"Parasite": Cuando los parásitos se toman el poder
Quizás lo más sorprendente del triunfo de Parasite en la más reciente entrega de los premios de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas, fue el doblete que obtuvo como Mejor Película Internacional y Mejor Película, hecho inédito hasta este domingo, en la historia de los galardones más famosos de la industria fílmica. Todo lo demás no fue sino la confirmación de que el mundo entero cayó rendido a los pies de Bong Joon-ho, director y guionista de una de las películas que más ha dado que hablar durante el último año y con justa razón.
Parasite es una de esas cintas llena de verdades incómodas, que en su primeros 45 minutos provoca sonrisas de avergonzada culpa cuando nos identificamos, en distintos niveles, con algunos de los dos estereotipos familiares que nos presenta Joon-ho y que superficialmente parecen tan diferentes, cuando en verdad, tienen demasiadas similitudes. Dos realidades procreadas y alimentadas por el sistema neoliberal que propicia el esnobismo, el arribismo y una esperpéntica lucha de clases que el director surcoreano va desgranando y desangrando con perfectos toques de humor negro, simbolizando la envidia y la codicia mediante diálogos y acciones que van mezclando a los personajes de ambas familias, una de clase alta, la otra que sobrevive con lo justo día a día, hundiendo sus sueños y aspiraciones en el subterráneo de un edificio; contrastes satíricos que perfilan los vicios ocultos y pecados de cualquier sociedad en cualquier parte del mundo.
De ahí, la rápida identificación con cada uno de los acontecimientos que explora Joon-ho para ponernos frente al molesto espejo de nuestro diario vivir, ese que muestra nuestras deformidades más profundas, el rechazo a quienes consideramos inferiores, la absurda admiración por aquellos que nos parecen superiores y sobre todo, cuánto estamos dispuestos a hacer y sacrificar para escalar en la brutal pirámide de nuestra sociedad, por ridícula que aquellas intenciones parezcan, en especial, cuando no se tiene claridad del porqué de aquel sueño banal. “Por eso la gente no debe hacer planes. Sin un plan nada puede salir mal, y si algo se sale de control, no importa, ya sea que mates a alguien o traiciones a tu país”, nos dice Ki-taek, el jefe de esta familia en crisis que ve la oportunidad de ascender en la escala social sin medir los costos de realizar esa especie de fantasía y de esa aparente ausencia de un plan que guíe sus acciones.
Más allá de uno de los mejores guiones de los últimos años, es imposible no mencionar la impecable fotografía de Hong Kyung-pyo, quien ya había trabajado con Bong Joon-ho en cintas como Mother, The Host y Snowpiercer, responsable en buena medida de ayudar al espectador a sumergirse en los dos mundos opuestos que nos presenta Parasite y de generar la atmósfera de tensión que se apodera de la cinta en su segunda mitad, cuando un hecho imprevisible convierte la película de una comedia ácida y crítica, en un relato que linda con el terror psicológico. Todo ello aderezado con una andanada de simbolismos y la conexión perfecta que logra la cadencia del filme con Rodelinda de Haendel, otorgándonos algunos de los momentos más hilarantes de Parasite, cinta que reúne muchos de los elementos que este director ya había mostrado en películas anteriores, paseándose con buenos resultados por diferentes géneros, desde el terror de The Host, la acción y la ciencia ficción en cintas como Okja y Snowpiercer, y el drama con Mother y Memories of Murder. Todas ellas, tienen un punto en común: el ojo crítico que Bong Joon-ho coloca en la mira, apuntando con su cámara y metáforas hacia las diversas temáticas que más escozor nos provocan, las desigualdades sociales y las injusticias de un sistema político y económico que invariablemente invisibiliza y aplasta a quienes no detentan el poder, desde la lucha de una madre por defender la inocencia de su hijo en Mother y las malas prácticas policiales de Memories of Murder, hasta la depurada crítica a la industria alimenticia de Okja y la brutalidad de un nuevo y devastador orden social en Snowpiercer
Tal como ocurre con Hong Kyung-pyo, Bong Joon-ho recurrió a actores y actrices con los que ya había trabajado anteriormente, talento probado para conseguir dibujar personajes deslumbrantes, entre ellos Choi Woo-shik (Okja) y Song Kang-ho (Memories of Murder, The Host y Snowpiercer).
Aunque Parasite resulta del todo novedosa en su propuesta, no deja de recordar a otras cintas que, en su momento, realizaron el mismo ejercicio de hundirse en los rincones más oscuros y abyectos de nuestra sociedad, analizando fría y quirúrgicamente las relaciones humanas, como es el caso de La Decadencia del Imperio Americano de Denys Arcand (1986) y Carnage de Roman Polanski (2011).
Lo de Parasite no es una sorpresa. Menos, si consideramos que en los últimos 20 años, el cine de Corea del Sur se ha abierto definitivamente a todo el mundo, una industria que explora los más diversas géneros, en general, con resultados que satisfacen tanto a la crítica como al público, regalándonos el talento de grandes directores de películas que se han convertido en verdaderos clásicos, como es el caso de Park Chan-wook con Oldboy y Joint Security Area, Kim Jee-woon y Los Poseídos (2003); Ki-duk Kim con Las Estaciones de la Vida (2003); Nobody’s Daughter de Hong Sang-soo (2013); y Poetry de Lee Chang-dong (2010), lo que nos permite vislumbrar que el triunfo de Parasite no será el único que provenga desde esta nación oriental. Afortunadamente, seguiremos hablando del cine surcoreano por mucho tiempo más.