
Suicidio masculino: Machos hasta en la forma de matarnos
A propósito de una nueva conmemoración del Día Mundial para la Prevención del Suicidio, la masculinidad tradicional sigue siendo un factor de riesgo y el causante de violencias por parte de los hombres hacia otros/as y hacia nosotros mismos, no solo por la mucho mayor cantidad de muertes en comparación con las mujeres (cuatro veces más), sino también por la forma en que muchos de ellos se quitan la vida.
De ahí que la elección de los métodos de los hombres para suicidarse sea mucho más violenta que la de los realizados por las mujeres, destacando principalmente el ahorcamiento, las armas de fuego y los saltos desde altura por parte de los varones, a diferencia de ellas, que son principalmente por sobredosis de medicamentos y cortes en sus cuerpos.
Asimismo, los hombres concretan sus suicidios de manera mucho más pública que las mujeres, y sus intentos son mucho más efectivos, haciendo que las muertes no solo sean mucho mayores en comparación con las mujeres, sino también más espectaculares, lo que debiera llevarnos a reflexionar sobre las razones que nos llevan a tanta violencia junta.
En consecuencia, estamos en presencia de un fenómeno trágico para los hombres, sobre el que poco y nada se dice al respecto cuando se habla de prevención del suicidio, reduciendo el fenómeno a lecturas psicologizantes y biopsiquiátricas que no dejan ver una mirada política e histórica al respecto.
Lo menciono porque lo que está en el fondo de los suicidios masculinos, en su número y en sus métodos, tiene relación con una forma de ser hombre que sigue estando históricamente anclada en la idea de que tenemos que ser fuertes y salir adelante por nuestra cuenta, ya que si pedimos ayuda nos vemos más débiles, lo que se traduce en salidas muy violentas.
Ante esto, la negación de nuestra propia vulnerabilidad ha sido nuestra peor tragedia, la cual niega también nuestra propia historia como seres humanos, completamente indefensos al nacer y totalmente dependientes de su entorno para sobrevivir, más que cualquier otro primate existente.
Quienes hemos sido padres de niños, es fácil ver tal vulnerabilidad en nuestros hijos, más allá de que buena parte de los hombres aún prefieren no verlo, al dejar a las madres solas en las tareas de cuidado como una forma de evitar ver esa vulnerabilidad, la cual sigue estando presente en nosotros aunque la rechacemos.
Por lo mismo, la importancia de que, como papás, nos conectemos con esa vulnerabilidad y criemos a nuestros hijos desde la aceptación, la empatía y lo emocional, dejando de lado ideas patriarcales de la masculinidad como la autosuficiencia y la fortaleza a toda prueba, que a la larga nos terminan reprimiendo nuestros sentires y formas de vivir, llegando incluso al suicidio.
Por ello, es imperativo que empecemos a desmantelar estas construcciones rígidas de la masculinidad, fomentando espacios donde los hombres podamos expresar nuestra vulnerabilidad sin temor al juicio. Al reconocer que la fuerza verdadera radica en la capacidad de pedir ayuda, no solo reduciremos las tasas de suicidio, sino que también construiremos sociedades más equitativas y compasivas para todas y todos.
Finalmente, en este Día Mundial para la Prevención del Suicidio, hay que recordar que solo si abrazamos la vulnerabilidad como una virtud universal, podremos honrar las vidas perdidas y prevenir futuras tragedias. El cambio comienza con cada conversación honesta, cada mano extendida y cada rechazo consciente a los mandatos violentos del pasado.