Salud mental: una muestra más de desigualdad social
Hace unos días que en España se realizó el taller “El diagnóstico de trastorno psiquiátrico post-Covid, ¿mito o realidad?”. En él la catedrática en psiquiatría (de la Universidad de Oviedo y del Servicio de Salud del Principado de Asturias) Paz García Portilla advirtió “una avalancha de problemas de salud metal” para su país dada la duración de la pandemia y la incapacidad del ser humano de soportar un gran estrés por tanto tiempo.Lo que plantea la profesional es cierto: las consecuencias para la salud mental ya se han percibido durante el año en que la crisis sanitaria se ha hecho presente. Sin embargo, los antecedentes de otras pandemias nos permiten anticipar que el mayor impacto vendrá más adelante.
La advertencia es clara y preocupante, más si en nuestro país, previo a la pandemia, las enfermedades mentales estaban en alza y las políticas en estas materias a la baja, pues si bien existen instrumentos como los teléfonos de ayuda, estos podrían quedar cortos ante la necesidad de abordajes más profundos. Sin embargo, lo más complejo son las enormes brechas existentes para acceder a una atención.
Quienes viven de la “venta diaria”, hacinados, sin tecnologías y accesos para enfrentar las clases on line, que pasaron los peores momentos de la pandemia en ollas comunes con la preocupación por no poder pagar sus cuentas, son también quienes, además, no tienen acceso (y muchas veces tampoco tiempo) a terapias y resentirán aún más las consecuencias de esta pandemia. Paralelamente, otra vez un sector de la población hará el esfuerzo de endeudarse para tratarse y otros podrás acceder sin ningún problema.
El resultado no requiere mucho análisis: las diferencias sociales se harán presente también en la salud mental, aumentando las brechas entres quienes tienen más poder adquisitivo y quién no. Es ahí donde el Estado debe entrar como protagonista con más y nuevas políticas públicas a largo plazo, abiertas a la aplicación de nuevos tipos de tratamientos complementarios, que se hagan cargo del bienestar de los ciudadanos. Abordar la salud mental no puede ser un privilegio de algunos, pues la construcción de una sociedad que sea capaz de levantarse rápidamente, después de una crisis tan importante, requiere de personas sanas no sólo físicamente, sino también mentalmente.