A un mes del estallido cubano, tres mujeres isleñas cuentan cómo vivieron las históricas protestas
Hace exactamente un mes, los hechos ocurridos en una isla del caribe acapararon las miradas y opiniones del mundo entero. Las imágenes fueron tendencia en las redes sociales, aparecieron en los debates presidenciales chilenos y hubo también quienes aprovecharon la oportunidad para generar noticias falsas y tirar más leña al fuego.
Lo que sucede en Cuba parece llamar la atención en todos lados. Tal vez porque para muchas personas este país representa el último bastión del socialismo y el sueño, más allá de poder lograrlo o no, de una sociedad más justa y equitativa; mientras que para otras, esta isla revolucionaria es lo último que queda para terminar de derrotar cualquier tipo de resistencia contra Estados Unidos, uno de los imperios más grandes de todos los tiempos.
Sin embargo, pasadas ya unas semanas del 11 de julio (11J), nadie más habló de eso, el tema pareciera haber quedado en el olvido, y el silencio que devino después de tanto ruido no hace más que aumentar el misterio: ¿Cuánto hubo de artificio y cuánto de realidad en la narración de los hechos que ocurrieron? ¿Qué es verdaderamente lo que sucedió y qué es lo que está pasando ahora en Cuba?
Para develar estas y otras preguntas, El Desconcierto conversó con tres mujeres que residen en la isla y que cuentan, en primera persona, cómo vivieron lo ocurrido y qué consideran que es necesario hacer para poder enfrentar este momento.
Luz sobre los hechos
“Soy una mujer habanera y como buena isleña me encanta el mar. Y como buena cubana, pues, me encanta el congrí y la yuca”, dice en un audio de celular y con reconocible acento, Maribel Acosta, de 59 años, periodista y docente universitaria.
Algo de la frescura de la voz de Maribel se disipa cuando empieza a hablar sobre la situación actual: “Los días que siguieron al 11 de julio fueron muy difíciles, porque no se puede desconocer el impacto que significan estallidos sociales en un país donde la tranquilidad nos rodea desde el amanecer hasta altas horas de la madrugada. No estamos acostumbrados ni a la violencia, ni al vandalismo, ni a mucho menos”.
Zaida Capote, escritora, investigadora y docente de 53 años, pregunta si puede mandar sus respuestas por email, ya que escribiendo se siente más cómoda. Al día siguiente envía desde La Habana un pdf extenso, completo, en donde expresa el momento que atraviesa su país y las causas que motivaron las manifestaciones. “Los acontecimientos del 11J fueron una experiencia sumamente dolorosa”, empieza el escrito, y luego se dispone a echar un poco de luz sobre los hechos: “Hacía rato que en Cuba se advertía una polarización extrema en las redes sociales y un esfuerzo de deslegitimar al gobierno usando el argumento de la violación de derechos humanos, esgrimido con frecuencia por personas que viven en países donde habitualmente se violan derechos humanos básicos sin que eso los perturbe en lo más mínimo”.
Según Zaida, tanto el rol de las redes sociales como los intereses externos que operan sobre la Isla son dos de los factores fundamentales para entender lo que pasó: “Con el apoyo de varias agencias norteamericanas se está buscando caldear los ánimos al interior del país, poner en jaque perpetuo cualquier propuesta gubernamental y activar una especie de acoso internacional. El registro del 11J, que han sido protestas de dos días con una alta dosis de vandalismo, una violencia policial que no apeló sino como excepción a las armas y en ningún caso a armas largas, y la lamentable muerte de una persona, ha sido una noticia que en cualquier país de Latinoamérica se hubiera diluido al día siguiente pero, al ocurrir en Cuba, estos mismos hechos han sido magnificados por los grandes medios de comunicación con la intención de crear un escenario virtual que genere confusión en la gente”.
Más allá del intento de desestabilización alentado desde el exterior, dice Zaida, nada de todo eso justifica arbitrariedades y excesos al interior de la Isla: “Hace rato que Cuba sufre un déficit crónico de escucha y acción política que es una de las principales causas de que nos hallemos en esta encrucijada”. Y explica que las manifestaciones se debieron también a las angustias económicas, las tensiones provocadas por la pandemia, el malestar acumulado y la ineficacia y las malas decisiones políticas frente a ciertas urgencias de la sociedad.
La visión de Maribel sobre los acontecimientos coincide en gran medida con la escritora: “Las olas de odio en las redes sociales han sido realmente terribles, pero también es importante reconocer que en Cuba hay un agotamiento social, emocional y de desgaste de la vida cotidiana que ya lleva muchos años”.
Un bloqueo que asfixia
Resulta imposible analizar el desgaste de la sociedad cubana sin mencionar el brutal bloqueo impuesto por Estados Unidos sobre la Isla desde hace ya más de 62 años. En ese sentido, Maribel reflexiona sobre la última presidencia de Donald Trump, quien durante su mandato se encargó de llevar este conflicto a una situación límite: “Las casi 250 medidas contra Cuba en los cuatro años del gobierno trumpista han generado un nivel de agotamiento muy grande en todo el pueblo, y todo eso también se ha articulado y complejizado en lo que hemos vivido el mes pasado”.
Por su parte, Zaida asegura que las políticas opresivas del ex presidente afectaron tanto a la calidad de vida de la sociedad cubana como también a la intimidad de sus vínculos: “A partir del gobierno de Trump, la incapacidad de un diálogo civilizado de parte de la emigración cubana con quienes vivimos en la Isla se hizo cada vez más evidente, al mismo tiempo que en las redes sociales y en la práctica diaria, con el apoyo desembozado de su gobierno, se fue volviendo cada vez más fuerte la interpelación violenta a las autoridades cubanas. A su vez, la intensificación del bloqueo contra Cuba y la persecución financiera llevó a extremos inéditos la carencia de vías para conseguir insumos básicos para la vida de la gente. Y lo peor ha sido cómo ese discurso ha calado profundamente incluso en emigrados que mantienen relaciones con sus familiares en Cuba”.
Por el contrario de lo prometido, la llegada de Joe Biden al poder no eliminó las medidas de guerra contra Cuba: “El nuevo presidente de Estados Unidos no ha contradicho en lo más mínimo a los elementos casi fascistas que promueven el odio extremo y aspiran a matar de hambre a todos los cubanos. Todo esto, sumado a la pandemia y a la crisis general que atraviesa la isla, que incluye también el desplome de la industria turística, han provocado que cada semana que pasa sea una semana más de asfixia”.
Espíritu de crítica
Latvia Gaspe tiene 57 años, es historiadora e investigadora del Instituto de Historia de Cuba y vive en La Habana del Este -un sector de playas algo alejado del centro de la capital cubana- por lo que el 11 de julio lo vivió a través de la televisión y las redes sociales. Las imágenes de ese día la sorprendieron: “Sabía que existía un sector de la sociedad que no estaba conforme con el gobierno, pero nunca pensé que se podía llegar a eso”, expresa.
Latvia cuenta también que, si bien los acontecimientos se produjeron en varios lugares del país, especialmente en La Habana las movilizaciones surgieron de una parte de la ciudadanía: “Es un sector algo marginal con mayoría de gente joven que vive como puede en la ciudad, y como muchos vienen del interior, no tienen posibilidad de adquirir el racionamiento de los alimentos básicos que el Estado nos garantiza a todos los cubanos”.
Para esta historiadora, la pandemia también influyó particularmente en este sector: “Por un lado, el cierre de remesas por la pandemia tuvo que ver, porque muchos de estos jóvenes no trabajan, sino que viven de lo que sus familias les envían. Y por el otro, muchos también tuvieron que dejar de tener la vida social que tenían antes, no pudieron seguir haciendo las cosas que hacían y empezaron a pasar muchísimo más tiempo en las redes sociales, donde allí también la manipulación de grupos opuestos al gobierno que desde hace un tiempo insisten en un cambio se da de manera muy fuerte”.
Maribel, por su parte, también analiza la juventud cubana actual y, a un mes del 11J, considera que todo lo ocurrido tiene que servir para que la sociedad haga una autocrítica: “Tenemos que tener en cuenta que los jóvenes de hoy no vivieron la Cuba de los ‘80, están más distantes de la epopeya de la revolución y pertenecen a un mundo global de fracturas, de identidades y también de expectativas, que corresponde a las nuevas generaciones, donde los modos de hacer y de producir política son muy distintos. Tenemos que atender este tema de manera particular, y para eso es importante que podamos mirarnos por dentro, con espíritu de crítica, porque hoy en día las miradas sobre cómo enfrentar la política desde la cultura, las identidades y desde la demanda de una mucho mayor articulación social para poder enfrentar el presente y construir un futuro, quedaron bastante desactualizadas”.
Refundar el socialismo
Luego del 11J no hubo más manifestaciones y la situación en Cuba se ha calmado bastante. A su vez, varios países han colaborado enviando alimentos, medicinas y material médico, y por estos días se está repartiendo un módulo de alimentos gratuitamente a cada consumidor por la libreta de abastecimientos.
En relación a lo que sigue ahora, Zaida opina que lo ocurrido debería ayudar a que la sociedad cubana empiece a resolver todas las cuestiones que tiene pendientes: “Es el momento de refundar el socialismo y de rescatar a la revolución de sí misma, porque difícilmente habrá otra. Y ahora, algo que quedó muy claro, es que esto solo puede suceder movilizando al pueblo. Pero el pueblo no se va a movilizar con consignas, va a exigir según sus necesidades y sueños, por eso el gobierno va a tener que escucharlo y actuar en consecuencia”.
¿Qué medidas se tendrían que empezar a llevar a cabo para lograr esto? “El gobierno tiene que hacer visible el pensamiento crítico, discutir abiertamente los problemas y sincerar la comunicación con el pueblo para identificar los peligros y poder enfrentarlos. Para esto resulta urgente, por ejemplo, revisar el rol de la prensa y los medios de comunicación, ya que estos son una sombra lamentable de lo que deberían ser y no reflejan en absoluto la complejidad que es Cuba”, expresa Zaida, para quien también resulta fundamental feminizar la política y potenciar redes para defender los derechos.
“Esta es una batalla que tenemos que darla desde lo social, lo económico y lo político, porque quienes jamás se han ocupado de cómo viven los pobres en Cuba suelen ser los más combativos en los medios y las redes. Quienes no levantan su voz contra el bloqueo acusan al gobierno cubano, que debe hacer malabares para proveer el mínimo a todo el pueblo, de ser el responsable absoluto de la crisis. Ni el gobierno del país que nos sofoca, ni ninguno de los infinitos patriotas que encienden las redes, muchas veces desde una cómoda distancia, van a solucionar nuestros problemas o van a arriesgar algo por mejorar las vidas de los más humildes.”
Si bien Cuba es uno de los pocos países en donde existe una renta básica para combatir la pobreza, los servicios de educación y salud son gratuitos y cada persona tiene una libreta de abastecimientos para adquirir productos subvencionados, en este último tiempo, la calidad de estos servicios ha disminuido, como así también la cantidad de alimentos que se distribuyen. A pesar del aumento de la desigualdad, el gobierno cubano, que llegó al poder en 1959, se ha propuesto minimizar esa situación con políticas públicas.
En ese sentido, para Zaida resulta fundamental que se sigan discutiendo cuáles serán las vías para impedir que la desigualdad crezca, y también poder recuperar el aliento de justicia de la revolución en toda su magnitud: “Este 11 de julio no solo vimos reclamos justos y legítimos, sino también y de manera muy clara, lo que quieren lograr quienes combaten a Cuba”.
A un mes del 11 de julio, si hay algo que resulta por demás evidente es que las voces de, como dice Zaida, “quienes combaten a Cuba”, son cada vez más grandes y reconocibles, porque cuentan con el poder y los medios de sobra no solamente para ser oídas, sino también para ser acatadas. Pero la isla lucha por no someterse a eso y desde hace tiempo ha logrado dar batalla en los márgenes de un sistema que lo oprime con el bloqueo económico de Estados Unidos. Tal vez ya sea el momento de que las voces silenciadas finalmente también puedan empezar a ser más escuchadas.