[#Viña2020] Subcomandante Enrique: Un perfil político de Ricky Martin
Una imagen: Ricky Martin parado sobre un camión y sosteniendo la bandera que simboliza el orgullo LGTBI (aunque esté al revés, igual te perdonamos) que flamea vigorosa al viento junto a otras banderas de su país. La foto que él mismo sube a sus redes sociales comienza a viralizarse. Es mediados de 2019 y la protesta ciudadana se había tomado las calles de Puerto Rico. Esta vez, el pueblo boricua, a pesar de su ambiguo estatus político como país no independiente, encontró en la música pop a sus embajadores: Bad Bunny, Residente, Tommy Torres, iLe (PG13). Ricky Martin. Todos, transformados ya no solo en artistas que representan inequívocamente su identidad nacional, sino que también como verdaderos líderes –sino libertadores– sociales.
La consigna era una sola: la renuncia del gobernador de derecha Ricardo Rosselló bajo el hashtag #FueraRicky, consigna de lucha que el cantante portorriqueño asumió como propia, sobre todo luego de la filtración de mensajes burlescos y ofensivos de Rosselló sobre su homosexualidad. De aquí en más, y como nunca antes (aunque no siendo la primera vez), el astro del pop latino se inmiscuirá de forma constante en los asuntos sociales y políticos de la isla caribeña.
Lejos quedaba su imagen inocentona que proyectaba en sus lozanos 13 años siendo parte de Menudo, época en que marcó su camino artístico. Era 1984, cuando la boy band ya había alcanzado popularidad, tanto en Puerto Rico como fuera de sus fronteras. Es más, uno de sus primeros desafíos fue una gira a Estados Unidos, donde incluso fue entrevistado por la influyente Oprah Winfrey. Sería la primera vez en aquel estudio que luego visitará con frecuencia, alcanzada la fama en los años posteriores.
La presencia de Ricky sobre una tarima –desprovista de una genialidad evidente y obligatoria entonces en la música pop por su notoriedad física, en la que el baile juega un papel importante más allá del virtuosismo– fue parte esencial del movimiento de la música latina en los noventa. Bajo el alero de Sony, llegó a la conciencia masiva, protagonizando contagiosos clips como ‘Dime que me quieres’, ‘Me amarás’, ‘María’ o 'La bomba', donde adquirió la notoriedad de performer, con su mezcla de actitud sensual e interpretación dramática, que profundiza –cómo no– en sus sensibles baladas como 'Fuego de noche, nieve de día', 'Te extraño, te olvido, te amo' o 'Vuelve', las que inundaron las radios románticas de nuestro dial para enaltecerlas y convertirlas en clásicos para toda la generación de jóvenes post dictadura.
A horas de la sexta vez que Ricky se parará sobre el escenario de la Quinta Vergara, se hacen claros los recuerdos de sus anteriores shows, enérgicas presentaciones que cargan el peso del frenesí con que la gente traga música sin masticarla y la escupe en la pista de baile, ya sea ésta los asientos de la galería del recinto viñamarino. 1993 marcaría su debut en el Festival, luego de asestar un golpe de gracia en la industria con su homónimo debut dos años antes. Ahí lo vimos con su melena ondulada y libre, camisa blanca y una chaqueta de rayas verticales rojas y negras, vaya uno a saber si era acaso un mensaje oculto de anarquismo, uno más entre esos tantos que hemos querido interpretar, como ese “fuego contra fuego” con el que tituló su primer gran éxito y con el que nos habría develado, encriptado, su orientación sexual que luego destaparía a través de una carta publicada recién en 2010. “Hoy ACEPTO MI HOMOSEXUALIDAD como un regalo que me da la vida”, escribió valientemente esa vez.
Ricky Martin es una pieza clave para entender el espíritu del pop latino: colaboraciones, sabores nuevos, sensualidades modernas, amor, baile, paz, y una conexión enorme entre lo personal y lo comunitario, y con la fuerza de lo colectivo a partir de una sensibilidad individual y global. Y esto es porque, para él, el escenario es un vicio, una bomba de euforia y adrenalina que lo hace sentir capaz de cualquier cosa, confesando no querer jamás que esa sensación deje de correr por sus venas. Así construyó una contundente batería de hits, bailables y románticos, que hoy mezcla en sus shows con sus éxitos modernos.
Y es que, a pesar de todos los demonios internos que lo atemorizaron por años, nunca fue del todo ese estereotipo masculino glorificado del macho alfa que a la gran industria le gusta vender al público femenino. Sí, Ricky Martin es un adonis que desde muy joven llenó con su imagen a torso desnudo y distintos looks de moda las paredes de millones de adolescentes alrededor del mundo, alimentando así sus más lascivas fantasías sexuales, dándole esa narrativa de sex symbol, pero digamos que hoy cuesta no empatizar con el martirio al que estuvo constantemente sometido por autoreprimirse. Por eso también su levantamiento a estandarte del orgullo gay.
Desde hace un buen tiempo, Ricky Martin tiene los pies bien puestos en el presente. Motiva abrazos, romances y fiesta, montando espectáculos únicos que lo separan de todo lo que pasa en el mainstream actual, con la alegría, el tesón y los ojos brillantes de un futuro que sigue construyendo a punta de un genuino talento. Pero también, en nuestros álgidos y movilizados días, el afamado cantante inspira subversión latinoamericana y conciencia sobre la forma en la que debemos construir nuestra sociedad.
"Si me preguntaran el día de hoy ¿Ricky, a que le tienes miedo? Les contestaría «a la sangre que corre por las calles de los países en Guerra, a la esclavitud sexual infantil, al terrorismo, al cinismo de algunos hombres en el poder, al secuestro de la fe»", declaró a inicios de la pasada década, en su primer atisbo de posición política que ha profundizado de a poco. De forma sutil, cuando en el contexto de las movilizaciones universitarias de Puerto Rico el 2010, cita nada menos que a nuestra Violeta Parra a través de un tuit –"Me gustan los estudiantes porque son la levadura del pan que saldrá del horno con toda su sabrosura", escribió– para apoyar la huelga indefinida decretada por los estudiantes del Recinto de Río Piedras; o en 2007 cuando estuvo en el Festival de Viña promocionando su álbum Unplugged, el que lo conectó con sus raíces folclóricas y de paso levantando un mensaje de paz por las guerras de Irak y Afganistán, con un enorme símbolo del pacifismo proyectado en el suelo del escenario de la Quinta Vergara; o más recientemente incorporando al arte del video de su último single ‘Tiburones’ el pañuelo verde símbolo de la lucha feminista por un aborto libre, seguro y gratuito.
Pero también, sin mordazas ha usado sus redes sociales para encarar a algunos políticos, como al propio Presidente Piñera, cuando lo increpó desde su Instagram: “Sepa usted que la voluntad de un pueblo se respeta, se acata, se cumple", escribió, acompañando el mensaje con una foto de la marcha más grande de nuestra historia moderna a raíz del estallido social. Por supuesto, los gobernantes de su tierra no se han salvado. "Seguimos en la lucha hasta que @ricardorossello no gobierne más", se manifestó cuando compartía las fotografías de la marcha en la que asistió junto a otros de sus colegas en el pasado julio. Meses después, sería la actual gobernadora de Puerto Rico, Wanda Vázquez –sucesora del dimitido Rosselló–, el blanco de sus críticas, a través de un video que hacía olvidar completamente la imagen de cantante romántico y de hits bailables, para convertirse en el rebelde portavoz del movimiento social portorriqueño, exigiendo sin metáforas su renuncia, en el que consideraba era un acto de justicia para los ciudadanos boricuas, y advirtiendo que para las elecciones de noviembre próximo “el pueblo se rebelará más que nunca”. ¡Sube, sube que la bomba va!
Hoy, Ricky regresa a un Chile muy distinto del que ha visitado en decenas de ocasiones anteriores. Tal como Puerto Rico, nuestro pueblo despertó y se movilizó, estando en un momento único e histórico, donde cada grito es legítimo. Lo complejo del asunto es que sea un cuestionado Festival –que en tiempos oscuros sirvió para invisibilizar el horror y enaltecer la tiranía– el que le esté pagando esta visita. Pero el arte siempre nos ha dado señales importantes: sigue hablándonos de otras formas. En medio de todo este ruido, quizás el intérprete de 'La mordidita' sea imán de las voces disidentes, y de su boca salgan palabras reflexivas para los que queremos cambiar el statu quo. “Para vivir, hay que luchar”, nos canta enérgico en el inmortal himno del Mundial del 98. Que hoy y siempre así sea, compañero Martin.