La doble pandemia que enfrenta el sistema sanitario chileno
Día a día, pese a que se quiera lo contrario, somos testigos del aumento de contagios y de una tendencia que nos debiese mantener en un estado de alerta y protección, sobretodo sabiendo que el peak probablemente pueda llegar durante el mes de mayo. Todo indica que sanitariamente debemos actuar en base al cuidado y la prevención para mitigar la curva de contagio, más que con medidas de normalidad y relajo. No hay recetas, pero sí sentido común y la experiencia de otros países, sobre todo sus errores.
Las estrategias que cada país ha tomado para enfrentar esta pandemia ponen a prueba sus sistemas sanitarios, políticos y económicos. Países con precariedad institucional y mayores niveles de desigualdad evidencian lo que históricamente sabemos: que los pobres enferman y mueren más que aquellos que no lo son.
El COVID 19 lejos de congelar este problema en Chile, se instaló como la guinda amarga del pastel, evidenciando la precariedad de nuestro sistema sanitario y la contradicción entre la salud de la población y la economía basada en el crecimiento concentrado. Chile no es un país pobre, es un país desigual, que es distinto. Ello obliga a tomar medidas más radicales. Una pandemia no es un temporal que se resuelve sólo con bonos o créditos blandos, menos abandonando a los asalariados a su suerte.
Nuestro Estado es débil y es hora de fortalecerlo. El presupuesto insuficiente de la salud pública no puede reducirse sólo a camas o ventiladores, por cierto necesarios en el sistema hospitalario. Debemos fortalecer la atención primaria y desconcentrar los municipios con más facultades y presupuesto para el control epidemiológico. Son evidentes las desigualdades, basta ver las condiciones para enfrentar la pandemia que en el caso de La Pintana o Valparaíso dista mucho de la realidad de cualquier comuna de la zona oriente del Capital.
Por algo rebrota la demanda por una nueva constitución y sus derivadas en salud, que en este contexto se podrían traducir en: políticas sociales integradas en población vulnerable, el control de los precios de los medicamentos e insumos, el impulso de la industria farmacéutica nacional o la inversión pública en nuestro sistema sanitario, entre otras tantas.
Se dirá que no hay recursos y menos en este contexto, pero perfectamente podrían ser financiadas con una necesaria reforma tributaria o un cambio radical de las políticas de CORFO o hasta con un royalty a las isapres. Los recursos están, lo que ha faltado es voluntad política por instalar mecanismos redistributivos y control sobre los ámbitos estratégicos de la economía en pro de la salud.
Por ello proponemos desde Valparaíso un modelo de confinamiento comunitario que permita al municipio asumir un rol de prevención y protección, articulando a sus comunidades y su sistema de atención primaria para enfrentar esta doble pandemia: la de la inequidad y la del Coronavirus. Si más comunas lo hacemos tal vez podamos aportar a una política de Estado que esté a la altura de las circunstancias, y donde el gobierno deberá demostrar si efectivamente Chile posee el mejor sistema de salud del planeta.