El racismo como un problema para pensar la ciudad

El racismo como un problema para pensar la ciudad

Por: Gabriela Góis y Keyla Alencar da Silva | 28.07.2021
Negar la humanidad de las personas negras implica negar su espacialidad. Significa no tomar en cuenta la capacidad que los sujetos negros tienen de hacer lugares o de considerar los lugares construidos por esos sujetos como inhabitables. Ese entendimiento es inaugurado en el esclavismo colonial, que redujo a las personas negras a la categoría de mercancía. Por eso, negar las geografías negras es una violencia racista que se manifiesta simbólica y materialmente en la producción del espacio.

Pensar la ciudad demanda tomar en serio problemas sociales diversos, como la segregación residencial y los déficits habitacionales. Esos problemas, que no representan la totalidad de la cuestión urbana en América Latina, son comúnmente abordados desde una primacía de aspectos socioeconómicos, mientras la cuestión racial y de género han permanecido preteridas. Si entendemos la ciudad considerando procesos histórico-sociales, debemos cuestionar como la ciudad ha reforzado jerarquías sociales históricamente establecidas. ¿De qué manera el fenómeno global de la anti-negritud impacta la producción del espacio urbano y las experiencias de las personas en la ciudad? En este breve texto buscamos animar el mensaje que diferentes intelectuales negros han buscado pasar: el racismo también se refleja en la producción del espacio.

El racismo no es sólo una opinión: es un sistema de categorización del mundo en que vivimos, que se materializa desde diferentes dispositivos, como las instituciones, leyes y las políticas de planificación territorial. Entonces, el racismo no es apenas una postura individual. Según Grada Kilomba, el racismo se articula cotidiana, institucional y estructuralmente, impactando la vida de personas no-blancas. Frantz Fanon nos enseña que el racismo es una jerarquía global que delimita, a partir de un entendimiento de lo que es ser humano, las zonas de ser y de no-ser. Para Fanon, las personas negras han sido relegadas a la zona de no-ser, donde la violencia –en sus distintas dimensiones– es movilizada en la resolución de conflictos.

En ese sentido, negar la humanidad de las personas negras implica negar su espacialidad. Significa no tomar en cuenta la capacidad que los sujetos negros tienen de hacer lugares o de considerar los lugares construidos por esos sujetos como inhabitables. Ese entendimiento es inaugurado en el esclavismo colonial, que redujo a las personas negras a la categoría de mercancía. Por eso, negar las geografías negras es una violencia racista que se manifiesta simbólica y materialmente en la producción del espacio.

Si consideramos el espacio urbano como construido socialmente, vemos que la ciudad no es apenas el resultado de aplicaciones técnicas, sino producto de las relaciones de poder, raciales, económicas, socioculturales, de género, entre otros. Las jerarquías históricamente construidas desde esas categorías han influenciado la elaboración de tecnologías en el diseño de la ciudad, conforme argumenta la arquitecta Raquel de Araujo Freire. Para Freire, el padrón colonial occidental importado en la concepción y en la forma que se ocupan las ciudades latinoamericanas ha impuesto la segregación social de los grupos no-blancos. Las aplicaciones de técnicas higienistas en las prácticas urbanísticas que fomentan la segregación socioespacial son ejemplos paradigmáticos.

Estos procesos higienistas se evidencian con los porcentajes de hacinamiento en Chile. Las regiones del norte del país son las que presentan mayores cifras: Arica y Parinacota, con 7,8%, y Tarapacá, con 13,5%, según el CASEN 2017. Estos datos revelan la ineficacia y el desinterés del Estado en construir ciudades dignas para todes. Cuando cruzamos esas informaciones con los porcentajes de población afrodescendiente e indígena, observamos que se destacan las mismas regiones que tienen las mayores tasas de concentración de tales pueblos [Encuesta de Caracterización de la Población Afrodescendiente de la Región de Arica y Parinacota, INE 2014]. ¿Será esto una coincidencia? ¿Será una coincidencia que en diversos países de América Latina las poblaciones no-blancas estén asignadas a vivir en espacios superpoblados o susceptibles a peligros socioambientales? ¿O podemos decir que las ciudades reproducen padrones socioespaciales colonial-occidentales, donde los pueblos no-blancos han sido relegados a la zona de no-ser con la cual el Estado no debe preocuparse y utiliza la violencia como resolución de conflictos? El proceso de colonización puede parecer antiguo, pero si como sociedad no hemos abolido las instituciones que nacen desde esta visión de mundo, y si entendemos el espacio urbano desde un proceso histórico, político, económico y social, el racismo sigue se relacionando de manera simbiótica con la producción de la ciudad.