La otra cara del estado de excepción

La otra cara del estado de excepción

Por: Diamela Eltit | 14.04.2020
En otro registro, me pregunto: ¿cuál habría sido la actitud de la ciudadanía ante una parte del informe de carabineros que señaló que el joven Gustavo Gatica, perdió su visión porque le dispararon a los ojos los propios manifestantes? Así lo reprodujeron los titulares (acríticos) de los periódicos. Esa afirmación es violencia pura y evoca las peores pesadillas ocasionadas por las falsedades en que se parapetó la dictadura. Si ese informe hubiese sido publicado en otro contexto, con libertades plenas, sin duda la respuesta ciudadana habría sido apabullante.

El Estado de excepción que nos rige ante el coronavirus, nos obliga a situarnos en una necesaria zona de resguardo que decretó el gobierno y que es controlada por el conjunto de las Fuerzas Armadas y de Orden. Pero hay que pensar con claridad que el Estado de Excepción se funda en la suspensión de un conjunto de leyes. No pretendo discutir aquí la validez de la actual situación sino más bien observar su abuso político que solo dramatiza la ya penosa situación que vivimos.

Giorgio Agamben publicó su libro “Homo Sacer” donde analizó de manera exhaustiva cómo el Estado de Excepción produce “poder soberano”, es decir un tipo de gobierno que se pone SOBRE la ley.

Esta nueva condición nacional ante la enfermedad, fundada, entre otras restricciones, en la implantación del toque de queda, en la cuarentena comunal  y en la prohibición de reuniones, parece totalmente necesaria frente a una enfermedad en extremo contaminante.

Sin embargo este presente, que no puede sino ser abrumador, arrastra un pasado inmediato -el 18 de octubre- marcado por la vulneración a los derechos humanos: muertos, heridos de gravedad, miles de presos, una situación social que el país no experimentaba  desde la terrible dictadura chilena que, además ejerció su poder soberano mediante Estados de Sitio y un permanente Estado de Excepción.

En ese sentido existen marcas hoy que se necesariamente se tienen que leer más allá de la pandemia y que dan cuenta de un plan alterno, donde el Estado de Excepción es una coartada. Una coartada para la realización de una refundación política operada en la certeza de contar con una ciudadanía asustada, muy afectada y retenida ante la dimensión mundial de la enfermedad.

El Presidente Piñera en la Plaza de la Dignidad detonó una consistente violencia simbólica porque, con su incursión mediática, hizo visible la magnitud del poder soberano que ostenta. Un poder soberano que le permitió atravesar el límite de la enfermedad, dejarla atrás,  para circular políticamente por un espacio  -la plaza- que de no mediar la suspensión de la  ley le habría resultado totalmente vedado.

En otro registro, me pregunto: ¿cuál habría sido la actitud de la ciudadanía ante una parte del informe de carabineros que señaló que el joven Gustavo Gatica, perdió su visión porque le dispararon a los ojos los propios manifestantes? Así lo reprodujeron los titulares (acríticos) de los periódicos. Esa afirmación es violencia pura y evoca las peores pesadillas ocasionadas por las falsedades en que se parapetó la dictadura. Si ese informe hubiese sido publicado en otro contexto, con libertades plenas, sin duda la respuesta ciudadana habría sido apabullante.

Y como un cierre político exacto, preciso, sintético, está la salida de asesinos presos por delitos de Lesa Humanidad. Más allá del dictamen reciente de los Tribunales de Justicia está pendiente la “compasión” de Piñera-Lagos para liberar a otros criminales para que “mueran en sus casas”. Esa “compasión” que olvida los tratados internacionales y olvidan también que son responsables de miles de muertes que transcurrieron en la más profunda soledad.

Es tan impresionante que en un país paralizado por la enfermedad y el contagio, de millones de personas empujadas a la cesantía y a la pobreza,  se infiltren de manera abierta e impune maniobras políticas. Unas maniobras políticas tan obvias y que nos rondan en la mente durante el transcurso de cada una de estas noches en que no podemos dormir. Sí, no podemos dormir por los niveles de asombro, ira e impotencia que nos provocan.