“Me vino pánico escénico”: Así fue el histórico concierto de Buddy Richard en el Astor
Miércoles 10 de diciembre de 1969, 21:40 horas. El lugar es el Teatro Astor, vitrina de conciertos de gala de música docta y de jazz, por el cual han desfilado artistas de la talla de Igor Stravinsky y Marlene Dietrich y el escenario semanal de la Orquesta Sinfónica de Chile. El ambiente en la trastienda del desaparecido teatro, ubicado en pleno Santiago centro, era convulso. Decenas de músicos, técnicos y amigos colmaban el espacio. Sentado e intranquilo, el protagonista de la noche bebe un pisco sour que le llevó un amigo. No se emborrachó pero tampoco se le pasaron los nervios. “Me vino pánico escénico”, recuerda Buddy Richard. A su lado, la actriz Gladys del Río lo maquillaba y trataba inútilmente de despejarle sus miedos que comenzaron meses antes, apenas escuchó el gran nivel de su orquesta en el primer ensayo general en Radio Corporación.
Dos veces había aplazado este concierto producto de una amigdalitis crónica que lo dejó en cama por varios días. “¡Otra vez suspendido el recital de B. Richard!”, titulan los diarios por esos días. La prensa especula que los intensos ensayos dañaron su garganta y su seguridad. “Cuando me avisan que el concierto no iba, yo lo fui a ver”, recuerda el locutor y amigo Miguel Davagnino. “Efectivamente estaba tirado en la cama y con alta temperatura”.
Un aplazamiento de doce días desde la fecha inicial, estar a la cabeza de 38 músicos y lidiar con la prensa que seguía atentamente cada paso de este hito, era suficiente presión para este introvertido joven del pequeño pueblo de Graneros. Había un morbo en el ambiente por saber si el concierto iba realmente a funcionar. La expectación era enorme y creció aún más con el anuncio de la segunda suspensión. A pesar de eso, el Astor se abre por tercera vez y el público llena todas sus localidades.
Siete años de carrera acumulaba Buddy Richard en ese momento, y éxitos como ‘Cielo’, ‘Dulcemente’, ‘Despídete con un beso’ y ‘Balada de la tristeza’ lo había convertido en uno de los emblemas de la Nueva Ola hacia fines de la década. Antes de éxitos continentales como ‘Tu cariño se me va’ y ‘Mentira’, a sus 26 años ya había alcanzado un apabullante éxito. Aún así, la timidez de este introvertido joven del pequeño pueblo de Graneros era más fuerte esa noche.
Cuando el reloj marcó las 22 horas, el público que colmaba el teatro retumbaba en una estridente impaciencia. Buddy Richard estaba a pasos del escenario, con las piernas temblando y petrificado por dentro. Cada detalle, cada segundo del espectáculo estaba planificado por su propio organizador, Jorge Pedreros. “Yo me habría parado y hubiese cantado solamente. El Chino, en cambio, me dijo ‘párate aquí, cámbiate acá. Cuando se produzca el clímax en esta canción arrodíllate. En esta otra, tírate para atrás’”, recuerda aún agradecido de su visión de la industria. Según el libreto, no habría animador. Buddy Richard saldría solo al escenario y comenzaría a cantar acompañado únicamente con una guitarra que lo estaría esperando al centro. Sin embargo, el protagonista se negaba a salir.
Una obertura apoteósica y un mimo comiendo una flor
A pesar de su convicción, Buddy Richard sentía la presión y la incredulidad, incluso del mismo teatro, de su capacidad para llenar este espacio para 1.500 espectadores. “Muchos se rieron en mi cara cuando se me ocurrió esta idea”, recuerda Buddy Richard. “Nadie quería auspiciarme”. Para financiarlo, recurrió a toda la ayuda que tuvo a mano. Miguel Davagnino fue uno de los primeros en apoyar el concierto, buscar auspiciadores, promocionar el evento a través de sus programas y transmitirlo en directo a través de Radio Agricultura. El último aporte monetario vino del mismo artista, quien se vio en la obligación de vender su bien más preciado, un Ford Coupé de 1946.
A 21 días de finalizar los 60, y con la Nueva Ola agonizando, Buddy Richard estaba a punto de hacer historia. Sólo faltaba un último empuje, algo que lo hiciera reaccionar y le diera la posibilidad de dar el gran paso que lo convirtiera en un artista único. Ese empuje se materializó literalmente en un puntapié que el mismo Jorge Pedreros le dio para que Buddy Richard saliera a escena en esa veraniega noche de diciembre.
Con el impulso adrenalínico del repentino puntapié y el vitoreo de 1.500 personas gritando su nombre, Buddy Richard finalmente pisa el entablado escenario y se acerca al micrófono. Ya no hay vuelta atrás. Todo es oscuridad, salvo un foco que iluminaba fijamente a una silla y a una guitarra. Buddy entra en el cuadro de luz que descubre su terno color azul petróleo, toma su instrumento y emite un fa menor con el que dará inicio a una canción adaptada especialmente para esta ocasión.
Un día cualquiera me puse a pensar
lo que tendría que hacer en un recital.
Con una guitarra se puede lograr
hacer un ritmo cualquiera para comenzar.
Porque así comienza un show ideal
Con el swing swing del ritmo que voy a tocar.
Usando la música de ‘Kisses sweeter than wine’ (1950) de The Weavers, Jorge Pedreros cambia la letra por un texto que él crea para presentar cada sección instrumental de la orquesta. A medida que las nombraba, una luz las iluminaba y los músicos comenzaban a tocar. Finalmente, toda la orquesta quedaba iluminada y tocando al más puro estilo de una big band. Una obertura a la altura de la ocasión.
El bajo comienza sus notas a dar
La batería le sigue con sus compás.
El piano y las guitarras se nos van a juntar
y el sonido completo tocando está
Porque así comienza un show ideal
Con el swing swing del ritmo al comenzar.
En el concierto participarán músicos profesionales que, muchos de ellos, se convertirán en directores de importantes proyectos en Chile y en el extranjero. Juan Azúa, Sergio Arellano, Juan Salazar, Guillermo Rifo, Patricio Salazar, Pepe Ureta y Carlos Corales, por nombrar algunos. Con apenas 23 años, el concierto en el Astor será el gran estreno de Horacio Saavedra como arreglador y director de orquesta. “Era difícil para mí que aceptaran a un pendejo que los dirigiera”, recuerda. “Los señores de la sinfónica es gente de mucha edad y experiencia”.
Saavedra trabajó durante meses en los arreglos y, como el financiamiento para este proyecto era insuficiente, el debutante director se vio en la obligación de realizar él mismo y a mano la transcripción de la partitura del concierto completo para los 38 músicos. Aún así, el trabajo estuvo terminado un mes antes de este histórico hito.
Los cuatro saxofones ya se dejan escuchar
dejando paso a las trompetas que quieren soplar.
Parece que la cosa va a resultar
y así el sonido se agranda cada vez más.
Porque así resulta un show ideal
Con el swing swing de bronces al comenzar.
Los roncos trombones hacen su aparición
y los violines cantan con voz celestial.
Qué lindo contraste podemos lograr
y así la orquesta completa tocando está.
Porque así comienza un show ideal
Con el swing swing de todos los que allí están.
Obertura
Letra: Jorge Pedreros / Música: Joel Newman
“Después de sentir el primer aplauso del público dijimos que esto ya estaba bien”, recuerda Horacio Saavedra. “Pero hasta no sentir ese respaldo todo era nervios. Entre todos nos íbamos comunicándonos y dándonos calma; al Buddy sobre todo que se le secaba la boca y pedía agua a cada rato”.
El concierto continúa con ‘Eloise’ de Paul Ryan y ‘Can't take my eyes off you’ de Bob Crewe, un par de hits anglos del momento. Al término de la tercera canción, Buddy Richard se dirige por primera vez al público con la música de ‘No puedo quitar mis ojos de ti’ (como fue consignada en el disco) de fondo y con la voz tiritando señala:
“Tengan ustedes muy buenas noches. La verdad es que yo les debo una disculpa por haber postergado en dos ocasiones este show. En realidad fue por los motivos que todos saben. Tuve que asistir a otro recital, de penicilina y no, en realidad no… Bueno, ahora ya un poquito más tranquilo... creo... les saludo y les agradezco su presencia esta noche”.
A continuación presenta un compilado con sus propias canciones, haciendo referencias a que otros grandes de la canción como Frankie Valli, Raphael o Elvis Presley se tomarían muchas horas para alcanzar a cantar sus grandes canciones. “Esta noche quiero hacer una pequeña selección de lo que, a juicio de ustedes, han sido mis éxitos, ¿me dan un minuto?”. Suena ‘Cielo’, ‘Sé’, ‘Dulcemente’ y ‘Despídete con un beso’. En este momento, el cerrado y respetuoso aplauso que se ganaba en cada canción cambia a euforia adolescente. No alcanzaba a decir las primeras sílabas de una de sus canciones y un ensordecedor griterío juvenil retumbaba en el Teatro Astor.
Como era natural de los shows de gala, existía un intermedio en el cual la gente aprovechaba para ir al baño o comer golosinas. Sin embargo, Jorge Pedreros consideró que esa costumbre no debía formar parte de este concierto, ya que sólo logrará que la emoción del show descienda para luego tener que volver a construirla. En su lugar, puso a uno de los mejores mimos que existió en Chile para que ocupe en solitario el escenario mientras Buddy tomaba un descanso. Jesús Ortega, conocido como Oberón, hizo un tributo a Chaplin y, en pleno acto, se comió una flor. Buddy vuelve a escena y canta ‘Charlot’, no entendiendo por qué debía rendirle tributo a Chaplin pero creyendo a ojos cerrados en el libreto de Jorge Pedreros. Mientras Buddy cantaba la canción compuesta por Alberto Cortéz, que ni siquiera le gustaba, Oberón continuó imitando a Chaplin frente a los ojos maravillados de un público que, por primera vez, se enfrentaba a un show de estas características. Buddy estaba haciendo historia.
Despídeme con un beso
“El concepto del espectáculo, antes de Buddy en el Astor, era distinto”, asegura Miguel Davagnino. “Consistía en subirse a cantar y nada más. Lo del Astor tuvo la gracia de tener un nivel artístico muy grande. Esto fue un concierto de gala”. “En música popular nadie se había atrevido a hacer algo así”, afirma Horacio Saavedra.
Luego continúa con canciones de otros artistas, todas arregladas y en una versión para grandes orquestas. Sin embargo, ni la más conocida de aquellas canciones lograba la ovación del público como lo generan las propias canciones de Buddy Richard. Hacia el final, un medley anglo finaliza con ‘Hey Jude’, protagonizado por un cuerpo de bronces, la base rock de Carlos Corales en guitarra (Aguaturbia) y Patricio Salazar en batería (Panal) y la, ahora, inquebrantable voz del granerino.
Buddy Richard despide finalmente el concierto con ‘Balada de la tristeza’ y con la convicción de un sueño realizado. Los gritos y cantos del público eran estridentes. “Cantan muy bonito”, se despedía emocionado el ídolo. La prensa describe sólo con elogios este hito de la música chilena. “Todos de acuerdo: ¡¡Buddy se pasó!!”, “Buddy Richard se lució: «del uno» fue el recital”, “Buddy Richard impuso su calidad anoche en su recital en el Astor”.
El éxito de este concierto provoca un camino ascendente en la carrera de Buddy. Dos meses más tarde compite en el Festival de Viña del Mar. A pesar de no ganar, recibe una gaviota y dinero por ser el artista más popular del certamen. Y también fue el impulso definitivo para el maestro Horacio Saavedra. “Sin pensarlo, se transformó en mi gran vitrina”, recuerda. “De ahí salté a la televisión en 1970, al canal 7, y en 1971 me llamaron de Viña. A ese nivel me redescubrieron. Y me llamaron de todos los sellos para grabar. Ese fue el gran impulso para que el medio y la gente me ubicara”.
[caption id="attachment_344542" align="aligncenter" width="1024"] @raiguitar[/caption]
Finalmente, el disco fue publicado en 1970 dejando fuera parte del show, como el swing ‘Lazy river’ de Bobby Darin. Esa edición original de la RCA se convirtió con los años en un santo grial de los coleccionistas, sobre todo luego que la versión chilena de la revista Rolling Stone lo situara como el décimo segundo mejor álbum chileno de todos los tiempos en 2008. Por décadas el disco estuvo descontinuado. De manera esporádica, el disco contó con algunas reediciones pero ninguna tomó el máster ni tampoco el arte original del disco. Sin embargo, gracias a estas nuevas publicaciones es posible encontrarlo en las actuales plataformas de streaming, aunque con otro título: ‘Canciones de antología, vol. 1’. A 50 años desde su primera edición, M&E Discos publicó el pasado 17 de febrero este disco en una versión remasterizada, por primera vez, desde el master original y análogo en una edición limitada y numerada.