VOCES| Piñera y DDHH: Las nuevas formas de mentir
Las cifras de fallecidos, los asaltos en aumento, las injusticias, bailan a nuestro alrededor y pareciera que poco nos afectan. Sin importar que tanto nos informemos, hemos creado una especie de segunda piel, para que resbalen muchas cosas, para protegernos y sobrevivir a un tiempo extraordinario, de cambios asombrosos.
Las palabras son parte de este descalabro de lo viejo. Nos definen, nos pierden o nos ayudan. Nos confunden cuando son lo contrario de lo que dicen. Cuando son categóricas en asegurarnos una realidad que no se cumplirá.
Si retrocedemos en la historia, durante toda la dictadura la información que se entregaba por diarios y televisión estaba basada en un fraude. A veces bien montado, otras burdo, pero siempre mentiroso, con el afán de armarnos una imagen de país seguro, gobernado por capaces. Es evidente que esa forma de hablarnos, se arraigó fuerte en nuestras mentes.
Las formas de mentir se instalaron hace décadas y resultaron eficaces. Tanto como para durar 17 años en una dictadura, como para tener ahora, en el parlamento y en La Moneda, personas que fueron parte de ese gran tinglado de falsedades. Algunxs se justifican, asegurando “que no sabían” lo que pasaba. Frase bastante desprestigiada, porque al igual que Venezuela es vigilada por la comunidad internacional, también a Chile en dictadura llegaron delegaciones. El esfuerzo del dictador por aparentar una normalidad, no logró evitar se filtrara lo que estaba pasando. Eliminemos esa frase porque no se sostiene. Negar es no querer ver.
También hay frases de jóvenes que dicen “yo no había ni nacido”. Ninguno de nosotrxs estaba cuando mataron a Manuel Rodríguez, pero sí tenemos una idea, con mejor o peor información, de lo sucedido. Estamos obligados a conocer nuestra historia. Con mayor razón cualquier persona que se considera una figura política. Si no saben, lean. Eliminada también esta frase: la ignorancia no es justificación.
Por ahí se escuchan expresiones como: “hay que dar vuelta la hoja” o “el futuro es lo que cuenta” o “no hay que quedarse pegado en el pasado”. Todos dichos que caben en la categoría de que mientras menos sepamos, mejor. Les falta agregar “ojos que no ven, corazón que no siente” pero eso sería demasiado desparpajo, sería hablar con la verdad. Reconocer que mientras no sepamos, los que mandan y gobiernan, tienen chipe libre en esto de los DDHH.
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En el último tiempo, escuchamos de manera categórica otras palabras, tales como: “Nadie está sobre la ley”. Es una oración épica, hay que reconocerlo. Tremenda mentira, del tipo de los tiempos del dictador, pero perfeccionada.
Van las cifras (que como dice el profe Masa, no mienten)
- Hay 457 denuncias, desde octubre del 2019, debidamente acreditadas (no anónimas) Todas informadas por el INDH o sea, internacionalmente reconocidas por órganos oficiales de DDHH.
- Solo el 0,9% de las querellas presentadas tienen formalizados.
- En regiones, a la fecha, no hay formalizados.
- Las denuncias incluyen asesinatos, homicidios frustrados, violaciones, torturas, etc.
Esto es apenas una muestra pequeña. Hay más, si consideramos que solo un 35% de las víctimas han declarado. Todo va lento. Convenientemente lento, porque como dijo el general Rozas: “a nadie voy a dar de baja por un procedimiento policial. Aunque me obliguen no lo voy hacer”. Buena frase. Juzguen ustedes si es verdadera o falsa.
Por eso otras expresiones como “hay que defender la institución de Carabineros” suenan tenebrosas cuando sus mandos han robado como pozo sin fondo.
Hay personas que no les dan mucha importancia a los DDHH, pero sí se alteran cuando el sistema neoliberal es amenazado. Son chilenxs que no se cuestionan el origen de las platas que financiaron el Golpe, como tampoco les interesa ser categóricos en esto del robo de Carabineros. Cuentan con ellos a cualquier precio. Todo vale cuando se trata de defender el libre mercado.
Pero también hay que vestirse de demócratas. Nada mejor para eso que apuntar con el dedo al continente. Entonces aparece Maduro y el escándalo se hace sentir ¡Ese informe sí es legítimo! Hay que rechazar la violencia. Qué duda cabe.
La cuestión es ¿para qué necesitamos a Venezuela, si aquí, en casa, el presidente se hace el loco con los informes de DDHH? Los recorta y jura pronta justicia para “los casos aislados”. Lo mismo que la maquinaria de la mentira se encargó de fabricar en dictadura. Nos aplastan con promesas que no cumplirán porque saben, en el fondo de sus corazones, que para subsistir con su modelo de vergonzosa desigualdad, necesitan la violencia. Es el único lenguaje que entienden y no se detienen en armar montajes de terroristas falsos, en operaciones de inteligencia para asesinar a inocentes e incluso permiten que un general, quien maneja las fuerzas policiales armadas en las calles, se mande solo. Y se dé el lujo de decirlo, mientras el presidente mira para el lado.
Como antes, como siempre.
A ver si nos preocupamos más de Piñera y que los venezolanos se encarguen de su propio mentiroso. A ver si ningún extranjero define nuestras batallas y nuestra historia, como pasó en 1970, cuando el gobierno de Estados Unidos, junto a A. Edwards (dueño de El Mercurio) en 20 minutos, decidió asesinar chilenas y chilenos para derrocar a un presidente que no les servía. Eso se llama sedición, traición a la patria como dirían los militares. Bueno, sí lo dirían, en el caso que hubiese sido Allende quien se hubiera reunido con el gobernante de Rusia y llegado a un acuerdo para financiar un golpe de Estado, para bombardear La Moneda y calcular la cantidad de vidas sacrificadas como un costo necesario para la revolución. Sin embargo, esa es una fantasía que antes y ahora nos han tratado de instalar como verdadera, mientras la otra, la real, la minimizan.
A ver si derribamos la maquinaria de la mentira y palabras como Verdad, Justicia, Reparación, No Repetición, Derechos Humanos, vuelven a tener valor en nuestras vidas.