La sociedad de plástico

La sociedad de plástico

Por: Valeria Policroni | 07.12.2020
El día del plebiscito las y los mismos que saltando torniquetes dan inicio a este gran despertar de la sociedad, fueron excluidos de uno de los procesos más importantes por años dentro de la historia chilena, un proceso que se exige desde liceos y calles. A diferencia de otras movilizaciones, no fueron los universitarios quienes “abrieron las grandes alamedas”: fueron los menores de edad, soñando y haciendo realidad el cambio tan anhelado.

Seguimos viviendo en una sociedad de plástico, donde el cuestionamiento y los ideales se mantienen por inercia de otro; basamos la “revolución”, o simplemente un despertar momentáneo en la línea estructural de un sistema opresor, con nula capacidad reflexiva e individualista.

No se puede negar que avanzamos a medio paso, despertando y asumiendo que las dificultades y precariedades vivas son por una nula responsabilidad por parte de los gobiernos de turno, pero aún no acabamos con la mayor dificultad y limitante que en Chile se ha mantenido por muchos años. En primer lugar, sería el sistema político encapsulado por familiares y empresarios poderosos, y que los gobiernos defienden y benefician. En segundo lugar, erradicando uno de los pilares fundamentales que hoy mantiene a nuestra sociedad enferma y encerrada en prejuicios y limitaciones: el neoliberalismo.

Cabe entonces plantearse algunas interrogantes sobre el sistema político y sus actores. ¿Qué se pretende realmente para el futuro? ¿Avanzar al alero de los predicadores del discurso que dice este triunfo lo hizo la gente? Mientras lo plantean, abren sarcófagos para sus listas de constituyentes sin un proyecto creado o nacido de asambleas o cabildos ciudadanos, que es donde realmente se siente y se vive a diario la desigualdad y precariedad de derechos fundamentales. Quizás seguiremos escuchando el discurso de la unidad de la izquierda, cuando tenemos partidos, específicamente sus cúpulas y representantes, votando proyectos junto a la derecha para criminalizar protestas sociales, como lo fue con la Ley Antibarricadas.

La propuesta de un “Chile Nuevo” tiene que venir con una nueva carta magna, pero sobre todo con una democracia participativa, directa y efectiva. Si la gente tiene el derecho a elegir a quién va a legislar por sus distritos o territorios, lo lógico sería que ellos y ellas mismas puedan tener el derecho de votar para retirar a su representante del cargo por malas o nulas gestiones políticas, a través de un sistema revocatorio. La aplicación de esta facultad podría iniciarse con los constituyentes electos.

Por otro lado, una reconstrucción estructural de la política chilena, donde la gente denominada como “común” pueda postular a una elección (como concejal, por ejemplo, en la comuna donde vivió toda su vida y no tenga que competir con dos cosas: con personajes oportunistas y con campañas millonarias, que sería bueno informar que ese pozo millonario proviene de Servel y que en términos sencillos es dinero de todos los chilenos).

Somos las y los jóvenes organizados en distintas esferas los que tenemos el rol de hacer realidad este nuevo Chile, abriendo paso a la desconcentración del poder y darle espacio al pueblo de ser un ente político activo, sin necesidad de venir de una academia para poder opinar y decidir. Tenemos la responsabilidad de cuestionar procesos y decisiones cupulares de las orgánicas y personas que tengan un cargo electo para no perder jamás el sentir de la gente. Nosotros mismos debemos perder el miedo al adultocentrismo en la política, que excluye a los jóvenes en la participación y en la toma decisiones, la cual vivimos el pasado domingo 25 de octubre. Es necesario recordar que, el día del plebiscito, las y los mismos que saltando torniquetes dan inicio a este gran despertar de la sociedad fueron excluidos de uno de los procesos más importantes por años dentro de la historia chilena, un proceso que se exige desde liceos y calles. A diferencia de otras movilizaciones, no fueron los universitarios quienes “abrieron las grandes alamedas”: fueron los menores de edad, soñando y haciendo realidad el cambio tan anhelado.

El país y la sociedad avanza y los gestores del futuro y nuevos proyectos tienen que avanzar en conjunto, por eso la diversidad de las juventudes es fundamental para esta nueva construcción de país.