entre los silencios de las bandas de guerra y del narrador del desfile, no tenían más público en el lugar que los aplausos de un entusiasta senador Moreira.
Austeridad y el malo de Shrek
Si bien la palabra austeridad se repetía sin dudar desde el alto mando, como un instructivo marcial más en el ambiente, debido a las críticas por el innecesario gasto público en este desfile (se estima en $218 millones), las personas participantes no hicieron caso de este mandamiento y tenían una hilera de autos de lujo frente al palco presidencial. Automóviles institucionales y particulares, de marcas como Aston Martin, BMW, Lexus, Porsche y Mercedes Benz, desde los que descendían los altos mandos de las distintas ramas de las Fuerzas Armadas, indicaban que tampoco hay una mayor preocupación por la investigación del fraude millonario en el Ejército, a cargo de la ministra en visita de la Corte Marcial, Romy Rutherford.
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Luego de los buses, minivans y los autos mencionados, el último en llegar, como es tradición en este encuentro, fue S.E. Sebastián Piñera. Incrustado en un carruaje de asientos tapizados en azul, y empujado por cuatro caballos tan negros como la conciencia de quien le declara la guerra a su propia gente, su pequeña figura ante la perfomance de monumentalidad que se le intentaba dar al evento, más le asemajaba al malvado dictador Lord Farquaad, en la película Shrek, que al representante del pueblo de Chile.
Himno nacional y excrementos
Cuatro veces sonó el himno nacional en toda la jornada. Como si los organizadores del encuentro hubieran tomado en serio las declaraciones del senador Iván Moreira: “La izquierda radical quiere eliminar la república, la bandera y la canción nacional”. Frases que, junto a otros representantes de la ultraderecha chilena, ellos han ubicado en la agenda pública sin un respaldo real. Como si fueran los miedos de una mala novela policial, en que un exagente de la Guerra Fría se despierta cada tanto gritando sus miedos, en este caso, directamente a la prensa.
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En este espectáculo del poder, en que las Fuerzas Armadas, de Seguridad y de Orden Público le muestran a los ciudadanos –que se encuentran actualmente con toque de queda nocturno controlado por el Ejército y la Armada en todo el país– su acceso a las armas como eficaz herramienta de represión, los únicos que denuncian algo dentro del Parque O'Higgins (afuera hubo protestas), aunque sea de manera involuntaria, son los caballos. Cada tanto, entre marcha y marcha, alguna yegua o potro anónimos cagaban en la mitad de la pista.
La mierda, dispuesta en la elipse, en ocasiones era impactada por los animales que venían atrás, pateando los mojones en cualquier dirección. Luego de su paso, y si es que había excrementos, seis jóvenes soldados, vestidos con overoles azules, corrían en parejas a los cerritos de caca. Uno empujaba con la escoba, y el otro recogía a través de una pala con ruedas. A veces las bestias también meaban en el escenario, como un show circense cualquiera. Y la orina era esparcida con la escoba. Más para decir que se hacía algo, que para lograr un resultado efectivo. Entonces, a pesar de la rapidez de estos limpiadores y del esfuerzo de la organización de la Gran Parada Militar 2021 por pensar hasta en la caca, ese olor permanecía unos minutos en el ambiente. Aun con mascarillas, su intensidad traspasaba la tela, recordando que hay cosas que no se pueden esconder, como la mierda.