El camino para la cohesión social y sostenibilidad
La participación ciudadana permite reconstruir confianzas y hoy tenemos una gran oportunidad, en un momento en que la ciudadanía mira con recelo a las instituciones públicas, autoridades, al mundo privado e incluso, a veces, nuestros propios vecinos/as.
En Chile, sólo existe una instancia de participación ciudadana vinculante en temas de desarrollo y planificación urbana que es el plebiscito. Actualmente, hay varios instrumentos para el diseño urbano como el Plan Regulador Comunal, donde existe un diálogo con la comunidad para construir una mejor comuna. O bien, el Plan de Desarrollo Comunal, que contempla la participación de la comunidad. En definitiva, ambas instancias son puntuales y consultivas.
Hoy las personas han demostrado que quieren participar y ser parte de los procesos que cambien el país. En las primarias presidenciales, más de 3,1 millones de chilenos y chilenas acudieron a las urnas (sobrepasando cualquier proyección de los expertos) o bien, en el plebiscito del año pasado 7,5 millones de personas votaron, porque quieren que su opinión incida en lo que sucede en el país.
Por lo tanto, creemos que es fundamental establecer otros espacios de involucramiento, porque 7 de cada 10 personas no ha participado en el desarrollo de su ciudad y un 74% de chilenos le gustaría participar en procesos de consultas ciudadanas que contribuyan al mejoramiento de obras en su comuna o ciudad, según estudio de la CChC y Cadem.
Estamos convencidos que la participación e involucramiento ciudadano es la base para fomentar la cohesión social y garantizar la sostenibilidad física y social de todo proyecto. Hoy, cuando se ha planteado la necesidad de plasmar el derecho a la vivienda en la nueva Constitución, es una oportunidad para que las cosas sean de manera distinta.
El derecho a la ciudad debe concretarse de la mano de la comunidad, sus experiencias y necesidades, además de considerar el conocimiento del territorio. Hoy ya no basta que esto quede en manos del Estado o del mundo privado, es la hora de entregarle un rol protagónico a la ciudadanía para acortar las brechas de desigualdad. Además, los beneficios de la participación son innumerables. Quienes participan tienen un profundo convencimiento que debe primar la lógica colectiva sobre la individual.
Nuestra experiencia nos ha demostrado que no se trata de desinterés de las personas, sino que faltan procesos de involucramiento ciudadano que sean vinculantes, que se traduzcan en cambios en la cotidianeidad de cada uno de nosotros y, a su vez, vayan más allá e incidan en el modelo de desarrollo y en los territorios. Hoy tenemos una gran oportunidad de reconstruir las confianzas y es hora de no perderse en el camino.