El legado de Macarena Valdés

El legado de Macarena Valdés

Por: Sebastián Benfeld | 23.08.2020
Después de haber sido amenazada de muerte, el 22 de agosto de 2016, cuatro años atrás, entraron a la casa de la activista ecologista mapuche Macarena Valdés y a sangre fría terminaron con su vida. La asesinaron y luego la colgaron bajo una viga para simular un suicidio. Al día siguiente, sin remordimientos, los poderosos continuaron con sus planes e instalaron el cableado.

En medio de un verde bosque por donde respira la tierra, una comunidad de vecinos y vecinas luchaba por mantener un sano equilibrio entre su estancia y el medioambiente, a la vez que protegerlo de los intereses externos que amenazaban su existencia.

La empresa de capitales austríacos RP-Global, sin previa consulta a las comunidades que habitaban los bosques y tierras ancestrales, llenaron de gris cemento los azules ríos que corrían por los cerros. En nombre del progreso se avasalló con violencia 500 años de historia y se edificó el horror de un nuevo desarrollo.

Macarena (la Maca o La Negra, como le decían) Valdés, de 32 años de edad, no permitiría que la violencia de unos pocos se interpusiera a la paz y armonía colectiva de muchos. Con su comunidad defendió los ríos, protegió los bosques y reclamó justicia y dignidad para su pueblo y su hogar. Pero los señores poderosos no se detuvieron.

Abriéndose paso por medio del horror, RP-Global y SAESA amenazaron a los defensores de la tierra y amedrentaron a la comunidad del río Tranguil (Panguipulli). Pero ni el horror ni la violencia logró callar a las activistas que sin temor decidieron hacerle frente al poder del dinero y con gritos y carteles se opusieron al nefasto proyecto que se quería instalar.

El 21 de agosto de 2016, a la Maca la hostigaron y amenazaron de muerte. Los poderosos sabían que tarde o temprano perderían esta lucha contra la vida y que el poder de muchos acabaría con sus egoístas intenciones. Eso no lo podrían permitir.

Al día siguiente, el 22 de agosto, cuatro años atrás, entraron a la casa de la Maca y a sangre fría terminaron con su vida. La asesinaron y luego la colgaron bajo una viga para simular un suicidio. Al día siguiente, sin remordimientos, los poderosos continuaron con sus planes e instalaron el cableado.

Pero en Tranguil el activismo de La Negra no terminó el 22 de agosto. Antes de morir lanzó al suelo fértil las semillas de un nuevo Chile, más justo y verde, que con el pasar de los años ha madurado y florecido, produciendo nuevas simientes que se expanden con rapidez entre las tierras por donde caminamos.

Hoy Chile está de duelo y con la memoria fresca se propone tomar medidas para proteger la vida y a quienes luchan por ella. En 2018, a dos años de la muerte de la Maca, varios países de la región se unieron para escribir el primer acuerdo ambiental de América Latina y el Caribe y comprometerse así con la protección del medioambiente y de las personas que luchan por su cuidado.

El Acuerdo de Escazú, como se llama ese tratado, es el primer acuerdo en el mundo que incorpora disposiciones específicas para proteger a los defensores de la tierra y del medioambiente, garantizándoles un entorno seguro y propicio para que alzar sus voces contra las injusticias no les cueste la vida.

Hoy, a cuatro años de la muerte de Macarena Valdés, quienes nos contagiamos de su incansable lucha por la vida pregonamos con más fuerza que nunca que Chile debe firmar el Acuerdo de Escazú y comprometerse así con la construcción de un Chile más verde y justo. Por los que murieron, por los que están y por los que vienen.

Con memoria, hagamos historia.