De fútbol y algo más: ¿Quién entrega las condiciones para que vuelva la normalidad al fútbol?, ¿Carabineros?
Cuando en Chile se daba inicio a una revuelta como no se veía hace muchos años, el fútbol comenzaba a tambalear. En esos momentos resultaba evidente que no era posible jugar y con el correr de los días, semana a semana, se suspendían las fechas que a duras penas programaba la ANFP.
Días en que muchos periodistas hacían el llamado a protestar en los estadios y no suspender el normal desarrollo del campeonato. Había que aprovechar la tribuna que daba un espectáculo tan masivo como el fútbol, con lienzos y cánticos que tendrían una repercusión de gran valor para el pueblo movilizado. Lo repetían una y otra vez, pero no había vuelta atrás. El ingreso de la Garra Blanca a un partido terminó por apurar la decisión que parecía obvia, dar por finalizado el campeonato nacional del 2019.
Y llegó el 2020 y el fútbol debía retomar su normalidad, primero con algunos amistosos y luego ya en serio, con el inicio del campeonato nacional. ¿Y qué pasó?, que en los primeros partidos amistosos se colocaron lienzos en las rejas y se multiplicaban los cánticos en contra de la policía responsable de una represión brutal y contra un gobierno indolente a realizar las transformaciones que el pueblo exige. Pero los periodistas guardaron silencio, miraron para el lado, hablaban de otra cosa. Estas protestas solo fueron consignadas por medios alternativos y en redes sociales que permitieron romper el cerco comunicacional de los medios tradicionales.
Comenzó el campeonato y jugaba Curicó Unido frente a Deportes La Serena. Los hinchas de Curicó desplegaron una serie de lienzos que unidos decían: “Piñera, políticos, policías y militares” “Dios perdona, la gente no” “Que el mundo sepa: en Chile se tortura”, “Violan y matan”. Una protesta como las que recomendaba la prensa, una protesta pacífica. Pero no, decidieron multar a estos hinchas, es que no se puede protestar con lienzos, está al margen de la ley.
Luego jugó Colo-Colo. Había mucha expectativa sobre lo que ocurriría. Durante el partido pudimos observar los multitudinarios cánticos contra la policía y el gobierno, y el despliegue de un par de lienzos y banderas. Lo que vino después fue terrible. A la salida del estadio, en Exequiel Fernández con Departamental, había un grupo de Colocolinos protestando. El partido había terminado hacía pocos minutos y los hinchas llenaban las calles y veredas rumbo a sus hogares. En una situación incomprensible, un camión de policía que iba en búsqueda de unos caballos se desplazó por el sector a gran velocidad. En uno de sus giros atropelló a Jorge Mora, socio del CSD Colo-Colo y luego siguió su camino como si no hubiese pasado nada. Los hinchas en el lugar intentaban reanimarlo y buscaban la forma de trasladarlo a un centro de salud, pero no podían porque Carabineros desplegaba una gran represión con el carro lanza agua. Finalmente, tras un buen rato, lograron que un vehículo particular lo llevara a un hospital donde falleció.
Esta noticia reactivó las protestas y los incidentes, movilizó a gran cantidad de gente, muchos hinchas del fútbol y principalmente de Colo-Colo. Durante esa noche y el resto del día hubo protestas en diversas partes del país. Y a la siguiente madrugada otro hincha de Colo-Colo resultó muerto. Esto puso en jaque la realización del campeonato en su segunda fecha: los hinchas de Coquimbo entraron a la cancha, rompieron cámaras y el VAR, lo que generó la suspensión del partido. Luego de eso, la alerta era máxima pero de todas maneras sucedieron violentos incidentes en los partidos de la UC y de la U de Chile, incidentes que en otro momento habrían bastado para repetir esa decisión.
El 17 de octubre de 2019, un día antes del “estallido social”, se lanzó el libro Aunque nos digan. Racismo, clasismo y el equipo más querido de Chile de Christián Álvarez (Gol Triste Ediciones). Este libro trabaja la discriminación y nos plantea cómo la vemos operar en nuestra sociedad y el rol que tienen los medios de comunicación. Recordándonos además una idea de Avishai Margalit de que aún nos falta para ser una “sociedad secente”, donde las instituciones no humillen a las personas.
Luego de los incidentes de la segunda fecha el análisis de la prensa no tuvo contemplaciones. Se volvió a catalogar a los hinchas involucrados en las protestas como simios y delincuentes, en la radio algunos pedían que les rompieran la cabeza a palos, otros hablaban en columnas de que la muerte de Jorge Mora iba a ser una coartada para justificar la violencia, porque en realidad no había dolor. Porque en el fondo esta gente era violenta porque sí. Y claro, que el fútbol es un deporte, intentando despojarlo de su calidad de espacio político.
Vivimos en una sociedad hipócrita que exige a sus ciudadanos ciertas prácticas y discursos, mientras los margina y discrimina. Los gobiernos no han hecho más que destruir la educación y condenar en la pobreza a una gran parte de la población. Quitaron educación cívica y luchan por bajar las horas de filosofía e historia, pero luego se exige que utilicen los canales institucionales para protestar y proponer. Somos testigos de cómo las autoridades se coluden, roban y perdonan a los que tienen poder y dinero. Mientras los que no tienen la posibilidad de conseguir un abogado caro, terminan en la cárcel. Algunos van presos por vender CDs piratas, mientras el hijo de un senador queda libre tras matar a un trabajador en un atropello, darse a la fuga y falsear la alcoholemia.
No existe hincha que asista a galería que no haya sufrido abusos y humillaciones de la policía, todos han recibido palos, a todos les han tirado un caballo encima sin contemplación de si hay niños, mujeres embarazadas o ancianos. Ni hablar cuando se viaja a región, donde parece que durante el trayecto, a la llegada y al regreso, se suspendieran tus derechos.
Parece que todavía para algunos hay un Chile que siguen sin ver, en la que los muertos de un lado valen menos que los muertos de otros. En que la idea de recibir justicia parece un chiste al escuchar a una jueza clasista revictimizar a la familia de un chico asesinado, simplemente por el club al cual seguía. Antes de exigir paz, parece lógico demandar respeto, verdad, justicia y reparación. Reconocer los errores y asumir las responsabilidades que eso conlleva y claro, generar un cambio relevante que de una señal clara.
¿Qué vuelva la normalidad al fútbol?, ¿quién entrega las condiciones de seguridad para que aquello ocurra?, ¿Carabineros? Son solo preguntas las que quedan ahí, sin certezas, con el miedo de que pueda morir otro hincha, en cualquier estadio, en cualquier partido.