José Sanfuentes, otra vez a la arena política: "La pandemia y la crisis socioeconómica nos demandan unidad y no polarización"
José (Pepe) Sanfuentes ha dedicado la mitad de su vida a la educación y la otra mitad a la política. Fue fundador, en 1982, del instituto que dio origen a la Universidad Arcis, de la cual fue vicerrector en sus mejores años, y del Instituto Profesional Arcos, en el cual cumple, en 2021, 15 años de rector. En 1975 fundó también el DECAL, departamento de capacitación laboral y, en 1997, el Instituto de Gestión y Liderazgo. Combinó la educación con la política, especialmente a partir de ser relegado por la dictadura en 1984, cuando tuvo que poner pausa a su vida académica y dedicarse tiempo completo en su empeño por derribar al dictador y buscar una salida democrática para el país.
Hoy, Sanfuentes ha resuelto volver a la arena política e ir de candidato a la Convención Constituyente.
“He decidido poner pausa en mis actividades académicas y reincorporarme a la política porque Chile vive un momento de quiebre histórico. La pandemia y la crisis socioeconómica nos demandan unidad y no polarización, nos exigen un esfuerzo nacional compartido para derrotar la peste, ayudar a familias, empresas e instituciones a sobrevivir de sus consecuencias”, dice Sanfuentes, quien va por un cupo del Partido Liberal.
-¿Por qué vas en un cupo del Partido Liberal?
-Bueno, actualmente yo no milito en ningún partido, pero me he sentido muy cómodo como simpatizante del Partido Liberal en el Frente Amplio. Siento que encarna muy bien la doble renovación de la centroizquierda, que es el único camino para reconciliarse con su pueblo y ser capaz de conducir el nuevo ciclo que enfrenta el país.
-Doble renovación. ¿Es un nuevo concepto?
-No sé si nuevo, pero la crisis del Frente Amplio y la falta de empatía ciudadana tanto de Chile Digno como de la Unidad Constituyente, lo reflejan muy bien. El siglo XX fue testigo de un impresionante desarrollo del planeta, así como de grandes tragedias y fracasos, expresados esencialmente en la dicotomía entre libertad e igualdad, además de los desafíos pendientes -inaplazables ya en Chile- en lo ecológico, de género y de expansión del núcleo vital de la nación, descentralizándola.
De una parte, la centroizquierda ha recapacitado sobre el valor de la democracia por sobre cualquier otro sistema de gobierno. Todos rechazan hoy la violencia como método de acción política en democracia y confían en que es mejor ‘contar cabezas en vez de cortarlas’, para dirimir las diferencias. Sin embargo, hay quienes mantienen ambigüedades, ‘por si las moscas’. “Un poco de violencia es necesaria”, dijo el poeta, cuyo partido también celebra las “astucias” de la dictadura militar venezolana. Se puede ser compasivo con las inercias discursivas de sectores de la izquierda, pero Chile reclama una categórica definición por la democracia y contra la violencia. Esta es la más clave renovación de cara al futuro, y es lo que nos diferencia radicalmente de la derecha, que nunca podrá asumir este compromiso, porque no se mueve por principios, sino sólo por intereses.
La segunda renovación tiene que ver con la propuesta programática para superar el experimento de capitalismo extremista que ha imperado ya 47 años en Chile; que lo ha fragmentado entre el 1% que vive alegre y despreocupado en el oasis de la cota mil y el 99% aquejado por la inseguridad y la incertidumbre, con especial temor ante la enfermedad y la vejez, hoy también ante la muerte por la peste.
-Se trata, entonces, de una renovación que requiere visión y unidad programática de la oposición…
-Exacto, y aquí está una posible interpretación del marasmo en la centroizquierda. De un lado, la alianza Chile Digno y Frente Amplio con claridad programática, pero debilitada en su compromiso democrático y libertario; y por otro, la Unidad Constituyente, con una profunda y auténtica revalorización de la democracia, pero aún colonizados por aspectos sustantivos de las políticas neoliberales. Por eso mi cercanía al Partido Liberal: fueron constructores del programa de gobierno de Beatriz Sánchez, que contiene las transformaciones profundas para conducir a Chile a la prosperidad universal y la igualdad de derechos y, además, asumen sin medias tintas la defensa de la libertad y de la democracia, con la misma radicalidad de los presidentes mártires, Salvador Allende y José Manuel Balmaceda. El PL y demás sectores escindidos del FA tendrán un duro desafío de defender y hacer hegemónicas estas ideas en cualquiera coalición electoral a que concurran.
-Has escrito que no es bueno para el país que los que marcan en las encuestas sean candidaturas polarizadas, pero la centroizquierda no levanta cabeza.
-Es cierto, de las candidaturas que ha levantado la centroizquierda, ninguna logra expresar este espíritu de la doble renovación, por eso provocan apatía, división y desilusión. Pero tengo plena confianza en que aparecerá ‘ese líder o lideresa enigmático’, de resuelta radicalidad democrática y capacidad de cumplir lo prometido, que habrá de impedir el triunfo de la derecha y dar cauce a un mejor porvenir para el pueblo y la nación.
-¿Qué esperas de la Convención Constituyente?
-La Convención Constituyente es la victoria más importante de las fuerzas políticas y sociales democráticas de los últimos 50 años. Cada Constitución es hija de su tiempo, pero a la vez, configura la convivencia nacional para las próximas décadas. Se establecerán las nuevas reglas del juego para el ejercicio de los poderes institucionales; se concordarán los bordes que encaucen el comportamiento ciudadano y el cuidado de su hábitat, pero, sobre todo, se establecerá un nuevo equilibrio social donde prime la igualdad en plena libertad. La nueva Constitución, inspirada en el pleno respeto a los derechos humanos y a los derechos sociales universales, debiera ser simplemente democrática y habilitante, para despejar el camino, libre de cerrojos, a las opciones programáticas que las mayorías decidan en las elecciones del poder político.
Es un momento que la historia recordará como aquel que se dejó atrás al país fragmentado, que trazó un camino de unidad que superó medio siglo de divisiones e intolerancias, que dibujó una sociedad en la que todas y todos cabemos, donde nuestras diferencias, y vaya que las tenemos, se diriman civilizadamente, y se alejen para siempre los fantasmas de la violencia y de la guerra fratricida.
Como decía el poeta mayor, en su notable libro ‘Fin de Mundo’: “…estos años de crepúsculo que vienen, estallarán como cápsulas en el silencio, flores o fuego, no lo sé, Pero algo debe germinar, crecer, latir entre nosotros: hay que dejar establecida la nueva ternura en el mundo”.