La Jauría: Esto no es ná lobito contra ovejita, esto es lobo contra leona
-Mírame de verdad como si yo fuera tu novio, como si me quisieras comer. No como una cabra chica, como una mujer.
El profesor de teatro de un colegio católico de clase alta acosa y abusa de una estudiante en un casting a puerta cerrada. Frente a una cámara de video, la joven es obligada a suspirar y simular estar excitada. La alumna sale angustiada de la sala y se encierra en el baño a llorar.
Así comienza La Jauría. La escalofriante escena recuerda las acusaciones contra una larga lista de actores, ejecutivos y directores de cine y televisión. El profesor es interrogado por una detective y sus declaraciones se parecen mucho a las de Nicolás López o Herval Abreu.
La industria audiovisual tiene tejado de vidrio y esta serie es un “mea culpa” desde dentro para erradicar a los depredadores sexuales. Obviamente, una serie no basta y no cambiará el estado de las cosas, pero es un primer paso.
La trama grita las cosas por su nombre. Las tomas y protestas organizadas por las estudiantes del colegio donde ocurre el abuso sexual reflejan a la generación sin miedo, la misma que protagonizó la revolución feminista del 2018, saltó los torniquetes y prendió la mecha del estallido social del 18 de octubre de 2019. Las manifestantes gritan:
-Y cómo y cómo y cómo es la weá, nos matan, nos violan y nadie hace ná
Mientras usan pañuelos verdes y pasamontañas morados, vocean:
-Alerta machista, alerta machista… vivas nos queremos… a ver, a ver, quién lleva la batuta, las feministas o el hijo de puta
Las mismas alumnas funan al profesor en su propia casa y protestan:
-No, no, no es no ¿Qué parte no entendiste, la N o la O?
Son detenidas por Carabineros, quienes protegen al abusador y reprimen a la víctimas.
En paralelo, Blanca Ibarra, estudiante y líder feminista de 17 años del mismo colegio, desaparece luego del caso de abuso. Horas más tarde, una grabación de la joven, donde es violada por sus propios compañeros de colegio, es subida a redes sociales y se viraliza.
Daniela Vega sorprende con una sólida interpretación de la detective de la PDI, Elisa Murillo. Valiente e intuitiva, la cámara la ama. Ella se pregunta cómo funciona la mente de un violador y descifra los códigos y las huellas de La Jauría, la organización criminal detrás de la desaparición de Blanca.
A través del juego del lobo, el grupo misógino marca a las mujeres con tatuajes, las acosan y violan. Con este perverso “entretenimiento" en línea, la trama sufre un vuelco algo inverosímil, un giro hacia lo cyber y lo fantástico que desentona con el tratamiento más cotidiano del resto.
La actriz de Una mujer fantástica está a la par con Antonia Zegers, Mariana Di Girólamo y María Gracia Omegna, quienes se llevan el peso dramático de la serie bajo la dirección general de Lucía Puenzo y descollan por la sobriedad y contención de sus personajes. Las leonas cercan al lobo, el líder de La Jauría, hasta que, en el último capítulo, descubren su identidad.
Las mujeres se toman la serie con guión de Enrique Videla, Paula del Fierro y Leonel D’Agostino. Los roles femeninos no tiemblan frente a los abusos y se rebelan a las figuras patriarcales. La Jauría deconstruye el género policial al integrar como protagonista a una actriz trans que interpreta a una policía trans, aunque no se explicita. La detective Elisa Murillo escamotea:
-¿Quién soy? Tú no tienes idea quién soy, quién fui
La Jauría visibiliza un problema estructural: la violencia machista contra la mujer se ha convertido en una epidemia que debería preocupar a todos. La actual crisis sanitaria y la cuarentena colocó en pausa el estallido feminista y social en el que Chile ardió, pero esta revolución liderada por jóvenes y mujeres es imparable y no tiene fecha de término.
El caso de Blanca no es una simple recreación de La Manada, una violación masiva ocurrida en España por cinco hombres. Ni siquiera es una crítica a la Iglesia, al sistema educacional, judicial o policial que han protegido históricamente a los abusadores sino un juicio a toda una sociedad que perpetúa estereotipos machistas y sesgos de género, generación a generación.
A pesar de que las subtramas no se desarrollan, casi todos los personajes adultos guardan un secreto o son culpables de algo, síntomas de una élite insensible que no es capaz de ver más allá de sus privilegios y una sociedad sumida en una crisis de confianza en las instituciones.
La canción que abre y cierra cada capítulo, a cargo de Anita Tijoux, es un lujo aparte y un grito de lucha contra la violencia machista:
“Nos sacan los ojos, nos abren las piernas. No a la Iglesia. No al Estado. El cuerpo es mío que les quede claro. Tocan a una, tocan a todas. No estamos solas”.
Anita Tijoux, quien también interpreta a un personaje antisistema dentro de la trama, graba a fuego una frase que resume la serie:
-Esto no es ná lobito contra ovejita, esto es lobo contra leona
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Disponible en Amazon Prime Video