Filósofa alemana Carolin Emcke: "La pandemia es una tentación autoritaria que invita a la regresión nacionalista"
Carolin Emcke (Alemania, 1967) es una de las intelectuales europeas que de manera más exitosa ha elaborado planteamientos en contra de quienes promueven discursos de odio y populistas, al estilo de Donald Trump y otros líderes mundiales. Por ello fue distinguida con el premio de la Paz de la Feria del Libro de Fráncfort, entre otros galardones, reconociendo sus aportes en materia de crítica a los movimientos racistas y patriotas que se enquistan en posturas de odio.
Emcke fue entrevistada por El País de España, y desde su residencia en Berlín entregó algunas de las reflexiones que ha venido haciendo en este último tiempo, afirmando que precisamente uno de sus temores es que la presente pandemia avive ese odio y esas prácticas racistas y nacionalistas.
La filósofa comenzó afirmando que en lo respectivo a las relaciones internacionales "es demasiado pronto para hacer pronósticos. Todo es demasiado frágil, demasiado dinámico y, por cierto, demasiado asincrónico. Por más que sea una crisis global, su impacto no afecta a todos de la misma manera. La pandemia es una tentación autoritaria que invita a la represión, a la vigilancia totalitaria basada en datos digitales, a la regresión nacionalista. O al cálculo darwinista que le pone precio a la pérdida de los cuerpos más viejos, más débiles, menos entrenados. Va a resultar decisivo poder demostrar que las sociedades que menos dañadas salen de la crisis sean aquellas que cuentan con un sistema de salud pública, aquellas cuyas infraestructuras sociales no han sido privatizadas y erosionadas por completo, poder probar que serán la solidaridad y el cuidado mutuo los que triunfen sobre el virus y no el estado de excepción y la privación de la libertad".
En cuanto al odio, la experta afirmó que "es natural que la pandemia cause miedo y espanto. Miedo a enfermarse, a morir solo, a no poder acompañar a los seres queridos, a no poder despedirse, miedo a las penurias, a perder el trabajo, miedo al quebranto existencial. Pero la pérdida de soberanía no se compensa con la estigmatización o humillación de los otros. Como si la impotencia se sintiera menos si se maltrata a los marginalizados o a la propia pareja. No es solo la xenofobia a lo que se recurre como compensación de la inseguridad individual o social, también se potencia la misoginia, la violencia contra las mujeres".
En ese sentido, al ser consultada respecto cuál es su mayor inquietud en este contexto, Emcke respondió que "mi mayor inquietud es que no aprendamos nada de la crisis, cuando esta nos está demostrando como si fuera un medio de contraste inyectado en un cuerpo cuáles son los males que afectan a nuestra sociedad. Ha quedado a la vista que no se puede negar la realidad, que hay límites a la manipulación del discurso, al delirio narcisista, a la mentira política. Nadie es invulnerable, nadie es intocable, aunque Trump o Putin quieran negarlo. A los populistas, se les está volviendo en contra su hostilidad contra las ciencias, y lamentablemente, el precio lo pagan sus electorados. Está quedando a la vista también que el Estado no puede retraerse infinitamente de su responsabilidad, que hacen falta infraestructuras públicas, bienes públicos, una orientación hacia el bien común. Y, por cierto, también un periodismo serio e independiente. Me preocupa sobre todo que el aprendizaje que estamos haciendo, doloroso y amargo, caiga en el olvido cuando todo haya pasado. Que reconstruyamos nuestras sociedades con las mismas injusticias, la misma inestabilidad".
Finalmente, al ser consultada respecto del peligro de que los derechos civiles sean puestos en cuestión por medidas radicales en contra del virus, Emcke sostuvo que "es una cuestión extremadamente sensible y de riesgo: que la epidemia sea instrumentalizada para justificar las ambiciones autoritarias. Viktor Orbán acaba de demostrarlo en Europa: prácticamente ha anulado el estado de derecho en Hungría, puede prorrogar infinitamente el estado de excepción, ha transformado el Parlamento en un accesorio decorativo. Tenemos que estar extremadamente atentos para impedir que en Europa se establezcan a largo plazo métodos totalitarios de extracción de datos, de vigilancia digital, de represión. No es lo mismo desarrollar aplicaciones basadas en perfiles anónimos de movimiento que permitan detectar los patrones del contagio, como se está pensando ahora para contener la epidemia, y otra cosa muy distinta que las autoridades estatales accedan a datos personalizados de los ciudadanos para perseguirlos. Está claro que el virus va a costarle mucho a nuestras sociedades, entre otras cosas a limitar nuestra libertad de movimiento, pero tenemos que exigirles a nuestros Gobiernos que las decisiones sanitarias sean tomadas de modo transparente, explicando sus fundamentos, y que las restricciones sean temporales, para que no se vuelvan coartadas para la vigilancia y la represión".