Pandemia para l@s invisibles
Filas para todo: el mayorista, la farmacia, el cajero automático, el consultorio, el punto donde toman el PCR, el Cesfam. “No, señora, vuelva mañana”. “Tiene que tomar el número y esperar detrás del joven”. “Sin documentación al día, no entregamos cajas de alimentos”. “Detenga el vehículo”. “Muéstreme su permiso para transitar en zona de cuarentena”. “¿Dónde está el pasaporte sanitario?”. “Usted está detenida”. “No tiene permiso para transitar”. “Queda bajo arresto según el artículo…”.
La señora Teresa se levanta a las 3 am para hacer humitas y venderlas en la vega. Su marido, Juan, tiene un colectivo que está a su nombre. Cuarentena total para toda la Región Metropolitana, dicen en la tele, y se pone a patear la llanta del colectivo. Esas dos palabras le cortaron las manos, la comida y la esperanza. El año pasado no recibieron ninguna ayuda de parte del gobierno, seguramente, este año tampoco. Joaquín tiene un problema de salud mental, lleva años luchando contra una depresión o eso le dicen que tiene, no está seguro si su psiquiatra lo escucha, pero a veces las pastillas no son suficientes y va a parar al Horwitz. Sale peor de lo que entra. La cuarentena lo pone mal. Las profesoras le dicen a su mamá que tapa la cámara del zoom en clases. Gladys no sabe qué hacer, no tiene adónde llevar a su hijo, pero siempre se preocupa que se tome las pastillas al día.
En el matinal las candidaturas presidenciables piden #IngresoUniversaldeEmergencia, en el Congreso piden #IngresoUniversaldeEmergencia, las candidaturas constituyentes pedimos #IngresoUniversaldeEmergencia, respaldado de un gran análisis del mal manejo que este gobierno ha tenido sobre la crisis sanitaria, económica, humanitaria… El tercer retiro del 10%, el impuesto a los súper ricos, el Tribunal Constitucional, verdugo de los cambios. ¿Quién tiene el discurso más grandilocuente? ¿Quién será el/la mesías que garantiza salvarnos de este caos?
En el paradero de la G04, las personas esperan 30 a 40 minutos que pase la micro y las lleve a sus casas. Van con miedo, miedo de contagiarse, que paren el bus y hagan control, van sin permiso porque tienen que salir a trabajar o quedarse sin pan en la mesa, miedo de que se los lleven los milicos, miedo porque todo el mundo tiene miedo. Una madre tiene miedo de llegar sin comida para sus hijas e hijos. Acaba de pasar una caravana por otro fallecido de Covid. ¿Y la vacuna? Las familias lloran desconsoladas. Siete mil, ocho mil, nueve mil casos diarios. ¿Y la trazabilidad?
La gente muere y pareciera ser que a nadie le importa. La falta de esperanza también mata, la rabia, la impotencia de saber que toca duro por ser pobre. Que allá lejos hay personas que pasan la cuarentena haciendo yoga o “aprovechando el tiempo” para leer un libro. Mientras acá las vecinas y vecinos se organizan para la olla común o la lechetón, porque la resistencia no se acaba y la voluntad popular de resolver problemas en comunidad se superpone a la levedad de los debates en mesa central.
Tantos cambios que queremos, tantos cambios por los que luchamos y esos… también los están matando. Que se retrasan las elecciones, nos censuran, nos callan, nos amenazan. “No te metas con Ariztía”, “Acuérdate de la Macarena Valdés”… Pensamos que el proceso constituyente era de todos los pueblos de Chile, no de 3 distritos de la ciudad de Santiago. “¿Dónde queda María Pinto?”. “¿Eso es cerca de Talca?”. Una mujer de 24 años tiene 7 meses de embarazo y en María Pinto sólo hay matronas que puedan atenderla, tiene que viajar a Melipilla en transporte público por una hora y media para poder tener el control ginecológico que le corresponde… ¿Dónde está el derecho a la salud sexual?
En esta pandemia, como la mano invisible, regiones, comunas, personas y sus realidades diversas han quedado también invisibilizadas. El pacto de justicia social que tanto necesitamos no llegará cuando todo gira en torno a un grupo reducido de nombres que suenan en televisión, de zonas geográficas, del pequeño y gran grupo empresarial que controla nuestro país. La diversidad de las calles en la revuelta social no la veremos si no nos quitamos los lentes del centralismo en todo ámbito de discusión. Espero que para cuando la visión sea panorámica, no sea demasiado tarde para l@s invisibles.