Temporada de incendios forestales pondrá a prueba resiliencia del territorio nacional
No hay mejor incendio que el que no se genera. Esa es una frase común entre quienes trabajan en la prevención y combate de incendios forestales.
Este año, se declaró estado de emergencia preventiva para varias comunas hasta mayo del 2021, por el “riesgo inminente” de estos eventos, debido a las condiciones climáticas. Las consecuencias de estos incendios suelen ser devastadoras no solo en centros habitados sino para la biodiversidad, la degradación de ecosistemas y la emisión de CO2.
Tanto el gobierno como Conaf y el sector maderero anunciaron un aumento en los recursos invertidos contra incendios, muchos de ellos destinados a la compra de aviones, vehículos y otras tecnologías para combatirlos. Pero para muchos, el foco principal debe estar en la prevención.
Y algunas acciones van en esta dirección. Además de coordinar a las comunidades e intentar abordar el factor humano de la prevención, se han aumentado los requisitos de prevención en plantaciones forestales, que fueron las que protagonizaron gran parte de los mega incendios del 2017.
La temporada de incendios forestales, que se vaticina como compleja, demostrará la efectividad de dichas medidas.
Desde una mirada más integral, la prevención de incendios abre un espacio para cuestionarse el modelo forestal orientado a la exportación de pino y eucalipto, así como el ordenamiento territorial de Chile, pensando en un paisaje más resiliente ante el cambio climático.
Incendios y la industria forestal
En el 2017, las plantaciones forestales de pino y eucalipto fueron de las más afectadas por incendios forestales. La homogeneidad de estas plantaciones, cubiertas por árboles de la misma especie y edad en gran densidad a lo largo de varias hectáreas continuas, propició mega incendios de rápida propagación.
A raíz de esto, Conaf aumentó las exigencias de prevención para las empresas propietarias. Desde enero de este año, deben elaborar planes de manejo con medidas de mitigación como fajas libres de vegetación o corta combustible, sobre todo en las cercanías a viviendas, líneas eléctricas y caminos.
“Las empresas forestales han acogido estas medidas como una buena iniciativa, ya que da más seguridad a sus negocios”, comenta Rolando Pardo, jefe de prevención de incendios de Conaf. Junto con las empresas, la corporación ha realizado labores de silvicultura preventiva, reduciendo la densidad de las plantaciones y la carga de vegetación y desechos agrícolas y forestales que podrían funcionar como combustible para la propagación de incendios.
Uno de los mayores focos de atención para el trabajo preventivo entre Conaf y las empresas forestales, ha sido en zonas más afectadas por incendios en el 2017 en las regiones de O’Higgins, Maule y Bio Bio, donde “hoy existe una masa continua de vegetación con gran densidad y en grandes extensiones donde es difícil acceder porque está lleno de vegetación cruzada y troncos en el piso. Estamos trabajando junto a las empresas para que esto no genere nuevos incendios, y para diciembre esperamos tener un mayor avance en este esfuerzo, acota Pardo.
Un cambio de modelo forestal
Y aunque se está avanzando en la materia, otras voces proponen que la adaptación a los incendios puede ser una oportunidad para replantearse el modelo forestal, diversificando las especies que cultivan y sus edades o modificando el tamaño de las talas rasas, que hoy día se realizan en grandes extensiones por vez y se vuelve a plantar rápidamente.
“Una plantación forestal no es un bosque. Responde a objetivos cortoplacistas basados en un solo producto: la madera como materia prima para exportación. Podrían ser bosque si incorporaran aspectos de heterogeneidad, distribución en el espacio, talas en escalas de tiempo más largas y variadas. Hoy se sigue incentivando el monocultivo y la explotación intensiva resguardándose en que estas plantaciones también son parte de un programa de restauración, cuando no lo son”, analiza Carlos Zamorano, investigador del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR2).
El rol de la restauración
Desde Conaf advierten que, así como las plantaciones, hay bosques nativos que, debido a la sequía y a su deterioro, también son propensos a incendios, como el bosque esclerófilo en la zona central. En esta línea, desde la academia plantean la necesidad de dejar de impulsar la plantación forestal e incentivar la restauración de estos bosques nativos, muchos de los cuales están degradados o con invasión de especies exóticas.
“El bosque nativo es más heterogéneo y cuando está sano alberga más humedad y su suelo tiene una capacidad de infiltrar y almacenar agua mucho mayor que las plantaciones en terrenos erosionados donde se hacen talas y se vuelve a plantar cada 10 o 20 años. Esto también puede disminuir o enlentecer la propagación de un incendio, además de fortalecer los otros servicios ecosistemicos de estos bosques”, reflexiona Mauro González, investigador del CR2.
Otra necesidad de restauración tiene que ver con las zonas de protección en cursos de agua, esteros o ríos, donde muchas veces las plantaciones llegan hasta el límite mismo de éstas. “Es necesario que se amplíen esas zonas de protección, ya que estas aguas funcionan como cortafuegos naturales”, señala el investigador.
Incendios forestales y quemas controladas
A la hora de restaurar los suelos en zonas forestales, hay prácticas que generan discordancia, como las quemas prescritas que se utilizan para eliminar el rastrojo y ramas pequeñas en zonas de difícil acceso, para que no se conviertan en combustible.
“En Chile el fuego no forma parte de la dinámica de regeneración, como sí lo hace en otros lugares. Las quemas prescritas son cada vez más riesgosas en un contexto de aumento de temperaturas, y no permite que ese material orgánico se reintegre al suelo mejorando la salud de éste, lo que puede llevar a una mayor erosión y a que sea propenso a incendios”, declara Fernanda Salinas, Doctora en Ecología.
Desde Conaf señalan que los incendios provocados por quemas prescritas han disminuido considerablemente y que, aunque genera externalidades negativas como la contaminación atmosférica, la afectación a la microfauna y a la estructura y química del suelo, en ciertos casos es necesaria cuando el daño de pérdida por un incendio es mayor que la restauración que se podría lograr reintegrando ese material al suelo.
Paisaje para incendios forestales
Un método para prevenir incendios forestales tiene que ver con la gestión del paisaje, que promueva un uso diversificado del suelo y genere un “mosaico” para que los incendios tengan dificultad de propagarse por los distintos ecosistemas. “Hemos trabajado con las comunidades y propietarios, para que en sus predios mezclen cultivo agrícola e incorporación de animales que permiten una discontinuidad que puede funcionar como cortafuego”, indica Pardo.
Este concepto se puede aplicar a escala nacional, pensando en un ordenamiento territorial que acomode las necesidades y capacidades de cada lugar, y que esté en sintonía con el cambio climático. “El modelo actual no es sostenible. No podemos seguir plantando paltas o monocultivos forestales que utilizan mucha agua, han degradado las cuencas, son propensos a incendios y están dejando a la gente sin ecosistemas por exportar madera a China”, ejemplifica Fernanda Salinas.
Distintos estudios dan cuenta hoy en día del impacto negativo que ha tenido el reemplazo de bosque nativo por plantaciones forestales y agrícolas, tanto en la biodiversidad como en la captación de carbono en ecosistemas. Estas actividades son además de las principales consumidoras de agua de un país que cada vez sufre más el estrés hídrico.
Hoy en día se tramitan en el Congreso dos legislaciones que obligarían a este tipo de proyectos a someterse a evaluación de impacto ambiental. Lo que se busca es aumentar el estándar de los proyectos y gestionar el paisaje de una forma que sea más resiliente.
[embed]https://www.eldesconcierto.cl/2020/10/05/adios-a-la-selva-amazonica-un-40-de-su-superficie-esta-en-riesgo-de-convertirse-en-una-sabana/[/embed]