Andrés Kogan y el Día Mundial de la Tierra: “En los últimos siglos se ha intentado hacer creer que estamos por encima de ella”
Como una retórica llamativa, así describe el sociólogo y editor del Observatorio Plurinacional de Aguas, Andrés Kogan Valderrama, esta suerte de guerra declarada contra el COVID-19, instalada por buena parte de los gobernantes del mundo, como si la enfermedad fuese una especie de nuevo leviatán sanitario. Una retórica que, a su juicio, se ha dedicado a instalar la idea de la aparición de un ser implacable y criminal que solo quiere asesinar a seres humanos.
En esta nueva conmemoración del Día Mundial de la Tierra, Kogan plantea que el discurso discurso bélico contra este nuevo virus no hace más que reactualizar la guerra contra la Gran Madre Tierra, iniciada hace miles de años atrás con la aparición del patriarcado, un proceso que se ha profundizando con el tiempo, hasta llegar al momento actual donde las condiciones mínimas para la reproducción de la vida se encuentran en peligro.
En este sentido, el sociólogo destaca que el proceso de conquista de la naturaleza no siempre fue tal, señalando que “según distintas investigaciones arqueológicas, la Venus de Willendorf, aparecida hace 25.000 años atrás, como el ícono que mejor representa a la Gran Madre Tierra del período paleolítico, no era percibida como un ser omnipotente, dominador y trascendente, como es representado el Dios creador por las religiones patriarcales existentes. Por el contrario, las distintas Venus constituían un ser inmanente, el cual se caracterizaba por ser la engendradora de vida en un mundo nómade y conectada con los ciclos vitales. De ahí que las grandes deidades de vida posteriores hayan derivado de esa primera Gran Madre Tierra, llevando diferentes nombres por distintos pueblos, como lo es la Pachamama, Gaia, Tiamet, Ishtar, Inanna, Astarte, Ñuque Mapu, Ixchel, Coaylicue, Nuna, Maka Ina, Kokyang Wuthi, entre muchas otras denominaciones históricas”.
No obstante, para Kogan, estas deidades situadas territorialmente, se vieron en peligro por un proceso de masculinización de la divinidad, iniciado con la Revolución Neolítica en adelante, donde el aumento de conflictos por el control de tierras aumentó considerablemente, trayendo consigo que muchas de aquellas perdieran sus cualidades, se fragmentaran e incluso fueran vistas como seres de sufrimiento y de muerte, abriendo paso a la aparición de Dioses guerreros fuertes, valientes y heroicos, donde el centro estaba puesto en la conquista y en la superioridad de unos sobre otros, como es el caso de Horus, Marduk, Teshub, Zeus, Júpiter, entre otros.
En cuanto a la triada de religiones monoteístas (Judaísmo, Cristianismo e Islamismo), el sociólogo indica que estas no hicieron otra cosa que profundizar aquel proceso de conquista patriarcal de la Gran Madre Tierra, llegando a su punto más alto con la colonización de Abya Yala, en donde los conquistadores traían una concepción completamente negadora de aquella deidad de vida histórica, la cual aún se mantenía viva en muchos de los pueblos existentes, pero que para los conquistadores será una mera canasta de recursos. Por ello agrega Kogan, “el Dios patriarcal y antropocéntrico traído con los conquistadores, vio a su entorno (humanos y no humanos) como seres salvajes que se les deberá dominar”.
En este sentido, el sociólogo agrega que con el paso de los siglos, aquella concepción naturalista del mundo de carácter occidental se impuso a nivel global, por intermedio de la secularización de Dios, a través de la Ciencia Moderna de corte racionalista y empirista, la cual ha sido el mejor instrumento para imponer la idea de una supuesta civilización universal, la cual, según Kogan, no es otra cosa que una civilización de muerte que ha buscado erradicar otros mundos de vida, ya sea a través de las guerras o simplemente de la negación de estas. De ahí que procesos eurocéntricos y antropocéntricos, como lo son el Renacimiento, la Ilustración, la Revolución Francesa y la Revolución Industrial sean parte de un correlato lineal de la historia, como del tiempo y del espacio, en donde la Gran Madre Tierra no es otra cosa que un ser que debe ser conquistado y controlado. Para Kogan, dicha mirada moderna queda explicita en las palabras esgrimidas por el filósofo inglés Francis Bacon, padre del empirismo, al momento de decir “que la ciencia torture a la Naturaleza, como lo hacía el Santo Oficio de la Inquisición con sus reos, para conseguir develar el último de sus secretos”.
Por todo lo señalado anteriormente, Kogan invita a que, “más que celebrar el Día Mundial de la Tierra este 22 de abril, debiésemos concebir esta fecha como una oportunidad para reflexionar sobre el sentido de darle un día a un sistema vivo complejo del cual somos parte, como seres humanos, y que en los últimos siglos se ha intentado hacer creer de que estamos por encima de él, ya sea a través de un Dios poderoso o de una Ciencia objetiva”.
Como una retórica llamativa, así describe el sociólogo y editor del Observatorio Plurinacional de Aguas, Andrés Kogan Valderrama, esta suerta de guerra declarada contra el COVID-19, instalada por buena parte de los gobernantes del mundo, como si la enfermedad fuese una especie de nuevo leviatán sanitario. Una retórica que, a su juicio, se ha dedicado a instalar la idea de la aparición de un ser implacable y criminal que solo quiere asesinar a seres humanos.
En esta nueva conmemoración del Día Mundial de la Tierra, Kogan plantea que el discurso discurso bélico contra este nuevo virus no hace más que reactualizar la guerra contra la Gran Madre Tierra, iniciada hace miles de años atrás con la aparición del patriarcado, un proceso que se ha profundizando con el tiempo, hasta llegar al momento actual donde las condiciones mínimas para la reproducción de la vida se encuentran en peligro.
En este sentido, el sociólogo destaca que el proceso de conquista de la naturaleza no siempre fue tal, señalando que “según distintas investigaciones arqueológicas, la Venus de Willendorf, aparecida hace 25.000 años atrás, como el ícono que mejor representa a la Gran Madre Tierra del período paleolítico, no era percibida como un ser omnipotente, dominador y trascendente, como es representado el Dios creador por las religiones patriarcales existentes. Por el contrario, las distintas Venus constituían un ser inmanente, el cual se caracterizaba por ser la engendradora de vida en un mundo nómade y conectada con los ciclos vitales. De ahí que las grandes deidades de vida posteriores hayan derivado de esa primera Gran Madre Tierra, llevando diferentes nombres por distintos pueblos, como lo es la Pachamama, Gaia, Tiamet, Ishtar, Inanna, Astarte, Ñuque Mapu, Ixchel, Coaylicue, Nuna, Maka Ina, Kokyang Wuthi, entre muchas otras denominaciones históricas”.
No obstante, para Kogan, estas deidades situadas territorialmente, se vieron en peligro por un proceso de masculinización de la divinidad, iniciado con la Revolución Neolítica en adelante, donde el aumento de conflictos por el control de tierras aumentó considerablemente, trayendo consigo que muchas de aquellas perdieran sus cualidades, se fragmentaran e incluso fueran vistas como seres de sufrimiento y de muerte, abriendo paso a la aparición de Dioses guerreros fuertes, valientes y heroicos, donde el centro estaba puesto en la conquista y en la superioridad de unos sobre otros, como es el caso de Horus, Marduk, Teshub, Zeus, Júpiter, entre otros.
En cuanto a la triada de religiones monoteístas (Judaísmo, Cristianismo e Islamismo), el sociólogo indica que estas no hicieron otra cosa que profundizar aquel proceso de conquista patriarcal de la Gran Madre Tierra, llegando a su punto más alto con la colonización de Abya Yala, en donde los conquistadores traían una concepción completamente negadora de aquella deidad de vida histórica, la cual aún se mantenía viva en muchos de los pueblos existentes, pero que para los conquistadores será una mera canasta de recursos. Por ello agrega Kogan, “el Dios patriarcal y antropocéntrico traído con los conquistadores, vio a su entorno (humanos y no humanos) como seres salvajes que se les deberá dominar”.
En este sentido, el sociólogo agrega que con el paso de los siglos, aquella concepción naturalista del mundo de carácter occidental se impuso a nivel global, por intermedio de la secularización de Dios, a través de la Ciencia Moderna de corte racionalista y empirista, la cual ha sido el mejor instrumento para imponer la idea de una supuesta civilización universal, la cual, según Kogan, no es otra cosa que una civilización de muerte que ha buscado erradicar otros mundos de vida, ya sea a través de las guerras o simplemente de la negación de estas. De ahí que procesos eurocéntricos y antropocéntricos, como lo son el Renacimiento, la Ilustración, la Revolución Francesa y la Revolución Industrial sean parte de un correlato lineal de la historia, como del tiempo y del espacio, en donde la Gran Madre Tierra no es otra cosa que un ser que debe ser conquistado y controlado. Para Kogan, dicha mirada moderna queda explicita en las palabras esgrimidas por el filósofo inglés Francis Bacon, padre del empirismo, al momento de decir “que la ciencia torture a la Naturaleza, como lo hacía el Santo Oficio de la Inquisición con sus reos, para conseguir develar el último de sus secretos”.
Por todo lo señalado anteriormente, Kogan invita a que, “más que celebrar el Día Mundial de la Tierra este 22 de abril, debiésemos concebir esta fecha como una oportunidad para reflexionar sobre el sentido de darle un día a un sistema vivo complejo del cual somos parte, como seres humanos, y que en los últimos siglos se ha intentado hacer creer de que estamos por encima de él, ya sea a través de un Dios poderoso o de una Ciencia objetiva”.