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¿Y la Madre Tierra? Una visión de los historiadores chilenos del siglo XX  

¿Y la Madre Tierra? Una visión de los historiadores chilenos del siglo XX  

Por: Maximiliano Salinas | 22.04.2021
Los historiadores reconstruyen la extensa historia “cívica” de protagonismo exclusivamente masculino. Instalados en el canon civilización/barbarie, el logro máximo es el afianzamiento de la “civitas” y el peor fracaso la incapacidad de sostenerla. ¿Herederos del ideal grecorromano de la Antigüedad? Aspiran a sujetar el núcleo, el dinamismo íntegro de la “polis”. No consideran lo que antes se decía “historia natural”. Es decir, la perspectiva fundamental de la naturaleza, de la Tierra. Por ejemplo, Ignacio Molina (Ensayo sobre la historia natural de Chile, 1782). Para decirlo más claro precisamente hoy día: la visión ineludible, responsable y afectuosa con la Madre Tierra. Los historiadores se muestran androcéntricos y antropocéntricos. Los mueve la exigencia prometeica, el ejercicio del poder, iniciada en la era imperial y proseguida durante la ciudadanización republicana. En otras palabras, en ellos no se advierten raíces o ancestralidades indígenas. Para decirlo así: ninguno necesita hablar mapuche o aymara. Menos yámana. Sus ancestros conducen a la rectora Europa.

“Qué distinta era la primitiva imagen de la materia -la Gran Madre-, que podía abarcar y expresar el profundo significado emotivo de la Madre Tierra” [Carl G. Jung, El hombre y sus símbolos]

En 2009 Naciones Unidas inaugura el día internacional de la Madre Tierra que hoy celebramos. Florece una sensibilidad indispensable en nuestro siglo XXI. En el siglo anterior esta experiencia no tuvo especial cabida en el mundo académico ni menos en el ámbito de las ciencias históricas. Hace diez años, en 2011, el cineasta Jorge Díaz Arroyo realizó una serie documental sobre los historiadores chilenos Gonzalo Vial, Sergio Villalobos y Gabriel Salazar. Los tres expusieron sus visiones de la historia nacional: la clase alta y la derecha con Vial, la clase media y el centro con Villalobos, y el bajo pueblo y la izquierda con Salazar. Así de simple y tripartito. Los tres tercios de la pirámide sociopolítica. Los historiadores fieles a la mirada antropocéntrica del siglo XX. Gonzalo Vial, discípulo de Jaime Eyzaguirre, católico y nacionalista. Sergio Villalobos, discípulo de Guillermo Feliú Cruz, liberal, laico, heredero del cientificismo decimonónico. Gabriel Salazar no exhibe maestros tan escogidos como sus pares, pero admite estar seducido desde joven por la política nacional. En 1946 apoyó al conservador Eduardo Cruz-Coke, en 1964 al democratacristiano Eduardo Frei, al MIR en 1970. La sociología lo ilumina con André Gunder Frank. La preocupación permanente de Salazar es la “civitas” plebeya, no patricia. Por eso reivindicó al general Ramón Freire, ícono sustitutivo de Diego Portales.

En 2013 Díaz Arroyo realiza un nuevo documental titulado Villalobos/Vial/Salazar: interpretaciones comparadas. Esta vez los historiadores dan su parecer sobre los “grandes hombres” del siglo XVI al siglo XX en Chile. De la Conquista a la Concertación. El resultado es un compendio de la historiografía política de derecha, centro e izquierda. ¿Quiénes civilizaron el país desde los comienzos de la expansión transatlántica europea? Los prohombres para Gonzalo Vial son los forjadores del Estado: Pedro de Valdivia, Bernardo O´Higgins, Diego Portales, Arturo Alessandri, Augusto Pinochet, Patricio Aylwin. ¿Quiénes no? José Manuel Balmaceda, Eduardo Frei Montalva, Salvador Allende. Para Villalobos los “grandes hombres” son Pedro de Valdivia, José Manuel Balmaceda, Patricio Aylwin. ¿Quiénes perturbaron el orden civilizador? Lautaro, José Miguel Carrera, Salvador Allende, Augusto Pinochet. ¿Quiénes son los “grandes hombres” de la historia patria para Salazar? O’Higgins y Carrera no: fueron militarmente incompetentes. Salvador Allende tampoco: fue un fatalista que no creyó en su proyecto (sic). Salazar admira a Eduardo Frei Montalva: “Es un político con personalidad de político, con personalidad de estadista, que muy pocos Presidentes de Chile han tenido”. Y Pedro de Valdivia no es censurado ni por su codicia ni por su violencia contra el pueblo de la Tierra: “El hombre viene derecho a colonizar un país pobre que le implicaría no conquistar un botín sino más bien construir una economía y transformarse en productor”. Con estas opiniones sobre Frei y Valdivia, Salazar se aproxima a Villalobos.

Los historiadores reconstruyen la extensa historia “cívica” de protagonismo exclusivamente masculino. Instalados en el canon civilización/barbarie, el logro máximo es el afianzamiento de la “civitas” y el peor fracaso, la incapacidad de sostenerla. ¿Herederos del ideal grecorromano de la Antigüedad? Aspiran a sujetar el núcleo, el dinamismo íntegro de la “polis”. No consideran lo que antes se decía “historia natural”. Es decir, la perspectiva fundamental de la naturaleza, de la Tierra. Por ejemplo, Ignacio Molina (Ensayo sobre la historia natural de Chile, 1782). Para decirlo más claro precisamente hoy día: la visión ineludible, responsable y afectuosa con la Madre Tierra. Los historiadores se muestran androcéntricos y antropocéntricos. Los mueve la exigencia prometeica, el ejercicio del poder, iniciada en la era imperial y proseguida durante la ciudadanización republicana. En otras palabras, en ellos no se advierten raíces o ancestralidades indígenas. Para decirlo así: ninguno necesita hablar mapuche o aymara. Menos yámana. Sus ancestros conducen a la rectora Europa. Ninguno cuestiona la tripartición del arriba, el medio, y el abajo del espacio histórico nacional: ¡el imaginario de la república piramidal de Platón!

Esta historia “civil” de omnipotencia prometeica se hizo pedazos a partir de la década de 1970. El señorío sobre la naturaleza reveló la degradación suicida de la vida y de la sociedad. La clásica historia “cívica” pasa a ser emplazada y reemplazada mediante el espíritu de la Cumbre de la Tierra de Naciones Unidas en 1992. Desde entonces la Tierra no es un simple objeto o un escenario natural de la historia “civil”. Ella se constituye en protagonista viva e inexcusable de la historia. Lo señaló en la Cumbre el secretario general de la ONU, el egipcio Boutros Boutros-Ghali: “[Cada] conquista de la naturaleza que concretemos en lo sucesivo será, en realidad, en contra de nosotros mismos. El progreso ya no es más forzosamente compatible con la vida; no tenemos más derecho a la lógica del infinito; ésa es la gran ruptura epistemológica que simbolizará tal vez, a los ojos de los historiadores, la ‘Cumbre para la Tierra’” (Discurso inaugural de la Cumbre de la Tierra, Rio de Janeiro, 1992). Una gran ruptura epistemológica en términos historiográficos. Lo había dicho Nicanor Parra en 1991: “El error consistió / En creer que la tierra era nuestra / Cuando la realidad de las cosas / Es que nosotros / somos / de / la / tierra” (Nicanor Parra, Mai mai peñi. Discurso de Guadalajara, XLIV).