Antonia Orellana, candidata constituyente: "Los fallos del TC muestran la ruta que hay que seguir en la Convención Constituyente"
Hace apenas dos semanas que ha empezado su campaña como candidata a la Convención Constituyente y ya ha pasado por 12 barrios o sectores de su distrito, el 10 (San Joaquín, Macul, Santiago, La Granja y Providencia). Con una Constitución gigante de cartón y un bloc de papelillos adhesivos en la mano, Antonia Orellana recorre las calles del centro de Santiago para interpelar a vecinos y vecinas sobre la Carta Magna que quieren.
Periodista, integrante de la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres y militante de Convergencia Social (Frente Amplio), fue una de las coordinadoras de la coalición para aprobar el proyecto de paridad en el Congreso. De ahí saltó a la Constituyente con el alma dividida entre su militancia en la organización social y el partido. Dos facetas que no considera para nada excluyentes: "En varias organizaciones en las que participo soy la única militante de partido, pero no lo escondo, algo que pasa mucho".
En la previa a una actividad en Barrio Balmaceda, Orellana conversa con El Desconcierto sobre su estrategia y propuesta para la Convención, los desafíos que tienen por delante las feministas en el proceso constituyente y el rol de la izquierda en la nueva etapa.
-¿Qué te lleva a dar el salto de ser una de las coordinadoras de la paridad al proceso constituyente?
-Lo hemos hecho varias compañeras que estuvimos trabajando por la paridad, porque nos dimos cuenta de que había ciertas conexiones hacia el mundo social feminista que no estaban tan afinadas en los partidos y que nosotras cumplíamos ese rol. Discrepo un poco de la estrategia de muchos partidos de tirar figuras conocidas delante y por detrás, colgándose, los cuadros políticos. Las compañeras que hemos estado casi 10 años tratando de crear un espectro feminista dentro de esta izquierda emergente dijimos 'ya, no vamos a delegar más la voz', porque también tenemos un diagnóstico crítico de lo que ocurrió en el Frente Amplio en 2017.
-¿A qué te refieres?
-Hemos estado mucho tiempo un paso atrás, dando consejos, aportando, resolviendo crisis o alertando cuando venían. Hasta que dijimos 'no va más'. Vamos a tomar nosotras nuestra voz, nuestra conducción, porque hemos demostrado que podemos hacerlo bien. Cuando empezamos a plantear la paridad, era un momento de caos en las izquierdas y, precisamente, a partir de ese proceso mostramos que había algo tan simple como ser realistas, pero al mismo tiempo, tener vocación de cambiar las cosas, ser ambiciosas políticamente. En el Frente Amplio hubo muchas expectativas incumplidas y mucha paquetería en términos de objetivos políticos, mucho querer quedar bien con aquellos contra quienes nos hemos movilizado durante 15 años. Hay un ciclo de liderazgos del FA que está agotado y la renovación vendrá de las mujeres.
-Vas por el distrito 10, el más peleado y el que te lo pone más difícil. ¿Pensaste en moverte?
-Mucha gente me aconsejó o me pidió que me moviera, pero ahí tengo una limitación importante que tiene que ver con que tengo un hijo de dos años. Volví a militar cuando tenía solo cuatro meses de posnatal y he armado un red de apoyo con compañeras para poder participar, para poder militar y tener un hijo. Esa red de contención y apoyo está en el distrito. Si estamos hablando de una Convención Constituyente que va a ser paritaria, tenemos que comenzar por casa respecto a asumir que las responsabilidades de cuidado son un techo importante para las mujeres en política y, si no se abren a considerarlas dentro de la planificación electoral, nos van a seguir desplazando. Me puse un poco dura con eso: en el 10 es donde vivo y donde estudié desde el liceo hasta la universidad. Irme a un distrito más lejano implica no ver a mi hijo o hacer menos campaña. Y ahí –como partido– logramos poner los cuidados como una cuestión relevante en política.
-Vas en la misma lista que Fernado Atria (Fuerza Común), Carlos Ruiz (independiente con cupo Comunes) o Emilia Schneider (Comunes). ¿Son más competencia o aliados?
-Todos los votos suman a la lista. Estamos en una misma lista e hicimos esfuerzos muy grandes para ampliarla todo lo que se pudiera y reducir el peligro de dispersión frente a la derecha. Siendo personas con las que hemos tenido públicas diferencias, creo que podemos lograr un trabajo de lista y de posicionamiento porque estamos en un mismo domicilio político.
-Pero de todos modos se han dispersado las listas. Luis Mesina (No+AFP) o Karina Nohales (Coordinadora 8M) van con en otros espacios donde solo hay movimientos sociales.
-Hay que dejar de concebir paternalistamente a los movimientos sociales, como si estuviesen solo sujetos a invitaciones de los partidos. Ellos tienen su autonomía. En el caso de Luis Mesina, creo que podría haber ido en esta lista, pero pertenece al movimiento No+AFP y llegaron a esa determinación. Hay personas que individualmente podrían haber participado en lista de Apruebo Dignidad, pero pertenecen a colectividades que han marcado distancia respecto a involucrarse con los partidos.
-¿Qué opinas del debate independientes vs. partidos, donde los primeros parecen tener mayor credibilidad social?
-El Frente Amplio no ha sabido lidiar con su crisis existencial de haber pasado a formar parte de la institucionalidad –luego de estar por años siendo parte de las movilizaciones– y haberlo hecho justo en el momento de mayor descrédito y derrumbe de las instituciones. Los liderazgos más visibles no lo lograron manejar. Hay muchas listas en las que hay personas que, aunque puede que electoralmente compitamos, a la hora de desbordar la Convención vamos a estar juntos. Más allá de la afiliación a un partido, tiene que ver con los intereses a los que se obedece: puedes ser una persona que obedece a los intereses populares en partidos o fuera de ellos. En muchas listas de independientes hay personas que obedecen al empresariado, que han sido parte de las comisiones técnicas de las reformas que hoy nos agobian, no son independientes del poder económico. Son cuestiones más vinculadas con el proyecto político que con el papeleo en el Servel.
[caption id="attachment_637508" align="alignnone" width="1024"] / Foto: Lizz Labrín - Ariel Ramírez[/caption]
"Un país que sea capaz de reformarse a sí mismo"
-¿Cuáles serán los ejes de tu candidatura?
-Son tres puntos principales que van todos de la mano: derechos de las mujeres, desbordar la Convención y subsidiariedad y democratización. Respecto a lo primero, no es necesario inventar la rueda para identificar cuáles son las demandas principales de las mujeres. Tenemos que tener una discusión táctica y estratégica dentro del movimiento de mujeres y las mujeres en política sobre cómo se avanza con demandas que son largamente sentidas, que existen desde la Constitución del 1980: derechos sexuales y reproductivos, autonomía ciudadana plena (autonomía económica), derecho a la vida libre de violencia, etcétera. Habrá varios encuentros que tienen lugar este verano, como la Asamblea Feminista Plurinacional o el Encuentro Plurinacional de las que Luchan, que van a ser súper fructíferos para conversar de tácticas y estrategias, pero si miramos los fallos del Tribunal Constitucional (TC) marcan la ruta que hay que seguir en la Convención Constituyente. No es casual que el TC haya fallado sistemáticamente contra la autonomía plena de las mujeres, contra derechos sociales garantizados o en contra de terminar con la subsidiariedad. Eso es con lo que hemos estado topando todo este tiempo.
-¿Cómo lo van a trasladar a la Convención?
-Hay cosas que tenemos que entrar a discutir no solo con el feminismo, sino con los sectores más amplios posibles porque desde el espectro feminista de la izquierda nos hemos negado a salir de la izquierda, pese a que quizás era la opción más intuitiva. Sobre la discusión respecto al fin de la subsidiariedad, eso implica una reorganización del Estado en torno a lo común que va más allá de las demandas sectoriales. Tiene que ver con la planificación respecto a la crisis climática, a su adaptación y mitigación, que no es posible con el Estado que tenemos hoy día. Por ejemplo, la Dirección General de Aguas no va a dar abasto con la crisis climática porque está concebida para intervenir lo mínimo posible. Esa concepción de Estado llegó al límite. Otro límite es el autoritarismo del Estado, que hemos visto con el proyecto de despenalización del aborto. No podemos hablar de legalización porque en Chile la iniciativa exclusiva para gasto fiscal la tiene el presidente, y eso lo hemos visto también con el recorte a los servicios básicos o con la falta de fondos para la salud pública para enfrentar la pandemia. Ese orden autoritario viene del pinochetismo y fue pensado para impedir cualquier cambio al modelo. Un indicador de democratización aceptable tras el proceso constituyente será salir de ahí con un país que sea capaz de reformarse a sí mismo según las necesidades que vayan surgiendo y no un país que tenga que dejar pasar cuatro generaciones y que se pegan contra la misma pared antes de estallar.
-¿Cómo propones desbordar la Convención Constitucional?
-El acuerdo para la nueva Constitución fue a través de un sistema político fuertemente deslegitimado. Abrir la Convención a la participación efectiva es la mejor forma de que sea un proceso legítimo. Hay principios clave que preservar, como la probidad y la transparencia, es decir, que no haya sesiones a puerta cerrada, que sean retransmitidas, que estén en formato accesible a todas las personas. También la capacidad de que participen las personas, estén o no organizadas, porque los organizados son una minoría de la sociedad chilena. Hay que aprender de octubre y noviembre, cuando surgió una organización territorial espontánea que hay que recuperar. En el partido hemos propuesto la creación de oficinas distritales de participación para que puedan participar a través de unidades vecinales o organizaciones gremiales locales. La idea es convocar a los representantes de la Convención a rendir cuentas de su trabajo y organizar discusiones que insumen a los representantes distritales. También proponemos la iniciativa popular de moción constitucional, que es como la iniciativa popular de ley, pero aplicada al proceso constituyente, para que un grupo determinado de personas pueda presentar mociones para discutir a la Convención.
"Me preocupa que hay una sensación media displicente del proceso"
-¿Qué fórmulas más concretas proponen para promover más la participación, también en los territorios?
-Hay que dar condiciones para la participación. Si en noviembre tuvimos cabildos multitudinarios, es porque el país estaba paralizado y había tiempo para ser ciudadanos, no solo para ser trabajadores. Hay que pensar en un feriado nacional de disposición constitucional para que todos y todas puedan participar. Buscar condiciones para las personas cuidadoras. De lo contrario, ya sabemos quienes se van a quedar en la casa mientras el otro va a discutir. En las universidades estatales y en las redes de bibliotecas públicas hay un potencial que no ha sido aprovechado para que sean espacios abiertos a la participación y educación ciudadana y popular.
-¿Qué es lo que más te urge resolver para evitar críticas como que el proceso ya estaría cocinado?
-Lo que más me preocupa es que hay una sensación media displicente del proceso constituyente. Hay mucha gente que hoy está volviendo a un momento pre-estallido, que siente que no va a cambiar nada, y que no cambió nada. Y esa ciudadanía no es la que necesitamos para la Convención. Necesitamos una ciudadanía exigiendo, interpelando, participando. Cuando nos encerramos en nuestros debates de izquierda, bajan las expectativas sobre el proceso, en vez de salir de eso y ofrecer las ideas que vamos a discutir, cómo y por qué importan. Chile no está en una posición de poder tener un proceso constituyente que no sea transformador. Mucha gente siente que o es eso o fregamos por 40 años más y ese pesimismo no debe ser desesitimado ni tomado a la ligera, porque tiene que ver con falta de expectativas respecto a los liderazgos que ven. También con el miedo. Venimos de una situación súper traumática: personas que perdieron los ojos, muertos, detenciones masivas, entre otros. Hay un trauma muy grande respecto a la violencia política y al terrorismo de Estado y nunca ha sido superado. A veces estamos demasiado entusiasmados entre nosotros, como izquierda, discutiendo y no salimos fuera del sistema político. A mí no me sirve 'hacernos los amplios' con la Concerta, porque eso no va a ampliar el proceso hacia quienes se fueron de la discusión pública en los últimos 30 años. Aún así, soy optimista: me movilicé contra la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza, por la gratuidad, por la pastilla del día después, por el aborto; muchas veces me he topado con la misma pared. Un futuro en el que este país pueda dar estas discusiones sin tener por arriba el tapón del TC es un futuro mejor y un escenario mejor para la izquierda y para las feministas, pero no sé si lo estamos explicando.
-Si no sales electa, ¿has pensado en quedarte en la política institucional y dar un salto a la Cámara?
-Sé que voy a seguir militando, pero esas decisiones no son tan mías como me gustaría, son colectivas.
-¿Si fuese tuya?
-Es un espacio un poco árido. No me atrae la Cámara de Diputados.